En un día desapacible que invitaba, en demasiada medida, a la reflexión, la Mezquita-Catedral acogió un concierto único en España. En el altar mayor de la Catedral se mezclaron los sones de la música clásica, con las voces corales en latín, italiano y arameo, para reforzar aún más, si cabe, el componente narrativo de la banda sonora de la película, de Mel Gibson, La Pasión de Cristo , compuesta por el californiano John Debney. Las previsiones de aforo fueron superadas, ya que unas 3.000 personas, según la organización, asistieron al templo. Un público que recompensó, con un contundente aplauso en pie, la actuación de la Orquesta de Córdoba y el Coro Ziryab.

Los asistentes pudieron contemplar una rica variedad de sonidos y voces. Además, la solista Lisbeth Scott demostró su potencial y melodía musical con las letras, escritas en arameo, que se basaron en salmos y diverso material bíblico. Por su parte, Pedro Eustache demostró, una vez más, por qué es el principal instrumentista de vientos del mundo en la música para el film.

Tras la entrega de una placa de reconocimiento a Antonio Pineda --como representante de la Diputación--, por su labor en la organización de este evento, comenzó la interpretación de las piezas musicales.

Sones de música y voces corales para darle colorido a un día gris. Así lo entendieron los asistentes, que se recrearon en las emociones y sentimientos que transmite, en su día y ahora también, la pasión y muerte de Jesucristo, precisamente en estos últimos compases de la cuaresma y a una semana del Domingo de Ramos.

Desde el primer movimiento de batuta a cargo del director de la partitura original de la banda sonora de la cinta de Mel Gibson, una burbuja se instaló en el entorno interno de la Mezquita Catedral para mostrar la mezcla de sensaciones que produce el dolor, el sufrimiento de Jesucristo durante su penitencia antes de la crucifixión, al mismo tiempo que una explosión llena de fuerza, potencia y alegría musical con la gloria de la resurrección. La disposición de cada pieza permitió contar cada una de las escenas de la película, composiciones llenas de matices, al igual que la producción estrenada en 2004.

A lo largo del repertorio, que evolucionó desde la solemnidad del comienzo de la condena de Jesucristo hasta la melodía triste y bucólica de su muerte, cada sonido de violín, violonchelo ponían el acompañamiento a las interpretaciones musicales de Eustache con los sonidos de viento. A ello, hay que sumarle la profundidad en las voces del tenor Juan Luque y la soprano María Alonso. El epílogo mostró la máxima expresión y poderío, tanto de la orquesta como del coro, con la pieza Resurrección . Una noche en la que la imagen se reprodujo, en esta ocasión, a través de la música.