El baile de Los Locos es un ritual traído por el pueblo tirolés a las nuevas poblaciones de Andalucía en el último tercio del siglo XVIII. Así, nos consta que también se danzaba en Cañada Rosal, pero en la actualidad solo existe una Hermandad de Locos: la de Fuente Carreteros, aunque sabemos que a finales del siglo XIX existían locadas en la Herrería, Fuente Palmera y Ochavillo del Río.

Sobre las fiestas de Locos nos dice Jacques Heers, profesor en la Sorbona, en su obra Carnavales y fiestas de locos: «A los cronistas y en su momento a los historiadores les resulta difícil orientarse entre las distintas fiestas de locos, que no se enclavan todas en la misma fecha». Jean-Baptiste Thiers, uno de los primeros observadores de tales diversiones, dice que «en algunos lugares, los eclesiásticos tenían por mérito ante Dios y ante los hombres el danzar en las iglesias el día de Navidad, el día de San Esteban (26 de diciembre), el día de la Circuncisión (1 de enero) o de la Epifanía (6 de enero). Se puede añadir a la lista, ya desconcertante, la festividad de San Nicolás (6 de diciembre) y la de los Santos Inocentes celebrada el 28 de diciembre. Así pues, se desarrollaban en el interior de las catedrales y colegiatas una serie de festejos, casi ininterrumpidos, desde el 25 de diciembre al 6 de enero, marcados por unos rituales insólitos y danzas litúrgicas; había la posibilidad de un anuncio ya el 6 de diciembre y también, a menudo, una prolongación durante los ocho días que siguen a la fiesta de la Epifanía. En total más de un mes, señalado por siete u ocho puntos clave que remiten cada uno a un origen diferente y sostenido también cada uno por una devoción particular, que se limita a un solo día y a una ceremonia.

A pesar de todo, la cercanía del solsticio de invierno, a finales de diciembre y comienzos de enero, se impone de forma absoluta y de hecho se habla de las «fiestas de las calendas de diciembre». Evidentemente, ahí se origina la tentación de ver en ellas la herencia completamente normal de las famosas saturnales romanas, tan a menudo evocadas por todos los censores y por los primeros eruditos

Las fiestas de locos de ninguna manera se presentan a través de los siglos como una simple transferencia en el mismo registro de lo burlesco, y a pesar del nombre que les ha quedado, su origen no se encuentra jamás en la exaltación del loco, de la locura. El punto de partida es un ritual muy distinto, el de la celebración litúrgica según las reglas que la Iglesia imponía por aquellos días. Si la historiografía reciente se da por satisfecha, en general, con un solo vocablo, como si fuera una única dedicatoria los locos y a la locura, el habla de aquellos tiempos, en cualquier medio social que venga, se muestra mucho más variada. Fiesta de los Inocentes, de los Niños, del Asno, de los Diáconos.

Me supongo que el ritual que actualmente se baila en Fuente Carreteros fue traído por el pueblo tirolés a las nuevas poblaciones Carolinas, como indicaba al comienzo, y que según la tradición oral llegada hasta nosotros avalada por dos breves apuntes históricos uno en 1820 y otro a comienzos del siglo XX.

Pero, ¿qué sucede a lo largo de la danza? ¿son iguales sus pasos? Si analizamos los pasos que ilustran los danzantes de la Hermandad de Locos de la Herrería, a la que conozco y he presentado en numerosos lugares, podemos apreciar que no son iguales y que los locos de acuerdo con su ritual se van consultando con la mirada a lo largo de la danza.

En los pasos iniciales, a decir de los antiguos, los locos se consultan con la mirada y se van comunicando la noticia de que Herodes ha matado a los Inocentes, hasta llegar a la conclusión de que tendrán que proteger a la loquilla. Entonces cambian de ritmo y en la llamada ‘carrerilla’, dicen: «La protegeremos, la protegeremos». Y en los últimos pasos la ‘loquilla’, acompañada por dos locos, es introducida en el centro. En la evolución final los locos giran en torno a la misma a modo de protección.

*El autor de este artículo es Cronista Oficial de Fuente Palmera