--Tres infancias: la del nieto, la de la hija, la del abuelo. Escritura confesional. ¿Así se podría definir?

--Sí. Yo creo que toda mi literatura es bastante confesional. Desde que empecé a escribir toda mi literatura es confesional. Desde que empecé a escribir, desde chico, cuando escribía de fútbol, tenía también al lado unos artículos que eran también confesionales de un muchacho que entonces estaba buscando su identidad.

--Cuando niño, un teléfono de baquelita era su conexión con el mundo. ¿Sufría mucho riendo con el rumor de Miguel Gila?

--Bueno, yo reía siempre. Heredé la capacidad de reírme de cualquier cosa de mi padre. Le hacían mucha gracia todos los humoristas, todos. Y los del circo, todos. El veía la televisión para reírse.

--Ahora, siempre pegado al móvil. ¿Se le quedó la adicción para siempre?

--Sí. Yo creo que es una adicción. Es una adicción mala. Yo creo que abusamos de esos artilugios que han sido inventados para distraernos de lo que es importante.

--El niño descalzo. Carta poética. Relato de la infancia. La felicidad del abuelo.

--Un niño, un nieto, prolonga la alegría de vivir. Es la alegría de vivir. Y, por tanto, yo me siento deudor del niño. Por eso le he escrito la carta.

--Situaría este libro en la ficción, porque "cuando escribo me invento a mí mismo".

--Porque uno nunca sabe quién es. Uno es aquel en el que va depositando su propia identidad. Yo creo que uno busca su identidad.

--Un hombre quiso matar a su padre con un cuchillo. Le costó contarlo.

--Me costó hasta ahora. Me ha costado 60 años. No era capaz de contarlo así. Lo he insinuado algunas veces. Pero así nunca lo he contado.

--De fondo, el amor. El olor a salitre. La melancolía. La vida, a fin de cuentas.

--La vida huele a todas esas cosas cuando uno es isleño y le cuesta llegar al mar, como fue mi caso. Porque a mí no me dejaban ir a la playa.

--Escribe lo que le conmueve, pero tiene un silencio adentro que no puede medir. Dígame.

--Ese silencio es, digamos, el resultado de un ruido interior. Me impide decir algunas cosas. Hasta que las digo. Por ejemplo, el tema del cuchillo, que duré tanto tiempo sin contarlo.

--Se ha convertido en un jubilado activo. Para usted el tiempo no son los años, sino el ánimo con que se afrontan.

--Soy una persona que siempre estuvo activísima. Yo nunca he parado. Y supongo que las personas que no paramos psicológicamente tenemos un déficit de atención. Entonces, nos distraemos mucho, como decía Juan Cueto.

--"Corro para perder el miedo, ese soy yo". A una edad, ¿no es mejor enfrentarse a él?

--Eso es algo que a menudo me solía decir Carmen Balcells. El miedo nos constituye. Nosotros no programamos nuestra manera de reaccionar ante el miedo. Es instintiva. Y cuando uno corre, es porque uno puede hacer otra cosa.

--Creció escuchando la radio y leyendo el periódico. Se la pasó luego preguntando. ¿Se ha preguntado ahora qué hará en el futuro?

--Yo supongo que seguiré preguntándome cosas en busca de una respuesta o de las respuestas que me den el sosiego necesario para que mis respuestas, o lo que me respondan, le sirvan a alguien.

--El Colegio de Educación Primaria de La Vera lleva ya su nombre. ¿Le vale para justificar su vida?

--Yo creo que la vida la justifica siempre la sonrisa de un niño o la mano de un amigo. Para mí, fue muy importante poder ver la sonrisa de esos niños que están en el colegio que se llama como yo.