Apenas hace un rato que amaneció y la carretera A-339, en pleno corazón del parque cordobés de la Subbética, comienza a poblarse de tractores y vehículos todoterreno que a esta hora se dirigen a los tajos de la aceituna. Mientras esperamos a que uno de ellos nos recoja, el lento sol de invierno comienza a iluminar los picos de las majestuosas sierras preñadas de olivos que nos rodean.

A las 9.15 horas Rafael Luque nos recoge en el paraje de La Covertera con su cuatro por cuatro para trasladarnos, ya que aunque solo nos separan 500 metros de su finca estos son insalvables para un turismo. Mientras conduce, Rafalo, como todos conocen en Carcabuey a este veterano olivarero, nos señala hacia una ladera casi vertical donde estaban trabajando la semana pasada: «Es una zona muy difícil pero nosotros estamos acostumbrados». Su cuadrilla está formada por diez hombres curtidos en estos cerros. Es un grupo humano diverso no solo por la edad, en la que alternan la sangre joven y las manos curtidas, sino también en las nacionalidades, ya que hay un compañero de Marruecos y otro de Senegal, «aunque estos son ya tan de Carcabuey como yo», afirma Rafael.

El paraje es de olivar ecológico y ofrece unas vistas espectaculares, pero la banda sonora de las vareadoras mecánicas es ensordecedora y nos impide cualquier pensamiento bucólico. El trabajo de este experimentado grupo es sistemático y está mediatizado por la orografía, mientras unos jornaleros siembran de redes el entorno de los olivos como si fuera una almadraba para que no se pierda ni una de estas perlas negras, los más jóvenes se aplican con intensidad en estos duros árboles de la variedad picuda tan tradicional en esta zona. Un fruto de gran rendimiento que, combinado con la altitud y el clima de la zona, produce uno de los mejores aceites del mundo, pero que sin duda dista mucho de la productividad del olivar de la campiña. Por ello Luque asevera que «sin las ayudas esta producciones no serían viables».

Son solo las 12.00 y la jornada se alargará hasta las cuatro de la tarde con un parada de media hora a las 13.30 para recuperar fuerzas con una comida que según, nos cuenta Rafael, para los más veteranos consta de una buena rebaná de pan regada con su aceite y acompañada por unas naranjas y unas olivas machacadas. Eso sí que es pura dieta mediterránea.El remolque ya está lleno y nos dirigimos al cercano molino de la cooperativa Almazaras de la Subbética. Una olivarera que no solo ha conseguido todos los premios posibles para sus aceites, sino que también volvió a ser distinguida en el 2016 como la mejor almazara del mundo, según el ranking del World’s Best Olive Oil. Aquí nos recibe María José Benítez, responsable de calidad de la cooperativa, donde se encuentran en el ecuador de la campaña. Esta olivarera está compuesta por más de 3.000 asociados y producen una media de 50 millones de kilos de aceitunas al año. Una almazara que nada tiene que ver con los molinos de antaño, se trata de una moderna factoría donde, gracias a la tecnología, se mima el fruto desde el mismo patio, en el que se recepciona la aceituna para diferenciar las distintas variedades y calidades. Luego llegan los procesos de limpieza y molturación en una prensa que ahora, en plena temporada, trabaja sin descanso 24 horas al día.

Tras el recorrido por unas modélicas instalaciones, María José nos comenta que las previsiones del comienzo de la campaña han mejorado y aunque el campo necesita agua la producción puede ser media-alta. Y aunque en los últimos años se ha conseguido estabilizar la producción, están trabajando para ampliar la almazara con un nuevo almacén. Una dedicación intensa que ha hecho de la Subbética un referente mundial de los mejores aceites de oliva del planeta.