No cabe duda de que entre todo el patrimonio artístico que atesora una cofradía las imágenes titulares sons su bien más preciado. No obstante, estas a veces no se conservan como se debiera, estando sometidas a distintos factores que hacen que su deterioro se agrave más rápidamente.

Así, entre todos estos factores se encuentra el uso que se le da a las imágenes, un uso que según los especialistas no es el más adecuado. En este sentido, Ana Laura de Santiago, licenciada en Bellas Artes y actual restauradora de la Diputación de Córdoba, señala que "el peor enemigo de las obras de arte son las propias personas", considerando que un mal uso "es peor que cualquier agente natural".

Entre estos usos a los que son sometidas las imágenes se encuentra la manipulación de las mismas para subirlas a los altares de cultos, salidas procesionales, vestirlas, la exposición en besamanos y besapiés, sin olvidar que muchas veces están en capillas nada acondicionadas, con demasiada humedad o con una luz eléctrica muy poco apropiada para su perfecta conservación.

La especialista señala también a la mano "inexperta" que se atreve a intervenir en una imagen sin conocimientos previos de restauración, cuyos resultados los vemos en muchas obras repintadas o con añadidos que dictan mucho de la obra original, que a veces, tras una intervención, "cuesta reconocer".

Mucho más positiva es la restauradora Ana Infante de la Torre, quien hace unos meses en una entrevista a este diario señaló que "en los últimos años se observa una mayor responsabilidad sobre la conservación del patrimonio que las cofradías custodian".

Si bien la restauradora no descartó cierto intrusismo a la hora de acometer una restauración,. Infante señala que "para cada trabajo hay un profesional. No tendría razón de ser la especialidad de conservación-restauración de obras de arte, aunque bien es cierto que debe existir un equipo multidisciplinar".

Según la restauradora, un imaginero no está capacitado para restaurar ya que "son profesionales cuya finalidad debería ser la creación de una obra de arte", mientras que un restaurador está para conservar la imagen tal cual fue creada manteniendo su historia material, "algo que muchas veces se olvida".

Metodología

Cualquier proceso previo a una intervención requiere un estudio de la imagen. Antes de actuar hay que someter la imagen a una serie de radiografías ultravioletas, rayos infrarrojos, endoscopia, etcétera. Utillaje científico que servirá para ver al detalle el material que se va a intervenir para luego no llevarse sorpresas.

Una vez consolidado el volumen de la imagen, en caso de que fuera necesario, se procede a tocar la policromía, un tema que según las especialistas es la parte más controvertida ya que es sin duda donde más se refleja el resultado final.

A la hora de intervenir una policromía se hacen distintas catas hasta comprobar cuál es la policromía más antigua y en qué estado está, policromía que en opinión de los expertos es la que debe prevalecer.

En los últimos años se han llevado a cabo importantes restauraciones en la ciudad que por regla general han sido bien acogidas por los cofrades. Estos trabajos en centurias anteriores eran encargados a imagineros. Así, el maestro Juan Martínez Cerrillo restauró la mayoría de las imágenes devocionales antiguas que hoy procesionan, o el imaginero Miguel Arjona, quien restauró en su momento imágenes como el Señor del Huerto, el Cristo de la Caridad, el de Gracia, la Virgen del Socorro o Jesús Caído, entre otras.

En los últimos años esto ha cambiado mucho. De este modo, ahora es a los talleres especializados en conservación y restauración de obras de arte a los que las cofradías confían a sus titulares.

Así, la última restauración de la Virgen de los Dolores, San Rafael o la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo han sido llevadas a cabo por la firma cordobesa Regespa o la de la Virgen de las Angustias intervenida en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH), donde le fueron descubiertas las policromías originales, halladas bajo distintas capas de pintura; asimismo, se le eliminaron distintos añadidos fruto de nefastas intervenciones.

Recientemente, dos restauraciones han llamado la atención en la ciudad por su buen hacer, la del Cristo del Remedio de Animas y la de Virgen Madre de Dios en sus Tristezas, ambas llevadas a cabo por la restauradora Ana Infante de la Torre, quien además de conservar la integridad de las imágenes ha devuelto a la Virgen de las Tristezas su policromía original, escondida bajo varias capas de repintes; el resultado, como se puede ver en las fotografías, es asombroso y ha servido para que el historiador del Arte Agustín Camargo, en base a diversas comparaciones estilísticas, la adscriba a la órbita del escultor antequerano Antonio Castillo.

Sin duda, algo que deja en evidencia que la salud de nuestros titulares hay que ponerla en manos de los especialistas si queremos alargar su vida en perfecto estado de conservación.