Ganado: toros de La Castilleja, el quinto lidiado como sobrero, aceptables de presentación y desiguales de juego, aunque en general flojos y deslucidos.

José Luis Moreno: media estocada trasera y cuatro descabellos (ovación); y pinchazo y bajonazo (vuelta al ruedo tras petición).

Manuel Jesús ´El Cid´: estocada (una oreja); y pinchazo, estocada y cuatro descabellos (ovación).

Sebastián Castella: media estocada y descabello (ovación); y cuatro pinchazos, media estocada trasera y caída, y descabello (palmas tras aviso).

Incidencias: el subalterno Manuel Peña sufrió una rotura fibrilar en el gemelo de la pierna izquierda al salir de un par de banderillas en el tercero.

Plaza: Los Califas (Córdoba). Un cuarto de entrada en tarde-noche calurosa.

Volvió a fallar el ganado en el segundo festejo del miniciclo de septiembre. Si el día anterior, en la novillada, fueron los complicados astados de Aguadulce los que marcaron el desarrollo del espectáculo, ayer la corrida se fue al traste por el poco juego, en líneas generales, del encierro de La Castilleja. Hasta el punto de que sólo El Cid cortó una oreja, aunque Moreno también se dejó otro trofeo en el camino por culpa del mal manejo de la espada.

Moreno destacó sobremanera en sus dos toros a la hora de manejar el capote. En su primero, en un saludo discontinuo, ya dejó unos lances lentos y una media de mucha compostura, pasaje que repitió en un posterior quite. Pero fue en su segundo cuando dibujó tres verónicas y una media de categoría, por lentitud, templanza y parsimonia, un cuadro muy plástico de toreo y torería que arrancó los olés más rotundos de la tarde-noche.

LA ENTREGA DE MORENO

Como continuidad de esto, Moreno realizó al cuarto una labor muy seria y trabajada, de mucha disposición y entrega. Y además ante un toro que no fue fácil: muy protestado por falta de fuelle, unas veces parecía embestir de costado y otras se revolvía pronto, incómodo y con cierta guasa. Pero el torero se metió mucho con él, tiró una y otra vez de la embestida intentando imponer su mando, y siempre manteniendo el interés aunque faltara el lógico lucimiento por la condición del animal. Una faena, al fin, por encima del toro. Pero tras un pinchazo, dejó un bajonazo que le privó de pasear una oreja que, a pesar de todo, se le solicitó.

En su primero, en cambio, no hubo lugar ni a la pelea. El toro fue siempre con la cara a media altura, sin emplearse y cada vez más parado por su falta de fuerzas. Moreno intentó sacar de donde no había y ni el toreo de cercanías fue suficiente para calentar al tendido.

La única oreja del festejo se la llevó El Cid en el segundo del festejo, un toro noble que se abría mucho en las embestidas y al que no siempre se lo llevó el torero para adentro. Su toreo fue más en redondo que profundo, templado y a media altura, muy ligado y variado en los remates, pero a toro y torero les faltó un tramo. Tras la faena aseada, que dirían los revisteros antiguos, mató de una certera estocada y paseó un trofeo.

En el otro, sin embargo, El Cid no pudo plantear nunca una faena con cuerpo. El animal, que tuvo unas primeras arrancadas que hicieron levantar esperanzas, se derrumbó pronto y desde ahí comenzó a tardear y a quedarse corto. El torero sacó muletazos de uno en uno pero sin hilván, por lo que su labor no tomó nunca el vuelo necesario.

Por cierto que este toro fue un sobrero sustituto de otro de la misma ganadería que salió muy descoordinado de toriles. Una vez devuelto, de nuevo los cabestros --sólo tres-- y el cabestrero fueron incapaces de conducir al animal a los corrales, por lo que tras dilatarse los nulos intentos fue El Cid quien tuvo que dar muerte al toro.

El tercero del cartel, el francés Sebastián Castella, que entró en la corrida en sustitución del lesionado José Pacheco El Califa , realizó dos faenas cortadas por el mismo patrón ante dos toros de poco juego.

En ambos, Castella apostó por acortar distancias, muy sereno siempre pero un punto encimista. Así, en su primero no pasó de los medios muletazos y en el sexto, entre recolocación, derechazos de uno en uno de tan poco fondo como el toro. En ambos, también, acabó haciendo el péndulo en sendos arrimones que no condujeron a nada. Al fin, la tarde tampoco tuvo mayor historia, como el miniciclo y la pobre respuesta del público.