Aviso a navegantes, o más bien a los conocedores de la filmografía de Pablo Berger: ésta tercera película del director bilbaíno tiene poco que ver, más bien nada, con su anterior producción silente y monócroma Blancanieves (que tantas satisfacciones le regaló), sino que quizás estéticamente podríamos decir que vuelve a sus orígenes cuando debutara con la exitosa Torremolinos 73, producción que arrasó en el 2003 durante el Festival de Cine Español de Málaga.

Aquí, en Abracadabra, el disparate comparte momentos con lo kitsch y hortera, en un filme inclasificable que igual se podría enmarcar dentro de la comedia negra que fantástica, pues arranca con el detonante (un punto éste que nos podría recordar fugazmente a Woody Allen) de un juego hipnótico, durante la celebración de un convite de boda, que transforma la personalidad del protagonista, encarnado por Antonio de la Torre (como siempre, estupendo en las dos facetas que muestra como actor), un tipo obsesionado por el fútbol, machista y tirano, que gracias a las dotes como mago aficionado de un primo de su mujer (José Mota vuelve a demostrar que es además de humorista un eficaz actor; mientras Maribel Verdú parece inspirarse para construir su personaje en la reina de las chonis y poligoneras televisivas ganándose una posible futura nominación a Goya) se convierte en alguien tierno y delicado, con sorpresa dentro.

La cinta está concebida con la perfección que caracteriza a Berger, cada plano parece estar estudiado al máximo para llegar al mejor resultado, aunque a medida que se acerca el final y aparece el personaje que representa Quim Gutiérrez, el guión no encuentra claramente un desenlace y el espectador podría preguntarse cómo el director acaba esto sin estropearlo. Por tanto, estamos ante una comedia negra con pinceladas trágicas y fantásticas que otorga un aire de frescura a una cartelera veraniega un tanto gris.