Una foto de un joven Jorge Luis Borges en bañador, el espejo cóncavo y dos pipas de Ramón Gómez de la Serna, las gafas de pasta negra de Juan Carlos Onetti o una veintena de primeras ediciones de libros míticos de las "Vanguardias literarias en el Río de la Plata" se exponen en la Casa de América de Madrid.

Pequeños tesoros procedentes del Museo del Escritor, ubicado en la capital de España, que podrán verse hasta el próximo 6 de junio en una muestra que se completa con fotografías originales de Horacio Coppola y Greta Stern, así como periódicos y revistas de la época.

Documentos datados en los años 20, 30 y 40, y que permiten conocer de cerca esa efervescencia creativa que se dio entonces en Buenos Aires y que configuró un periodo literario, considerado uno de los más revolucionarios de la historia de las letras hispanas.

Comisariada por Claudio Pérez Míguez y Raúl Manrique Girón, la muestra reúne un centenar de objetos y documentos de un panorama literario que podría decirse que comienza en 1921, con la vuelta de Jorge Luis Borges a Buenos Aires, tras una estancia europea de cinco años en los que vivió con sus padres y su hermana en Suiza y España.

Fue en España donde se impregnó del movimiento literario ultraísta, que luego encabezaría en Argentina y que marcaría su primera obra lírica, que publicó en revistas como Ultra, Grecia, Cervantes, Hélices y Cosmópolis.

"Cuentos del Turquestán" (1926) es uno de esos textos que Borges escribió para publicar en la prensa y que nunca incluyó después en ningún recopilatorio, explica a Efe en una visita guiada Claudio Pérez Míguez, que muestra la página enmarcada que cuelga de la pared.

"Todos tenemos grabada -dice Pérez Míguez- la imagen de Borges octogenario y ciego, pero aquí exhibimos fotos suyas con 23 años, con 30 años, cuando aún es joven y posa en bañador con su hermana Norah y su cuñado, Guillermo de Torre", poeta y critico literario de la Generación del 27, e impulsor del ultraísmo en sus comienzos.

Debajo de esas fotos en blanco y negro, expuestas en una vitrina lucen las primeras ediciones de la llamada "trilogía poética ultraísta" de Borges: "Fervor en Buenos Aires" (1923), con una ilustración de su hermana en la tapa, "Luna de enfrente" (1925) y "Cuaderno de San Martin" (1929). Ninguno superó los 300 ejemplares.

Al lado, señala Pérez Míguez, se exponen su primer y segundo libros en prosa "Inquisiciones" (1925) y "El tamaño de mi esperanza" (1926), respectivamente, que nunca volvió a reeditar, ya que Borges "renegó" de aquella primera época de su creación, aunque en ella estaba gran parte de los motivos y preocupaciones centrales de la obra ulterior del escritor.

Completan el apartado dedicado a Borges un ejemplar de "El idioma de los argentinos" (1928), ilustrado por el excéntrico artista argentino Xul Solar; y otro de "Evaristo Carriego" (1930), con fotografías del también argentino Horacio Coppola.

Fue precisamente Coppola quien inmortalizó ese periodo en el que la ciudad de Buenos Aires está en plena ebullición y proceso de modernidad, y lo hizo en el libro antológico "Buenos Aires 1936", un encargo de las autoridades de la época, del que se muestra la segunda edición que se tiró un año después "mucho más moderna".

Y también está el reportaje fotográfico que hizo de la capital argentina la primera mujer de Coppola, la alemana Greta Stern, formada como él en la Escuela de la Bauhaus. Se publicó con el título de "Buenos Aires" en 1953, y se expone la primera edición.

La exposición se inicia con "El cencerro de cristal" de Ricardo Guiraldes, de cuya publicación se cumple cien años, y que "con sus desaforadas metáforas anticipa las vanguardias", según Pérez Míguez.

Y termina con uno de los libros vanguardistas más tardío, "En la masmédula" (1954), de Oliverio Girondo (1954).

Y en medio de una de las salas sobresale el famoso espejo cóncavo que tenía Gómez de la Sena en su estudio de Buenos Aires, y que ayudaba a deformar la realidad a este pionero del vanguardismo literario europeo, de torrencial y arrebatadora personalidad que dejó su España natal por amor a la argentina Luisa Sofovich.

Todos ellos y algunos otros, como Bioy Casares, conformaron un universo peculiar pese a sus diferencias ideológicas o de personalidad en un Buenos Aires que era entonces "la gran megalópolis de los países de habla hispana".

"Cuando termina este periodo comienza la lenta decadencia de Buenos Aires y pierde ese esplendor económico, de recepción de emigrantes de todo el mundo", concluye Pérez Míguez.