Ganado: seis toros de Alcurrucén, dispares de todo: edad, volumen, caras, capas y comportamiento. Por calidad y profundidad, destacó el segundo, berrendo en negro, mientras que tercero, a menos, y cuarto, a más, resultaron nobles y manejables. El resto, mansos y con acusadas querencias.

Morante de la Puebla: tres pinchazos, dos medias estocadas atravesadas y dos descabellos (algunos pitos); estocada trasera desprendida y dos descabellos (oreja).

Julián López 'El Juli': pinchazo y estocada honda desprendida (ovación); cuatro pinchazos, estocada trasera desprendida y descabellos (silencio).

Ginés Marín: estocada trasera y tres descabellos (ovación tras aviso); estocada trasera perpendicular (ovación tras petición de oreja y dos avisos).

Incidencias: el Rey Felipe VI presidió la corrida desde el Palco Real, acompañado de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; el consejero de Presidencia de la CAM, Enrique López; y el presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, Antonio Bañuelos.

Plaza: Corrida de Beneficencia, vigésimo quinto festejo de la feria de San Isidro, con lleno de "no hay billetes" (unos 23.000 espectadores) en tarde primaveral.

El diestro sevillano Morante de la Puebla, que cortó la única oreja de la tarde, cuajó hoy una soberbia faena al cuarto toro de la tradicional Corrida de Beneficencia, último de los seis con los que estaba anunciado en una feria de San Isidro en la que por fin consiguió dejar la profunda huella de su toreo.

Igual que le sucedió en Sevilla, cuando también se explayó toreando a lo grande con el segundo ejemplar de su tercera tarde, Morante aprovechó este otro último cartucho, el del único toro con opciones de cuantos ha sorteado en el abono, para ofrecer una nueva antología de la mejor y más honda tauromaquia.

Bajo la atenta mirada del Rey Felipe VI, que asistió como es costumbre a esta tradicional Corrida de Beneficencia ahora insertada en la feria isidril, el de la Puebla del Río aplicó paciencia y cabeza durante los dos primeros tercios de la lidia, intentando fijar a un astado muy hondo que manseó buscando las querencias pero que apuntaba cierta calidad.

Y acertó Morante, para, tras pasaportar sin contemplaciones al vacío primero, poder darse así al toreo de mayor temple y empaque, el más exigente y comprometido, con el que fue fijando y mejorando con precisión esas embestidas en los mismos medios a lo largo de una faena de creciente intensidad.

Fijado el toro y metido sin remedio en el engaño, el artista de la Puebla ya se dejó ir en largos y lentos muletazos con ambas manos, recreándose con el pecho en cada rebozado trazo, rematando con los flecos de la tela por debajo de la pala de los pitones, ligando relentizados naturales a redondos pases de pecho o gustándose primorosamente en los pases a pies juntos.

Vibró la plaza con la faena más redonda de lo que va de esta desconcertante y mediocre feria que ya termina, pero que no tuvo el premio merecido de la puerta grande porque la espada no entró en el hoyo de las agujas, entorpecido Morante por el seco arreón al pecho que le soltó el toraco en el embroque final.

Con todo, la memoria y el regusto de ese toreo siempre pesaron más que las orejas.

Dentro de la muy variada y dispar corrida de Alcurrucén, hubo toros para más, como el primero del lote de Juli, un hondo ejemplar de espectacular capa berrenda que tuvo una acusada y profunda clase en sus embestidas.

Con el público a favor de corriente, como ya sucedió en los dos anteriores paseíllos, el madrileño le hizo a tan notable ejemplar una faena dilatada, muy desigual de temple, de compromiso y de ajuste, sin que los pases y las tandas terminaran de tener la fluidez que pedía el de Alcurrucén.

Aun así, aunque nunca tomó vuelo en el toreo fundamental, el trasteo sí que mantuvo emoción y lustre en los remates, justo cuando el público pudo jalear lo que no podía antes, hasta el punto de que, de haber matado bien, Juli también hubiera tocado pelo.

A quien sí le pidieron la oreja fue a Ginés Marín tras no cejar en su empeño de meter en la muleta al huido sexto, persiguiéndole por todo el anillo para finalmente cuajarle muletazos de mucho mérito y apretura en la misma puerta de chiqueros, con más vibración y menos tensión que la que tuvo con el manejable tercero, tan soso como el descaStado y aquerenciado segundo toro de El Juli.