Entrevista

Javier Nieto Iglesias, nefrólogo: "Los fumadores que se pasan a los cigarros electrónicos tienen más facilidad para acabar dejándolo"

"Hay que tratar de hacer más difícil el acceso que tienen los jóvenes a estos dispositivos,  a la gran cantidad de sabores que hay en el mercado y hacerlos menos atractivos", advierte el experto

Javier Nieto Iglesias.

Javier Nieto Iglesias.

Adrián González

"Los fumadores de tabaco tradicional que se pasan a los cigarrillos electrónicos son capaces de deshacerse del hábito con un porcentaje muy similar o incluso algo superior de los que están tomando medicación". Así lo afirma el nefrólogo Javier Nieto Iglesias, presidente de la Sociedad Castellano-Manchega de Hipertensión y Riesgo Vascular y jefe de la Unidad de Hipertensión del Hospital General Universitario de Ciudad Real. 

El especialista estará este jueves en Murcia participando en el ‘Encuentro de Riesgo Cardiovascular’, organizado por la Sociedad Murciana de Hipertensión Arterial y Riesgo Cardiovascular y que se celebrará a partir de las 16.45 horas en la sede del Colegio de Médicos de Murcia.

En concreto, Nieto Iglesias participará en una mesa redonda dedicada al tabaquismo y dará las claves sobre las estrategias que se deben seguir para reducir el hábito tabáquico.

En más de una ocasión usted ha asegurado que "el fumador es un enfermo crónico con trastorno adictivo". ¿A qué se refiere?

Al fumador hay que considerarlo como un paciente con una enfermedad crónica que va a mantener mientras siga con el hábito del tabaco o no consiga dejarlo. La adicción viene determinada por la nicotina, la sustancia que genera una serie de ‘recompensas’ a nivel cerebral que hace que, en el momento que se deja de fumar, se pierda esa ‘recompensa’ en los receptores del cerebro. Eso es lo que sistemáticamente hace que el fumador esté enganchado al tabaco, pero hay que decir que en lo que realmente está enganchado es a la nicotina. 

¿Qué se puede hacer ahora mismo en la lucha contra el tabaquismo? 

Lo principal, de entrada, es que la gente deje de fumar. En España se estima que puede haber entre 4 y 5 millones de personas que no quieren dejar de fumar, no lo han intentado o directamente no se lo plantean. 

¿Qué medidas cree que serían efectivas para frenar esta situación? 

Entre otras cosas, a través de campañas institucionales que, la verdad, últimamente están un poco paradas. Esto ha provocado que la pendiente descendente de fumadores que había hace unos años ahora se haya estabilizado. Tenemos en el país un porcentaje de fumadores en personas entre 15 y 75 años que ronda el 33%, un tercio del total. En este sentido, hay que apostar también por que el tabaco deje de ser atractivo: hacer que los empaquetados tengan más advertencias sobre los peligros que representan para la salud y que cada vez haya más espacios sin humo. También se podría contemplar la posibilidad de aumentar los impuestos del tabaco para que su precio se encarezca y sea más difícil su acceso a la población al aumentar su coste económico. 

¿Para las personas que sufren hipertensión arterial, ¿qué consecuencias pueden conllevar el consumo del tabaco?  

Sin duda, supone un riesgo adicional para todos los pacientes con problemas cardiovasculares. La exposición al humo del tabaco convencional puede provocar deficiencias de oxígeno que pueden desembocar en otros problemas más graves como trombosis, cardiopatías isquémicas, arritmias, muertes súbitas o ictus. A esto hay que añadirle que el 70% de los fumadores puede acabar sufriendo también la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), provocada por los tóxicos que se inhalan del tabaco convencional. 

En cuanto a las alternativas al tabaco tradicional, ¿es igual de adictivo, por ejemplo, el consumo de cigarrillos electrónicos?

Evidentemente, hay sistemas o dispositivos que reducen la cantidad de tóxicos que tiene el tradicional. Aquí entran los vapeadores, los cigarrillos electrónicos o el tabaco calentado. Hay otros casos, como el consumo del snus en Suecia, que no son más que bolsitas de tabaco con nicotina y que a veces pueden llevar incluso mezclados algunos edulcorantes. Lo cierto es que con estas nuevas alternativas se ha demostrado que puede llegar a reducirse el daño cardiovascular o el cáncer de pulmón. 

Que ya de por sí es bastante importante...

Aquí lo que se trata es de conseguir que realmente se reduzca el daño que pueden causar estas sustancias tóxicas en una persona. Si esto lo hacemos extensivo para que los fumadores cambien el tabaco convencional por otros dispositivos y conseguimos un grupo bastante grande e importante, estaremos incidiendo en el daño que podemos evitar sobre esta población. Así, a través de los ‘modelos de simulación’ que utilizamos, se podría estimar que el impacto sobre esta población que ha cambiado el sistema de fumar a otro es menos dañino. De esa manera, podríamos decir que, a lo mejor, estas personas han sido capaces de ‘salvar’ años de vida siempre y cuando cambien completamente el sistema que no depende del humo de tabaco convencional.

¿Y estos dispositivos pueden contribuir a ayudar a la deshabituación de los fumadores?

Lo que se sabe es que, por un lado, disminuyen el daño; y, por otro, que incluso los fumadores de tabaco tradicional que pasan a fumar cigarrillos electrónicos son capaces de deshacerse del hábito con un porcentaje muy similar o incluso algo superior de lo que están tomando medicación aprobada por el Ministerio para sustituir a la nicotina a nivel cerebral.  

El problema quizá está en que estos cigarrillos electrónicos pueden abrir la puerta a consumidores cada vez más jóvenes e incluso menores de edad, quienes se ven atraídos por los sabores y los olores de los cigarrillos electrónicos... 

Efectivamente. Hay que tratar de hacer más difícil el acceso que tiene la gente joven a estos dispositivos y a la gran cantidad de distintos sabores que se ofrecen. Además, no deben hacer atractivo el empaquetado para ellos porque hay de distintos colores e, incluso, de distintos dibujos animados. Por ejemplo, en Estados Unidos han prohibido más de cuatrocientos dispositivos con numerosos sabores y para el futuro se pretende que solo haya sabor a tabaco o, como mucho, a mentol. Pero, igualmente, yo creo que puede coexistir el hecho de intentar que los jóvenes no se introduzcan en este hábito y que, además, el uso de estos dispositivos pueda venir bien a la gente fumadora para cambiar definitivamente el hábito tabáquico y reducirlo. 

Ahora la mayoría de adolescentes y jóvenes comienzan fumando con estos cigarrillos electrónicos...

Sí, se ha visto que los jóvenes que se iniciaron con cigarrillos electrónicos tienen más facilidad para que en un futuro pasen a fumar un cigarrillo convencional. Lo cierto es que los menores de 18 años suelen empezar con el consumo de cigarrillos electrónicos y, en el futuro, cuando sean más mayores, pueden pasar al tabaco tradicional. Pero, por contra, lo que también se ha visto recientemente  este mismo año a través de la publicación de un estudio americano es que con estos chicos que entre los 12 y 17 años comenzaban a fumar cigarrillos electrónicos es que cuando pasaban a un cigarro normal no se mantenían durante los siguientes dos o tres años fumando tabaco tradicional.