Como no quiero quitarle a nadie lo que de alguien ya es, recordemos la película Todo es posible en Granada , que muchos de ustedes ni habían nacido siquiera dada su juventud. Más que un título es una gran verdad, pero ahora, y desde hace mucho tiempo, puedo añadirle aquello de este titular, Todo es posible en Córdoba , y también todo es posible en El Cordobés, porque este domingo no podía faltar en este perol de papel de periódico lo que pasó el pasado martes. Por primera vez, y en directo, el Califa, la leyenda, salía de su deseado silencio y acudía a nuestra cita, en aquel hotel en el que tantas veces estuvimos juntos los dos. Por lo pronto, lleno hasta la bandera, toda la torería. De ayer, de hoy y de mañana.

Sí, decirles que Zoraida, la secretaria del director y yo manteníamos conversaciones sobre el gran secreto. Hablábamos en silencio, y sabíamos cómo iba el tema, que no era fácil, no por nada, sino porque el Califa no quiere más homenajes que el que le da la vida bajo un naranjo en Palma del Río, donde su museo sigue adelante. Sí que les puedo decir que El Cordobés califal estuvo como siempre, genial, abriendo su corazón, más quizá de la cuenta, pero con más valor y más sabiduría que nunca.

Me acompañaron Antonio Galán, nuestro subdirector. ¡Qué alegría volver a verle, mi viejo y buen amigo¡ Y Rafael Carrillo, el gran tabernero de la Córdoba abdebarramánica , y perdonen por el palabro. Los tres visitamos lo que yo ya conocía como el Círculo de la Amistad en verano, belleza única, y que hoy es Mercado Victoria; modernísimo, rico en paladar, y que se ha convertido en lugar de moda para los cordobeses que saben del estilo personal.

Me acaba de llamar Rafael Cremades en directo para que le cuente del martes cordobés para su programa de toda Andalucía, y ahí hemos estado, y retomo la palabra que a veces no tengo ni aliento para el combate. Así que prologo a Pablo Alborán, que continúa, y que por cierto se fue tan contento de su último concierto en Córdoba.

En la Judería intenté comprar un Corán al librero Mariano Pérez de la Concha, sabedor de tantas cosas. Y luego, pues, al Churrasco, donde teníamos almuerzo los cabales. Allí estaba Ladis, que como siempre llevaba ese niño pequeño colgando como si fuera un hijo que es su máquina fotográfica. ¡Ay, si esa máquina hablara!

Total, que El Cordobés acudió a su hora, a la cita, "aunque no va a ningún sitio", que conste en acta. ¡Cuánto me hubiera gustado que con él hubiera venido también su hijo Julio, que está en un gran momento y que tiene los mismos bellos ojos de su madre. Me gustó mucho abrazarle en el desayuno, él sí que estaba en primera fila.

Y bueno, pues lo que se dice, un rato hermoso, inolvidable, íntimo, querido, con las tapas gloriosas de la casa, ese vino que no se puede aguantar... Lo diré, por fin, de una vez, el mejor desayuno de mi vida, aunque no hice más que sorber su poquito de café.