Maternidad

Una antropóloga: "Las mujeres solteras tendrán que bajar el listón si buscan hombre para tener hijos"

Marcia Inhorn sostiene que si tantas mujeres congelan sus óvulos es porque no hay suficientes hombres preparados para ser padres

Que haya más mujeres que hombres con formación universitaria provoca una "brecha del emparejamiento"

La antropóloga Marcia Inhorn

La antropóloga Marcia Inhorn / M. I

Analía Plaza

Cada vez más mujeres congelan sus óvulos, tanto en España como en el resto del mundo. Lo que no está tan claro es por qué lo hacen. Aunque nació como técnica para que pacientes con cáncer pudieran preservar su fertilidad, la congelación de óvulos dejó de ser considerada "experimental" en 2012 y empezó a popularizarse entre mujeres sanas, ofertada como fórmula para ganar tiempo y retrasar la maternidad. Ha funcionado: solo en nuestro país, según los datos de la Sociedad Española de Fertilidad, los ciclos de congelación se han multiplicado por treinta en la última década.

¿Qué lleva a las mujeres a pincharse hormonas, pasar por quirófano y pagar miles de euros por este tratamiento? Marcia Inhorn es doctora y profesora de Antropología en la Universidad de Yale. Tenía la misma pregunta, así que pidió una beca para estudiarlo. Después de más de 150 entrevistas —prácticamente todas a mujeres heterosexuales— Inhorn concluyó que la respuesta está en los hombres.

"Las mujeres que quieren tener hijos no lo retrasan por su carrera profesional, sino por la falta de candidatos para la paternidad", dice. El fracaso escolar masculino y el mayor porcentaje de mujeres con estudios superiores que hombres estarían detrás de lo que la antropóloga llama "la brecha del emparejamiento". Desgrana su teoría en el libro Motherhood on Ice, recién publicado.

¿Cuál es la idea más equivocada sobre las mujeres que congelan sus óvulos?

Que lo hacen para planificar su carrera profesional y retrasar la maternidad. Incluso la Sociedad Estadounidense de Medicina Reproductiva reproduce este tópico. En 2013 dijo que la congelación de óvulos debería llamarse "criopreservación planificada de ovocitos", como si las mujeres planificaran tanto sus vidas. Tiene muy poco que ver con la realidad.

Pedí la beca para mi estudio, financiado por la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos, en 2013. Y esa era mi hipótesis: que las mujeres congelan sus óvulos para ganar tiempo profesional. Escribí otras alternativas, como que lo harían por problemas financieros. Pero cuando empecé a hacer entrevistas, fue una detrás de otra. ¿Cuál es tu estado civil? Soltera, soltera, soltera... El patrón era claro. El 82% de las 150 mujeres a las que entrevisté estaban solteras cuando congelaron sus óvulos. Solo el 18% tenían pareja. Y la mitad de esas eran relaciones muy inestables. En las estables, el principal motivo para congelar era que el hombre aún no estaba preparado para ser padre. Así que era un tema de pareja, no profesional. Fue rotundo.

¿Por qué la creencia general se aleja tanto de la realidad?

Existe la idea de que la congelación es una herramienta de control para las mujeres. Puedes congelar tus óvulos y no preocuparte de la fertilidad. Esto no es cierto, porque no es infalible: hay mujeres que congelan sus óvulos y luego no se quedan embarazadas. No siempre funciona, pero ahí está el marketing.

Detrás de la congelación de óvulos hay otro fenómeno importante que es la falta de pareja. Mi estudio arroja luz sobre ello, pero hay otros a menor escala en Reino Unido, Australia, Turquía, Corea y diferentes sociedades que muestran lo mismo. La razón principal por la que las mujeres congelan sus óvulos es la falta de pareja. Las mujeres a las que entrevisté tenían carreras muy interesantes y estables. Pero no se explicaban qué les había pasado. "Llevo buscando pareja años, mis amigos tienen... ¿Seré yo? ¿Qué me pasa? ¿Qué he hecho mal? Debería haberme quedado con mi novio de la universidad". Escuché todo tipo de dudas y de autoculpa. Pero no, no eres tú sola: todas las mujeres con las que hablo están en la misma situación.

¿Qué sucede? Ahí entra en juego la demografía. En Estados Unidos, hay una enorme disparidad entre mujeres y hombres con educación universitaria. Sucede en muchos países del mundo, incluida España.

Esta es la tesis de Jon Birger, autor de Date-o-nomics, un libro sobre cómo la escasez de hombres con formación universitaria afecta al mercado de las citas. ¿Es algo que sucede en áreas metropolitanas o se da también en las rurales?

Solo el 34% de los estadounidenses tiene educación universitaria, así que sucede en todo el país. En Estados Unidos hay tres millones más de mujeres con educación universitaria en edad reproductiva que hombres. Hay un déficit de hombres con formación universitaria. Esa es la brecha. Las mujeres buscan hombres solteros y con un nivel educativo y profesional similar al suyo.

Y no hay suficientes.

Me decían que era muy difícil encontrarlos. Entrevisté a muchas mujeres en Washington D.C. Parece un mundo de hombres, pero allí hay muchas más mujeres con educación superior. En las citas, ellos se sienten intimidados porque ellas tienen mejores trabajos y sueldos.

En antropología estudiáis la hipogamia e hipergamia: que los hombres están más dispuestos a emparejarse con mujeres de menor nivel educativo, social y económico (hipogamia) y viceversa (las mujeres buscan hombres de mayor nivel, hipergamia).

Sí. Este punto es crucial. En Estados Unidos y en la mayoría de las sociedades, también la española, las normas de género tradicionales sugieren que las mujeres deben emparejarse con hombres mayores, que ganen más y tengan un trabajo mejor. Se supone que ellos aportarán dinero al hogar. Los hombres deben emparejarse con alguien más joven para asegurarse de que es fértil: no necesariamente con mejor trabajo y sueldo.

Estas normas siguen muy vivas. Por eso a las mujeres les cuesta encontrar hombres. La conclusión es que las mujeres tendrán que emparejarse con hombres que tengan trabajos no cualificados [en inglés, trabajadores de cuello azul o blue collar workers, en oposición a los trabajadores de cuello blanco, white collar workers u oficinistas].

Como Birger, sugieres que la solución son las parejas de distinto nivel profesional [mixed-collar matches].

Sí. Las mujeres tendrán que abrirse a conocer a estos hombres. Porque no va a haber otros. Yo misma lo hice: me casé con alguien que no había terminado la Universidad, con menos formación que yo pero con otras cualidades. Tu pareja no tiene por qué tener un máster de Harvard como tú. Abre tu mente. Alguna de las historias del libro termina así, como la mujer que estudió Derecho en una universidad de la Ivy League y terminó con un bombero. Teniendo en cuenta las cifras, es algo que las mujeres tendrán que considerar.

El componente educativo es importante, pero otro problema que mencionan las mujeres es la falta de compromiso de los hombres. ¿Qué pasa ahí?

Sí. Está la disparidad educativa, que es un tema demográfico, y los valores sociales, que han cambiado. Por eso cae el número de matrimonios y se tienen hijos más tarde. Las mujeres se preguntan qué pasa y creo que hay varios puntos. Uno tiene que ver con la percepción de la igualdad de género. A las mujeres de la generación millennial sus madres y padres les han dicho que pueden hacer lo que quieran: que estudien una carrera y persigan su pasión. Que puede haber igualdad en el trabajo y en el hogar. Pero eso no significa que a los hombres los hayan socializado de la misma manera. No estoy tan segura de que ellos quieran igualdad de género.

A nivel global, la gente se pregunta si quiere tener hijos. Hay quien decide que no, pero hay quien sí y busca pareja para ello. Las mujeres a las que entrevisté, especialmente en Silicon Valley, me hablaron del 'síndrome de Peter Pan': hombres con educación superior y dinero con los que tienen citas durante un año... para luego descubrir que no quieren una relación. Y luego está el fenómeno de los hombres que no están preparados, que igual llevan diez años con su mujer diciendo que se ven teniendo hijos en el futuro y de repente ellas llegan a los cuarenta sin hijos, porque él aún no está listo.

Es otra de las razones por las que congelan óvulos: porque están en relaciones en las que se pospone la decisión.

Como los hombres no tienen la presión de que se les acaba el tiempo, hacen esperar a las mujeres...

Sí, están las que no tienen pareja y las que están atrapadas en relaciones con hombres no preparados. Esto las deja en una situación muy difícil. De ahí que acudan a la congelación. La tecnología existe y las mujeres la usan porque tienen presión reproductiva. Saben que si esperan demasiado sus óvulos no van a ser buenos, que no van a tener suficientes... Y toman esta decisión en la treintena.

El problema es que es muy caro. En Estados Unidos, congelar óvulos cuesta un mínimo de 10.000 dólares [en España, alrededor de 4.000 euros]. Conozco a muchas mujeres que no pueden permitírselo. Lo hacen las que pueden, y eso es injusto.

¿Por qué fue tan polémico que empresas como Facebook y Google pagaran la congelación de óvulos de sus empleadas? Una de las mujeres de tu libro luchó para que su empresa le cubriera el tratamiento.

En Estados Unidos, la empresa paga el seguro médico del trabajador. En muchas grandes empresas con buenos seguros, si una mujer demuestra que es infértil —que lleva un año intentando quedarse embarazada y no puede—, el seguro puede cubrirle la fecundación in vitro. Hay gente que accede a tratamientos de fertilidad a través de sus empleadores.

Judith, la mujer a la que entrevisté, trabajaba en una tecnológica que ofrecía esta cobertura. Pero solo a mujeres casadas. Ella tenía 35 años, estaba soltera y había oído hablar de la congelación de óvulos. Se enfadó porque no se lo cubriesen y porque las preguntas que le hacían, como cuánto sexo había tenido en el último año, eran discriminatorias. Se entendió que era discriminatorio tanto para mujeres solteras como para mujeres LGTBQ+ y consiguió que la empresa lo incluyera en el seguro.

La mayoría de mujeres de mi estudio tenían buenos sueldos y pudieron pagarse el tratamiento, pero les preocupaba que sus amigas o hermanas no pudieran. Es un tema de justicia reproductiva, un concepto que en Estados Unidos introdujeron las feministas negras. De hecho, las mujeres negras a las que entrevisté defienden que la congelación de óvulos puede ayudarlas. De modo que la idea de que es una tecnología para mujeres blancas y privilegiadas no es cierta.

En cualquier caso, las mujeres negras a las que entrevistas tienen dinero para el tratamiento.

Sí, ahí está la brecha.

¿Es otro error pensar que congelan sus óvulos las jóvenes, cuando en realidad lo hacen mujeres mayores que ya tienen una buena posición laboral?

Sí. El marketing ha intentado dirigirse a las jóvenes. Y creo que a algunos médicos de fertilidad les gustaría que fueran mujeres jóvenes. Pero, a menos que haya un motivo médico, ninguna mujer de veinte años necesita congelar sus óvulos. Su fertilidad es buena y muchas encontrarán pareja. Es un proceso caro, invasivo y complicado. Si tienes alrededor de 37 años, sabes que quieres hijos y no tienes pareja, puedes acudir a la inseminación artificial o congelar tus óvulos para tener algo más de margen. Muchas congelan sus óvulos para pensar si quieren ser madres solteras.

¿Hay datos sobre cuántas lo hacen y luego no los usan?

Yo no hice seguimiento, pero hay estadísticas. En 2017 se publicó un estudio en Australia. Revisaron registros y el 90% de las mujeres no había usado sus óvulos congelados. Luego hicieron una encuesta sobre los motivos: el principal era no haber encontrado pareja y no querer ser madre soltera.

¿Te imaginas alguna solución colectiva? Que facilitara a las madres solteras serlo.

Sí. Hablé con dos mujeres que lo hicieron dentro de una red de amigos, otras que se unieron en una pequeña comunidad para criar juntas a sus hijos, otras que se apoyaron en sus hermanos o volvieron a vivir cerca de sus padres... Mi colega Rosanna Hertz, de Wellesley, ha estudiado a las madres solteras por elección. Porque muchas lo son por circunstancias, no porque quisieran serlo. Ahora hay una comunidad creciente de mujeres profesionales que son madres solteras.

¿Qué opina el feminismo de todo esto?

Hay una corriente a favor de la congelación de óvulos, el feminismo liberal, que cree que las tecnologías reproductivas dan a las mujeres más oportunidades y capacidad de acción. La mayoría de las mujeres con las que hablé tenían algo bueno que decir sobre la congelación de óvulos. Decían que se sentían empoderadas. Hay otra postura, la del feminismo estructural o materialista, que sugiere que detrás de la congelación está el retraso de la maternidad por la falta de buenas políticas laborales.

Hay una corriente interseccional que trata sobre cómo la congelación de óvulos termina valorando la reproducción de algunas mujeres y devaluando la de otras, de las que no tienen dinero para pagárselo. Y otra, el feminismo tecnocrítico, que cuestiona la tecnología porque cree que es muy intrusiva. Es un proceso muy complicado. Tienes que pincharte a ti misma, tomar hormonas, ir durante varios días antes o después del trabajo... Hay que ser valiente para hacerlo. Si hay mujeres de treinta años solteras que leen mi libro quiero decirles que no están solas, que no se culpen. Es un problema sociológico y demográfico generalizado del que tenemos que hablar.

¿Entrevistarás a hombres para tener una visión más completa de este asunto?

Este estudio era sobre mujeres y sobre por qué congelaron sus óvulos. Y resultó que era por los hombres. Ahora mismo hay mucha preocupación sobre los hombres jóvenes, que no estudian y están en crisis. Pero alguien, no sé si seré yo, tiene que estudiar también a los hombres con formación universitaria que no quieren comprometerse.