FICHA DEL FESTEJO:

Ganado: Seis toros de Garcigrande (el 3º con el hierro de Domingo Hernández, al igual que el 2º, devuelto por flojo), de justa presencia, alguno anovillado, y de juego dispar: los tres primeros, medidos de raza y un punto rajados, pero nobles y fáciles; el 4º, desfondado; los mejores, por clase, bravura, entrega y calidad, el 6º y especialmente el 5º, al que debió darse la vuelta al ruedo en el arrastre.

El Juli, de grana y oro: estocada trasera deprendida (ovación tras petición de oreja); dos pinchazos, estocada trasera y dos descabellos (silencio).

Miguel Ángel Perera, de verde esmeralda y oro: bajonazo trasero (ovación tras leve petición); estocada (oreja).

Roca Rey, de blanco y oro: estocada contraria (ovación); estocada delantera contraria (oreja).

Entre las cuadrillas destacó Antonio Chacón, por su templada y precisa brega con el primero y por dos excelentes pares de banderillas al cuarto. También saludaron con los "palos" Curro Javier, El Pilo y Javier Ambel.

Séptimo festejo de la feria de San Miguel, de Sevilla, con cartel de "no hay billetes" en las taquillas (6.000 espectadores).


Los diestros Miguel Ángel Perera y Roca Rey cortaron este sábado dos pírricas orejas en Sevilla, pues no llegaron a cuajar ni a aprovechar en toda su enorme dimensión a sendos toros de Garcigrande de excelente juego lidiados en el séptimo festejo de la feria de San Miguel.

El mejor de ambos fue Jerifalte, un cinqueño de astinegro de muy fino remate y al que ya de salida se le apreció un largo cuello que prometía hondas y descolgadas embestidas, como así sucedió: de nuevo no fallaron las buenas hechuras.

Miguel Ángel Perera sí que lo toreó lucidamente con el capote, aprovechando para llevar despacio, aunque en lances cortos, las ya muy humilladas primeras arrancadas del de Garcigrande hasta rematarlos con una excelente media verónica ya en los medios, mislo lugar donde más tarde le hizo un desigual quite por chicuelinas y tijerillas.

Consciente de la clamorosa calidad del toro, que galopaba con ritmo y una total entrega, el extremeño abrió faena también en el centro del anillo con dos pases cambiados con las dos rodillas en tierra, como fueron también, sin solución de continuidad, los primeros muletazos de una tanda ligada con la derecha que puso la plaza en pie e hizo arrancar a la banda.

Pero a partir de ahí la faena no terminó de tomar vuelo, si acaso solo en las primeras tandas se mantuvo la emoción mientras duró también la inercia de la embestida de Jerifalte, al que Perera obligaba muy secamente y haciendo que los pases perdieran su fluidez.

Y todo se cayó definitivamente en cuanto se echó la muleta a la zurda y no acertó a traerse toreado y bien enganchado al bravo ejemplar, que no por ello, aunque ya con menos bríos, perdió el celo de seguir el engaño por abajo y hasta el final. Y es que, como dijo el veterano torero mexicano Raúl García, el toreo empieza cuando el toro se para.

A Perera le dieron solo una oreja de un toro de triunfo grande después de matarlo de una buena estocada, pesando más el inicio de la labor que su remate, al contrario que sucedió con Roca Rey, que solo calentó al público en los alardes finales con el otro toro de nota de la corrida.

Este "Alejado", sexto de la tarde y más terciado de trapío, aunque no de forma tan palmaria también tuvo nobleza, temple y clase en unas embestidas incansables desde que el peruano le abrió faena por estatuarios y muletazos por bajo.

Solo que, eliminando el embroque de los pases, empalmándolos más que ligándolos desde la colocación en la pala del pitón, la sucesión de pases con que lo movió Roca no tuvo el eco de un solo olé en el tendido, lo que dejaba en evidencia la falta de profundidad y sinceridad de su labor.

Claro que, como tantas tardes, el diestro limeño tiró del infalible recurso del arrimón final, los alardes entre los pitones y esos tópicos circulares invertidos -en los que se contrastó de nuevo la profunda bravura del toro- que sirvieron para caldear a los espectadores que habían presenciado con frialdad lo sucedido en los cinco minutos anteriores.

El resto de la corrida tuvo poco que contar, aun a pesar de que los tres primeros "garcigrandes", nobles, medidos de todo y un tanto rajados -lo que les hizo "abrirse" en sus acometidas y facilitar las cosas a los toreros- ofrecieron estimables opciones de triunfo.

Perea se metió demasiado pronto en el costado de un segundo más encastado y que hacía "el avión" por el pitón izquierdo antes de aburrirse del todo; Roca Rey sometió de más a un tercero que pedía más alivio; y El Juli, en blanco con el vacío cuarto, trató con demasiada brusquedad a un primero rajadito pero claro y con calidad a poco que se le tratara con la suficiente sutileza de muñecas.