Destilerías Duende, desde su fundación en 1908, ha sabido unir la centenaria historia de los licores y anisados ruteños, que se remontan al siglo XVI, con la innovación y la adaptación a los gustos del público en cada época. Anselmo Córdoba Barrera, abuelo del actual gerente de la empresa, Anselmo Córdoba Aguilera, fundó esta destilería instalada en el Paseo del Fresno de Rute. Posteriormente estarían al frente el padre y la tía de Anselmo, Francisco y Teresa Córdoba. Lo que habla de una tradición familiar que lleva a su actual gerente a reconocer que «nació en una destilería».

Destilerías Duende amplió sus dependencias en el año 1994 con la creación del Museo del Anís de la mano de Anselmo Córdoba, consiguiendo así aunar destilería y atractivo turístico. La incorporación del patio de estilo cordobés, también en las instalaciones de la centenaria destilería, contribuyó a conformar un conjunto que, con el paso de los años y buenas dosis de intuición y visión turística y empresarial ha hecho posible la llegada de miles de visitantes cada año, convirtiéndose en un referente de los productos tradiciones como son los destilados y también del turismo de interior.

-¿Cuándo recibió la noticia que lo reconoce como Cordobés del Año?

-Fue una mañana muy grata. Recibí la llamada del director del periódico, Francisco Luis Córdoba y pensé que me llamaba para un evento relacionado con los patios, ya que estábamos en esas jornadas, pero era una llamada para comunicarme este galardón, y me quedé de hielo, porque era algo que no esperaba. Fue una noticia muy grata y que me honra mucho.

-Su vida siempre ha estado ligada con la destilería. ¿Como le ha marcado esta circunstancia?

-Bueno, se puede decir que he nacido en una destilería. En Rute ha habido muchas personas que han nacido y han vivido en una destilería. Pero hoy por hoy, creo que somos la única familia en Andalucía que tiene la vivienda dentro de una destilería. Es algo vivo, complejo, único y diferenciador.

-¿Cómo ha vivido los cambios que se han ido produciendo con el paso de los años en Destilerías Duende?

-Ha habido muchos cambios desde los primeros recuerdos que tengo de la destilería de mi infancia, dirigida por mi abuelo Anselmo, con miles de garrafas colocadas en cualquier rincón. Recuerdo la destilería como una gran familia, donde también entraban los trabajadores. Recuerdo los grandes momentos de principios de los años setenta del siglo pasado, y la transformación del mundo nocturno español, cuando arrasamos vendiendo ginebras, vodkas y ron, y mi padre liderando todo ese momento. Y luego, la transformación hacia el mundo del turismo y, cómo no, la llegada del Museo del Anís.

-Nada más terminar su licenciatura en Graduado Social inicia el proyecto del museo. ¿Cómo fue ese momento?

-Cuando terminé la carrera realicé una tesina sobre la mancomunidad de la Subbética como proyecto de futuro, con el que conseguí un sobresaliente. Fue un proyecto ilusionante, que me llevó a transformar la destilería en museo. Yo soy un enamorado del mundo turístico, y con una modesta subvención del programa europeo Leader montamos el museo, que luego, con el paso del tiempo, ha sido sometido a varias ampliaciones. Un museo que empezó a funcionar desde el primer día.

-Con la destilería llegó el Museo del Anís y luego se incorporó el patio. ¿Cómo consiguió conjugar en un mismo producto estos tres elementos?

-Bueno, el patio ha existido siempre, y el cariño por esta estancia tan cordobesa la hemos mantenido siempre en nuestra familia. Con el reconocimiento de los patios por la Unesco como patrimonio de la humanidad, experimentamos un auge de los mismos. Y a día de hoy, el interés que muestran los visitantes por nuestro patio ha aumentado de forma considerable.

-¿Qué posibilidades hay de desestacionalizar las visitas turísticas, concentradas actualmente en el periodo de la campaña de Navidad?

-Hoy tenemos que reconocer que las visitas ya están muy desestacionalizadas en nuestro caso. Nuestra temporada alta va a seguir siendo la Navidad. Pero desde hace tiempo hemos apostado también por un turismo internacional, estadounidense y canadiense, que tiene como referencia la Costa del Sol, que recibimos durante todo el año. Como muestra, este mes de junio contamos con la visita de varios grupos.

-¿Cómo se presenta el futuro de este sector de las destilerías ruteñas?

-Lo importante es que hay futuro. En un mundo globalizado y con grandes cadenas de distribución, el poder seguir con productos cien por cien artesanales es un nicho difícil para poder acceder al mercado. Pero si conjugamos turismo con industria tradicional y nos sumamos a las tendencias, con productos nuevos cada temporada, se abren otras posibilidades. El público que acuda cada año debe encontrar un museo renovado. Si seguimos en esa línea, yo creo que podemos seguir con nuestras destilerías muchos siglos más.