Afirmar que Benítez Reyes es uno de los grandes maestros de la retórica en la actualidad no constituye ninguna hipérbole. Su obsesiva precisión en el discurso, que le llevaría a figurar en la nómina de poetas españoles contemporáneos de los libros de COU cuando aún no había cumplido los treinta años, queda reflejada en el siguiente aserto de su ensayo La dificultad de la poesía : "No es un auténtico estilista el poeta que hace alarde de estilo, sino el poeta que sabe valerse de un estilo para conseguir un fin que no es desde luego el estilo en sí".

En una entrevista mantenida en septiembre de 1995, el autor me confesaba que su interés se centraba más en la forma que en el fondo, y en Un castillo confortable (Litoral, 2001) declaraba que "En cuanto a la novela, estoy casi convencido de que su misión primaria es entretener a través de espejismos", afirmación estética que plasmaría en las delirantes peripecias de Jacob, el protagonista de Mercado de espejismos , con el que obtuvo el premio Nadal en 2007.

Viene esto al caso por el rumbo que Benítez Reyes toma en su cuarto libro de relatos, Cada cual y lo extraño , aparecido cuatro años después de Oficios estelares , donde se reúnen todos los publicados entre 1982 y 2008. Y viene al caso porque su factura literaria se sitúa en las antípodas de las extravagantes fabulaciones de Mercado de espejismos . No en vano, también afirmaba en el ensayo antes citado que "la conciencia estética de la modernidad va vestida de paisano". De eso se trata precisamente, porque bajo el título un tanto críptico el autor recoge en su nuevo libro once relatos breves y una novela corta, inscritos todos ellos en un realismo radical de corte anglosajón. Doce piezas muy ágiles, tan amenas como entrañables que, a modo de hojas del calendario, se sitúan temporalmente en cada uno de los doce meses del año. Y todas ellas narradas en primera persona, a modo de retazos autobiográficos --reales o ficticios--, por una voz fácilmente identificable con la del propio escritor.

En manos de un autor menos versado, una apuesta formal de tal simplicidad habría servido meramente para desempolvar viejos fantasmas y escenas cargadas de nostalgia. Pero Felipe Benítez, que a pesar de su dilatada obra ha dedicado muchas más horas a reflexionar sobre los entresijos de la creación literaria, hace de cada uno de estos relatos un artefacto donde cada palabra, cada imagen, cada evocación, funciona como el engranaje perfecto de un reloj suizo. En ese sentido podría decirse que ha puesto todo su bagaje retórico al servicio de una prosa deslumbrante por su poderosa sencillez, donde es imposible hallar una sola palabra que sobre o que pudiese tener una alternativa mejor. En este doble salto mortal, el que implica poseer infinidad de recursos para renunciar a la mayoría de ellos, estriba el mérito del libro. Probablemente el resultado se haya hecho en detrimento del esfuerzo del creador, pues es bien sabido que alcanzar la sencillez requiere una gran dedicación, pero es igualmente cierto que el lector sale ganando, porque sus ojos se deslizan suavemente sobre el texto de cada relato --un símil adecuado para distinguir rápidamente la buena de la mala literatura-- desde la primera frase.

El poeta Benítez Reyes se ha caracterizado siempre por su capacidad para crear atmósferas. Las de estas piezas breves no son de menor densidad, aunque sí de otra naturaleza: las que crean el narrador y los personajes en sus relaciones, donde más allá de lo explícito subyace un cúmulo de sentimientos intensos que fluctúan entre las líneas escritas. El resultado es un libro apasionante tanto por lo que nos cuenta como por lo que, sin percibirlo, deja flotando en la trastienda de nuestro pensamiento.

'Cada cual y lo extraño'. Autor: Felipe Benítez Reyes. Edita: Destino. Barcelona, 2013