El futuro ya está aquí. Un ordenador que identifica lo que es un cuadro cubista y uno expresionista, cómo es el estilo de Picasso y cómo el de Dalí, una máquina que estudia mis pasos en Spotify y me recomienda grupos de música que sabe que me van a gustar o analiza mis búsquedas en Google y deduce que me encantan las motos o las noticias sobre películas de terror. La inteligencia artificial, que funciona a base de complejos algoritmos que permiten a las máquinas aprender de forma automática, está en todas partes, no es visible, pero nos rodea y empieza a dirigir nuestros pasos y nuestros gustos. Pero ¿qué es eso del aprendizaje automático? Según los expertos, «si quieres que tu programa aprenda a distinguir un perro, puedes decirle las características que definen a un perro o hacer que lo aprenda dándole un muestreo de imágenes de perros muy amplio para que tenga una experiencia y hacer que aprenda lo que es, algo parecido a cómo aprendemos los humanos; eso se hace con algoritmos que le permiten captar la esencia». Es complejo porque ni siquiera se sabe el mecanismo exacto que permite a la máquina dar el salto y entender.

El C3A de Córdoba acoge desde ayer un simposio sobre arte e inteligencia artificial que durante dos días reunirá en la ciudad a neurocientíficos, especialistas en computación, comisarios e historiadores del arte de universidades españolas e internacionales para abrir los ojos a los neófitos a este mundo tan opaco. Héctor Rodríguez, director del simposio además de profesor en la Escuela de Medios Creativos de la Universidad de Hong Kong, investigador teórico y artista digital, considera que «es urgente democratizar la ciencia porque estas tecnologías no son solo una cuestión de laboratorio, nos afectan en el día a día a todos». Y para ello cita a una matemática estadounidense llamada Cathy O’Neil, que habla de la inteligencia artificial como un «arma de destrucción matemática», según Rodríguez, porque «afectan a quién puede obtener un préstamo o quién puede tener un trabajo y quién no; nos afecta, pero no las entendemos, con lo cual se produce un déficit de democracia». En su opinión, «es necesario hacer una reforma radical de la educación y no diferenciar tanto ciencias y letras, que los alumnos de humanidades tengan conocimientos en informática adaptados a sus necesidades». Los avances que aporta la inteligencia artificial son muchos. «Hablamos de coches que pueden conducir automáticamente, de personalizar el comercio, de romper barreras para las personas discapacitadas», explican, pero también entrañan riesgos: «Es muy importante que el público entienda los algoritmos y pueda ser crítico o usarlos para su propio beneficio, no podemos dejar que otros decidan el futuro, por pura democracia»».

Para hacer de puente, de traductores entre la gente normal y la tecnología, los artistas que saben informática pueden ser una herramienta clave, acercando el conocimiento a través del arte. «En este simposio hemos buscado figuras de renombre que tienen un perfil multidisciplinar, artistas que son también informáticos o científicos», señala el director del foro, «nos interesa cuestionar esa separación entre arte, humanidades y ciencia, no nos vale esa separación, hay que pensar que la ciencia es parte de la cultura y que el arte puede ser investigación científica».

Richard Allen, teórico de la cinematografía, de la filosofía del cine y las producciones de Bollywood, llama a los artistas a abrir su mente. «Hay que olvidar el mito de que los ordenadores pueden reemplazar a los humanos, no se trata de eso, la cuestión es cómo los ordenadores, la inteligencia artificial, nos va a permitir ampliar nuestras opciones creativas, lo importante es lo que nosotros como creadores podemos hacer con los ordenadores, el futuro está por hacer y los artistas tenemos el deber de involucrarnos en su construcción».