Cuando la soledad llama a nuestra puerta solemos buscar un recurso para salir de ella y encontrar la terapia que nos ayude a seguir viviendo en esta sociedad del siglo XXI. Cuando esto le ocurre a una persona de 93 años suele ser mucho más complicado, porque la integración puede suponer un obstáculo. Este es el caso de Francisca Urbano Romero, una mujer de Cañete de las Torres que el pasado 4 de noviembre cumplió 93 años. Hace siete que decidió inscribirse en el centro de adultos de su localidad y hoy día es la mujer de más edad de la provincia que recibe clases de este tipo.

Según nos ha comentado su profesor, Juan Romero, "Francisca es una alumna más y ha evolucionado mucho a lo largo de estos años de aprendizaje". Al mismo tiempo, este profesor, que lleva cinco años impartiendo clases de adultos en este municipio, explica que Cañete de las Torres tiene 98 alumnos, "y otra de ellas, María Antonia Olmo Casero, tiene sólo cuatro años menos que Francisca". Juan Romero se muestra halagado porque considera que este pueblo, aunque es pequeño, tiene una fuerte demanda en este tipo de educación "y hay personas que se quedan fuera y no pueden aprender, por lo que sería necesario que hubiera aquí más profesores".

En el caso de Francisca Urbano no hubo en un principio objeción alguna. Esta mujer tiene tres hijos, uno ya fallecido, y vive sola. Su esposo también falleció hace veinte años y tenía una alfarería. A lo largo de su vida se ha dedicado a trabajar y a cuidar de sus hijos y ahora emplea parte de su tiempo libre en conocer todo aquello que no ha podido. Con alegría en los ojos nos dice que su compañía es la de una decena de gatos. Por la mañana se levanta, hace su cama, va a la plaza a comprar y prepara su comida. Esto lo hace diariamente, pero por la tarde está deseando ir a las clases de adultos para seguir aprendiendo a leer, escribir y conocer las principales reglas matemáticas.

Esta mujer se expresa con desparpajo, tiene una buena memoria y una salud de hierro. Nos comenta que sus hijos viven en la capital y que a ella no le gusta la ciudad, por eso optó por vivir sola. Su ingreso en el centro de adultos la ha hecho más feliz. Afirma que ahora tiene teléfono y sabe marcar los números, "y lo poquito que sé se lo tengo que agradecer a mi profesor, que es muy bueno para enseñar, que Dios le de mucha suerte y mucha felicidad".

Francisca Urbano mantiene una relación cordial con sus compañeros de clase, "con los que paso mi vida muy distraida". Esta mujer sigue teniendo un espíritu joven a pesar de sus años y es todo un ejemplo de que a cierta edad se puede aprender y conseguir los retos que uno se proponga para poder interrelacionarse con los demás. Francisca espera seguir muchos años más asistiendo a las clases de adultos junto a sus compañeros de aula.