Ganado: cinco toros de Los Espartales, chicos y uno de Fermín Bohórquez, mansos y sin ganas de pelea, de salida desentendiéndose de los caballos, aunque yendo a más.

Sergio Galán: rejón (oreja); y pinchazo y rejón con derrame (ovación).

Diego Ventura: rejón fulminante (dos orejas); y rejón (dos orejas).

Leonardo Hernández: rejón trasero, bajo y contrario sin llegar a quebrar, y larga agonía del toro (palmas); y metisaca, pinchazo, rejón y descabello (ovación).

Plaza: Madrid. La plaza rozó el lleno en tarde deliciosamente primaveral.

El espectáculo de Ventura, aun con ligeros altibajos, convenció a tirios y troyanos, sobre todo por el equilibrio que hubo en la mezcla de los dos estilos. Y, cómo no, también y sobre todo por la maestría y la técnica, la fuerza y el poderío tanto de él como de su magnífica cuadra, en definitiva por la torería y el valor que tuvieron sus dos faenas. Sin duda fue la gran atracción de la tarde, aunque también habría que significar que no estuvieron a la zaga en méritos Sergio Galán y Leonardo Hernández, que por circunstancias no llegaron a pisar la puerta grande.

Para entender la importancia de la doble actuación del triunfador, conviene hablar de los inconvenientes que planteó la corrida de Los Espartales. Para empezar, esmirriada de presencia y, sobre todo, mansa con ganas. El mérito de Ventura con sus toros fue limarle la mansedumbre desde el primer momento de saltar al ruedo. Al segundo encelándole en una rueda de temple y distancia increíbles, con el caballo Maletilla imponiendo la velocidad a milímetros de los pitones. Sin embargo, el quinto ya no atendió el cite a porta gayola y fue más complicado hacerle doblegar.

En banderillas, mejor en los preparativos que en la ejecución de las suertes. Los dos primeros palos los dejó a la grupa, no obstante, estuvo muy metido en los galopes de costado, y ajustadísimo en los cambios de pitón por dentro. Montando a Distinto dejó una banderilla al quiebro con moviola previa algo fantástico. A partir de ahí, la plaza en el bolsillo. Otro quiebro y carrusel de cortas, telefonazos y rejón tirando al toro patas arriba. Las dos primeras orejas en ambiente de total frenesí.

Frente al quinto hubo algunas lagunas, sin embargo, tapadas en parte por la euforia que siempre conlleva lo heterodoxo. Sobraron los mordiscos al toro del caballo Morante , y sobró una de las cortas finales, barrenando para clavar. Muy buenos, en cambio, los galopes a dos pistas con Nazarí . El rejón fue definitivo para otros dos orejas.

Galán fue la precisión y el clasicismo por encima de otras connotaciones. Tuvo mucho mérito que llegara a meter en vereda al mansísimo primero, cuajándole con una actuación muy seria y honda. Una oreja de peso. El cuarto, muy distraído, muy parado, no aportó absolutamente nada. Y otra vez estuvo Galán muy por encima de las circunstancias.

Leonardo Hernández, sorprendentemente, no cortó trofeos, y, sin embargo, hizo lo mejor de la tarde. Leonardo, que encontró toro en todos los terrenos, atacó preferentemente en los medios, haciendo los cites de poder a poder y las reuniones al estribo, además de ajustarse una barbaridad antes de salir de las suertes lo que se dice toreando. Perdió no una sino dos orejas por no atacar antes con el descabello. Y una oreja más hubiera cortado del sexto de la tarde si lo llega a matar bien tras una faena de similares características.