Juana Castro tiene tras sí una obra jalonada de éxitos que la han convertido en una de las poetas más prestigiosas y reconocidas de España. Nacida en Villanueva de Córdoba en 1945, ha escrito obras como Cóncava mujer, Del dolor y las alas, Paranoia en otoño, Los cuerpos oscuros, La bámbola o Cartas de enero, por las que ha obtenido premios como el Juan Ramón Jiménez, Bahía de Algeciras, San Juan de la Cruz, Solienses o Nacional de la Crítica, a los que habrá que añadir la semana próxima el Cordobesa del Año 2011.

--¿Qué supone para usted haber sido elegida Cordobesa del Año en el ámbito cultural?

--Como en cada reconocimiento, primero te sientes reina, te sube la moral y eres capaz de escribir El Quijote. Luego te serenas, vuelve la vida, regresa la muerte... Y por último, ya en vísperas del galardón, te sientes más sola que la una. También en el ámbito de la Cultura.

--¿Cómo surgió la poesía en su camino? ¿Qué fue lo primero que escribió?

--Lo primero decente que recuerdo fue un poema dedicado a una rosa florecida en invierno. Hablo con un supuesto amor para decir que la rosa es al frío lo que el amor a destiempo. Toda una teoría moral al gusto de la época y de mi confesor. Me gustaría recuperarlo, pero no sé dónde buscar. ¡Ay, la poesía! Fue un verano en el campo, a la amanecida, ese olor del heno mojado... También lo perdí.

--¿Para qué sirve la poesía? Defiéndame su utilidad.

--Es mi catarsis, mi medicina particular, me ha servido muchísimo. Si escribiera más no necesitaría tomar tanta porquería farmacéutica para resistir la hipertensión, ay, que heredé de mi madre. En cuanto a la utilidad que tiene para los demás, seguramente ninguna, porque nadie compra libros de poesía actual y nadie la lee. Les sirve a estudiosos y profesores para hacer ponencias, tesis... ahí es utilísima. Y, bueno, supongo que también es útil en los recitales, cuando le pongo a la gente la carne de gallina, aplauden a rabiar, al terminar están tan entregados... Pero como no aparece el librero en ese momento, pues nada, lo único que cobro cada año son los derechos de Cedro, por las fotocopias.

--¿Cuáles son los temas que más le preocupan como poeta?

--El mundo es un erizo o una corona de espinas, cada día hay cosas añejas y cosas nuevas, no hay que buscar nada: la muerte, ese final que siempre les ocurre a otros, por eso no acabamos de creérnosla; el amor, pero el amor del deslumbramiento, el que me hizo ascender al séptimo cielo subiendo de la feria a mi casa la primera vez que mi novio y yo nos cogimos de la mano: me tendí en la cama con los zapatos puestos y seguí subiendo... estaba borracha: de amor, que conste que solo bebía una cerveza, aquellos botellines de un quinto que se me bajaban a las piernas. Bueno, hoy estoy irónica... Lo que me preocupa es que se tengan que seguir haciendo antologías y estudios de género (de mujeres solas se entiende), porque las poetas siguen silenciadas. Estoy en un grupo de lectoras de poesía, y cada poco encontramos nuevas joyas, unas desconocidas y otras más mediáticas : ya veremos qué pasa cuando se mueran, las editoriales de libros de texto no saben/no contestan: son mudas, ciegas y sordas.

--Usted ha sido siempre una feminista de vocación, defensora de los derechos de la mujer. Ya sé que no le gusta hablar de lucha ni de igualdad. Hablemos de equilibrio. ¿Avanzamos hacia el equilibrio hombre-mujer? ¿Lo ve cerca?

--Las jóvenes parejas están ya, casi casi. Lo que pasa es que también están las costumbres, el refranero, los primos-tíos-abuelos, Blancanieves y el príncipe y la bendita boda, y los malditos genes que son muy adaptativos ellos y han hecho de la experiencia virtud... A ver quién es la guapa que no sufre porque hay que llamar a ver cómo está el sobrino o hay que ir a visitar a la suegra, como si tuviésemos el mandato bíblico de las relaciones familiares; y quién es el guapo que ni suelta el mando a distancia ni perdona su siesta aunque se hunda el mundo.

--¿Qué les recomienda a quienes empiezan ahora en la poesía?

--Leer, leer y leer. Poesía, ensayo, narrativa. Leer a los poetas clásicos, a las extranjeras, a las coetáneas, a los de las generaciones hermanas, las de madres/padres y abuelas/abuelos. Tantas veces lo más valioso está ahí al lado, no hay que descartarlo. Y que no se enreden demasiado en la red de amigos-amigas, porque no saldrán del surco, y hay que airearse.

--¿Cómo ve el panorama cultural cordobés tras la pérdida de la capitalidad?

--Parece que de pronto todo el mundo se ha puesto en marcha. Hay un montón de iniciativas particulares, en poesía no damos abasto, como a los poetas no se les paga... Otra cosa son los artistas plásticos, el teatro...; al cine le va a llegar su buen tiempo, no hay como cortar subvenciones para que el talento se ponga a funcionar... Finalmente sabemos que quien se lleva el gato al agua son las temáticas humanas, más allá de tecnologías y efectos especiales. La vida, la vida en su complejidad es lo que importa. Solamente falta que el capital se mueva, ¿alguien tendrá el dinero, no?, que las empresas y sus dirigentes actúen como los antiguos mecenas, viendo que el arte y la cultura, la creatividad, son también una inversión, y no de las más chicas.

--Y la poesía cordobesa, ¿goza de buena salud?

--Tan buena tan buena que la estamos exportando.

--¿Cuál de sus premios le ha producido un sentimiento especial?

--Dos: el Nacional de la Crítica por ser de la patria grande, y el Solienses por ser de la patria chica, Los Pedroches.

--¿Qué está escribiendo ahora?

--Lo intento. Intento continuar con un fósil que se enquistó... y no hay más remedio que extirparlo. Estoy en el mes de las revisiones médicas y no acabo. Necesito escribir más que el comer. Si no lo hago ya ya me van a tener que llevar al psiquiátrico. Estoy que muerdo.