Caprichosa, autoritaria, colérica... El carácter de la Gran Duquesa de Luxemburgo ha dejado de ser un secreto fuera de la corte pero las cuentas de la institución son algo más opacas y el primer ministro, Xavier Bettel, le ha encargado a un antiguo inspector de finanzas, Jeannot Waringo, examinar minuciosamente la gestión del personal de Palacio.

Los empleados soportan mal el genio de María Teresa Mestre y desde el 2015 se han ido más de 30, un tercio de la plantilla, según la web Reporter. De los 11 millones de euros que asigna el presupuesto del Estado a la monarquía, casi ocho se van en personal, y la fugacidad de los colaboradores de la esposa del gran duque Enrique ha disparado los gastos por las generosas indemnizaciones que reciben los trabajadores para guardar silencio sobre los entresijos palaciegos.

Hace cinco años, una camarera despedida amenazó con escribir un libro sobre la vida diaria en el palacio contando su experiencia traumática. La gran duquesa se mostró dispuesta a enfrentarla en los tribunales pero finalmente extendió un cheque y el libro nunca vio la luz.

«Nadie ejerce un control sobre la gran duquesa María Teresa», sostiene el semanario luxemburgués Lëtzebuerger Land, que la describe como una «dictadora que nadie se atreve a enfrentar». Ni siquiera el jefe del Estado. Solo el actual primer ministro parece plantarle cara al haber roto la costumbre de su predecesor, Jean Claude Juncker, de comentar la actualidad política con Mestre.

Tren de vida excesivo

La decisión de Bettel hizo «temblar los muros del palacio», según la misma publicación, que no descarta que la deflagración del informe Waringo conduzca a la abdicación de Enrique.

Otros medios, como el diario luxemburgués Le Quotidien apuntan que el tren de vida de María Teresa es excesivo, que se pasa la mayor parte del tiempo en París, obligando a todos sus colaboradores a viajar a la capital francesa para asistir a reuniones.

Además, las actividades ligadas a su asociación de ayuda a mujeres violadas en países en guerra están sufragadas por el erario público y, a veces, el sueldo de algunos empleados supera al del propio primer ministro. De ahí que la auditoría esté orientada a poner orden en las finanzas de la monarquía. «La Gran Duquesa gestiona la casa a su manera y hace absolutamente lo que quiere cuando quiere», resume el diario.

La defensa de Enrique

Hecho insólito, el Gran Duque salió hace unos días en defensa de su esposa, nacida hace 64 años en Cuba en una familia rica exiliada del castrismo. «¿Por qué atacar a una mujer que defiende a otras mujeres, una mujer a quien ni si quiera se le da el derecho a defenderse?», se preguntaba Enrique de Luxemburgo en un comunicado en el que se mostraba «orgulloso del compromiso, la inteligencia y la energía» de su esposa. «Su dedicación para servir a nuestro país a mi lado desde hace 39 años es ejemplar», agregaba.

El pasado mes de octubre, en una entrevista a Paris Match, María Teresa se quejaba de la falta de libertad que acarrea entrar a formar parte de la realeza. «Desde fuera todo es bonito, solo se ve la alfombra roja y el papel cuché, pero no es simple. Tenemos unas vidas privilegiadas, pero también con muchas obligaciones», decía. Y hablaba de la abdicación como una tradición «justa».

«Tener el valor de abdicar es para mí lo mejor. Mi suegro lo hizo por nosotros y en su momento nosotros lo haremos por Guillermo y Estefanía. En primer lugar porque después de una vida de servicio creo que tenemos derecho, y a veces ganas, de abandonar el primer plano para vivir unos años, si Dios nos los concede, más tranquilos».