Posiblemente nunca un juicio en Suecia se había seguido con tanta atención en Estados Unidos, y en la Casa Blanca, como el que arrancó ayer en Estocolmo. En el banquillo se sienta Rakim Mayers, A$AP Rocky, el rapero de Harlem imputado con cargos de agresión por una pelea en la que participó en la capital sueca el 30 de junio. El proceso, no obstante, rebosa las fronteras propias de un encausamiento habitual, incluso de un famoso, y combina elementos como racismo, política migratoria, refugiados y xenofobia, electoralismo, separación de poderes y relaciones diplomáticas, un cóctel potencialmente explosivo, especialmente si se le añaden unas gotitas de Donald Trump.

Qué ocurrió en esa pelea debe dirimirse en tres vistas planteadas hasta el viernes y hay versiones contradictorias y vídeos que, según las partes, demuestran cosas diferentes. A$AP Rocky, que ayer se declaró no culpable, asegura que él y los dos miembros de su entorno imputados actuaron en defensa propia ante el acoso de dos jóvenes que les perseguían, uno de los cuales lanzó sus auriculares contra un guardaespaldas, que los tiró. En un momento de esos vídeos, que el rapero colgó en su Instagram antes de ser detenido el 5 de julio, se le escucha decir: «No queremos pelear, no queremos ir a la cárcel».Otros vídeos muestran la pelea física, donde se ve a los imputados golpeando con puñetazos y patadas a Mustafa Jafari, uno de los jóvenes que les seguía, que tiene 19 años, es refugiado afgano, sufrió varias lesiones por las que tuvo que recibir puntos y tratamiento en el hospital y reclama una compensación económica.

La Fiscalía dice que tiene material que no se ha visto en internet y que los estadounidenses obraron «deliberadamente, juntos y en acuerdo». Si se prueba que una botella rota se usó en el ataque, la condena podría alcanzar hasta dos años de cárcel. El caso ya de por sí es complicado, pues Jafari y el otro joven refugiado afgano tienen antecedentes y un guardaespaldas que supuestamente se enfrentó con ellos al principio del incidente no ha sido imputado. Pero sus dimensiones se han elevado después de que otros artistas famosos en EEUU lanzaran una campaña pidiendo la liberación de A$AP Rocky, congresistas estadounidenses denunciaran el tratamiento que está recibiendo en Suecia, supuestamente marcado por el racismo y, sobre todo, después de que se involucrara personalmente Trump. El presidente empezó a hacerlo hace dos semanas, cuando estaba sumido en una polémica intensa en EEUU por los comentarios e insultos racistas que había lanzado hacia congresistas demócratas de color. Lo hizo a instancias de las peticiones de Kanye West y Kim Kardashian, con los que ya ha estado colaborando en un impulso a la reforma del sistema de justicia penal en EEUU que personal y electoralmente es provechoso para él en la búsqueda de votos en la comunidad negra.

El día 20 el mandatario anunció que había llamado al primer ministro sueco, Stefan Löfven, y que había recibido la promesa de un «trato justo» para el artista. También dijo que había ofrecido incluso avalar personalmente la fianza.

Y aunque la conversación, según reconoció el Gobierno sueco, fue «cordial y respetuosa», esos adjetivos tardaron poco en evaporarse y ser sustituidos por tensiones diplomáticas, más intensas que las que se vivieron en el 2017, cuando Trump se inventó en un mitin que el país había sufrido un ataque terrorista.

Así, altos cargos suecos han recordado al presidente estadounidense que en su país rige la separación de poderes y la independencia judicial.