Ganado: seis toros de Fuente Ymbro, todos cinqueños pasados, con cuajo, hondura y seriedad, y de juego muy descastado en su conjunto, en distintas versiones: rajados, violentos y a la defensiva y desfondados o de escaso celo.

Diego Urdiales: metisaca bajo (silencio); pinchazo, media estocada atravesada y descabello (silencio).

Roca Rey: estocada delantera desprendida (palmas); pinchazo hondo delantero, pinchazo y estocada delantera (ovación).

Ginés Marín: estocada (silencio); estocada (silencio tras aviso).

Cuadrillas: destacaron picando Óscar Bernal y Sergio Molina; y Javier Ambel saludó tas banderillear al quinto.

Plaza: Las Ventas (Madrid). Decimoctavo festejo de la feria de San Isidro, con cartel de "no hay billetes" (unos 23.000 espectadores), en tarde de viento racheado.

El segundo fracaso ganadero consecutivo de lo que va de feria, esta vez protagonizado por los serios y mansos cinqueños de Fuente Ymbro, hundió la gran expectación creada en torno a otro de los carteles más atractivos, sin que ni el esfuerzo final de Roca Rey acabara por levantar la tarde.

La corrida de la ganadería gaditana, cuyo propietario y mayoral se dieron una sobrada vuelta a este mismo ruedo 48 horas antes tras la lidia de una dispar novillada, tuvo una muy seria presentación, con la hondura y el cuajo que le daban sus casi seis años cumplidos y, por el mismo motivo, también una mansedumbre y unas complicaciones mucho más acusadas.

Lidiados, además, entre fuertes rachas de viento, los toracos terminaron por decantarse como un arduo problema para los toreros, que intentaron sacar de donde apenas había a base de exponer más de lo aconsejable, teniendo en cuenta las pocas expectativas de éxito de su apuesta.

El peruano Roca Rey firmó, en ese sentido, los momentos de mayor mérito y emoción de la corrida, cuando se fue a terrenos de chiqueros a fajarse con el rajado y violento quinto de la tarde, justo en la típica hora del "subidón" de entusiasmo en el tendido que se repite en este tipo de corridas.

Después de haber tenido que abreviar forzosamente con el segundo, al que él mismo secó su prometedora movilidad con unos duros estatuarios de apertura que castigaron excesivamente los riñones del animal, el de Lima se dispuso a someter a su manso segundo con muletazos firmes y de mano baja que parecieron atemperarle.

Pero tras cada respiro del toro se repetían unas oledas que Roca se pasó con escalofriante ajuste, tanto en el toreo fundamental como en los efectistas alardes por la espalda, en los que estuvo a punto de ser prendido en varias ocasiones.

Esa emoción se trasladó a la masa, que reaccionó también contra las protestas del sector fundamentalista en unos instantes de confusión que acabaron por aclararse cuando Roca pinchó en dos ocasiones y perdió un más que probable premio.

Diego Urdiales no logró sacar nada en claro de un lote que agradeció poco su esfuerzo. Tanto al primero, muy atrancado en sus descastadas arrancadas, como al cuarto, que embestía vencido y soltando ásperos cabezazos, los intentó torear con sinceridad, como si fueran buenos, buscando conseguir alguna tanda o, si acaso, algún muletazo limpio, casi siempre de forma infructuosa.

Ginés Marín reaparecía solo diez días después de que un toro le atravesara el muslo derecho en esta misma feria, pero su gesto de pundonor no tuvo más recompensa que la fuerte ovación que le tributó la plaza tras el paseíllo.

No tuvo opción alguna con el tercero, un maso rajado y afligido con el que desistió pronto, pero se enfrascó en un tenaz y opaco esfuerzo ante el último de la mansada, que nunca le regaló seguidas más de dos de sus desclasadas arrancadas, negado siempre a que el extremeño consiguiera su objetivo de ligarle alguna tanda compacta.