Nada corre, dicen, más rápido que el miedo. Ayer, en Japón, hubo una nueva explosión de hidrógeno en la central nuclear Fukushima 3, y los técnicos intentaban contra reloj refrigerar el reactor de Fukushima 2 con agua de mar para evitar una fusión parcial por sobrecalentamiento, en un nuevo capítulo del drama nuclear originado por la combinación del tremendo terremoto del viernes y el devastador tsunami que le siguió. A miles de kilómetros del epicentro, en Europa, diferentes potencias nucleares con Alemania a la cabeza anunciaron urgentes y drásticas revisiones de las medidas de seguridad de sus centrales a la luz de las enseñanzas niponas. No es la más que improbable combinación de un terremoto de nivel 9 en la escala Richter con un tsunami lo que temen estos países, sino otras dos cosas. Por un lado, que por otros caminos (un atentado, por ejemplo) se llegue a la misma situación que en Fukushima. Por el otro, evitar una fuga de miedo nuclear en la opinión pública.

"Lo ocurrido en Japón ha cambiado el mundo, al menos en lo referente a lo que una sociedad industrial considera seguro y manejable", dijo ayer Günther ttinger, comisario europeo de Energía. Con los desastres de Chernóbil (Ucrania, 1986) y Three Miles Island (EEUU, 1979) casi en el olvido, las centrales parecían haberse convertido en algo "seguro y manejable".

EXPANSION Por eso, el modelo nuclear europeo se ha expandido en la última década. Francia y Gran Bretaña firmaron en noviembre un convenio para construir y explotar conjuntamente un centro de pruebas nucleares; Finlandia casi ha acabado la nueva central de Olkiluoto 3, que espera inaugurar en el 2012, y Francia prevé hacer lo propio con Flamanville 3 en el 2013.

De pronto, la crisis en Japón parece haber borrado de un plumazo los argumentos que, como una lluvia fina, han ido calando en los últimos años. Argumentos de ahorro energético, como que una potente industria nuclear es el mejor antídoto contra la dependencia del petróleo. De índole económica, ya que una central es muy rentable (cuando ya está construida). Y hasta ecológicos: la energía atómica no genera CO2, así que es útil contra el cambio climático.

Hasta que la combinación de terremoto más tsunami ha golpeado la industria nuclear de un país fiable. Es muy improbable que se dé en una central atómica alemana, insisten los expertos. Pero la moraleja japonesa es que hacen falta sistemas alternativos de refrigeración cuando un accidente obliga a detenerse al reactor e inutiliza los métodos de enfriamiento, como en Fukushima.

Alemania decidió ayer aplicar una moratoria del proceso de alargamiento de la vida de 17 centrales, lo que implica de facto desconectar tres. Austria propuso, y la UE aceptó, pruebas de estrés para 143 reactores activos.

EEUU NO CEDE Tan fuerte es la fuga de miedo radiactiva procedente de Japón que el presidente de EEUU, Barack Obama, reiteró su intención firme de seguir apostando por la energía atómica en su política energética.

La tarea a la que se enfrenta Japón es titánica: contener la amenaza atómica y atender a las víctimas del drama. Los japoneses ya conocen los riesgos de la energía nuclear. Los europeos, de repente, lo han recordado.