Los vascos Jon Garaño y Aitor Arregi codirigen Handia, un cuento sobre el gigante de Altzo, Miguel Joaquín Eleizegi, cuya fascinante vida les sirve de metáfora para hablar sobre «cambios imparables y lo conveniente, o no, que es adaptarse a los cambios cuando son inevitables».

Así lo explicó ayer Garaño minutos antes de que el público del Festival de San Sebastián, que terminó con las entradas nada más ponerse a la venta, vieran en pantalla grande su propuesta cinematográfica, «tan distinta» a Loreak: «No tienen nada que ver», apuntó el director. «Queríamos que, desde el principio, se viera claro que Handia no tiene nada que ver con Loreak. Hemos jugado una baza y el tiempo dirá -señaló Garaño-. Seguro que hay algo de nuestro universo y de la forma que tenemos nosotros de contar historias, pero el envoltorio de la película es muy diferente».

De hecho, todo lo que en Loreak era mundo interior, en Handia está hacia afuera: «Estamos en el siglo XIX, con un gigante, mucha figuración, hay batallas, hay caballos...». Handia, que compite en la sección oficial del Zinemaldia, relata la historia de un hombre real que padecía gigantismo, una enfermedad que se le manifiesta con veinte años ya cumplidos y que marca su existencia, y la de su familia, que decide sacar provecho a la particularidad del hijo y hermano, que crecía y crecía, hasta convertirse en la persona más alta de Europa. «Nos apetecía meter en la película el mito, pero también dábamos vueltas a cómo nos enfrentamos a los cambios y cómo gestionamos el hecho de que algunos sean imparables; el gigante es un símbolo de esto porque, aunque él querría dejar de crecer, no puede», explicó Arregi.

También, añadió, «aquella época estaba marcada especialmente por la tensión entre el viejo y el nuevo mundo y entroncaba muy bien con la idea de adaptarse o no, y qué es mejor». El mito del gigante de Altzo es muy conocido en el País Vasco, pero realmente no hay mucha información de Miguel Joaquín Eleizegi. «Era una leyenda, pero existió», agregó Arregi. «Hay datos reales y mucha ficción, y en realidad no queremos que el espectador sepa seguro qué es real y qué no».