Entrevista | Demetrio Fernández Obispo de Córdoba

«He pedido a Dios que llueva todo el año, pero estos días le digo: haz un paréntesis»

«Una cofradía es un bien para el barrio, para la ciudad y para el mundo cofrade», asegura

Añade que «hay que dar cancha a las mujeres porque Dios os ha hecho muy bien hechas»

Demetrio Fernández y la Semana Santa de Córdoba

Pablo Cabrera

Irina Marzo

Irina Marzo

A sus 74 años y a punto de cumplir 50 de sacerdocio, Demetrio Fernández ya sabe que se quedará en Córdoba cuando se jubile. «Claro, en mi casa, aunque los de Toledo me insisten mucho», responde el obispo al que todavía le quedan «un par de años» de episcopado y otros tantos en la Congregación para las causas de los Santos, que le lleva a Roma con frecuencia. «Hacemos santos a un centenar de personas al año, y hay muchos más en cola», dice a las puertas de una Semana Santa que vivirá con los ojos puestos en el cielo.

-Hoy es Domingo de Ramos, puerta de entrada a una nueva Semana Santa. ¿Cómo la vivirá el obispo de Córdoba y cómo la viviría Demetrio Fernández si no fuese obispo de Córdoba?

-Es difícil hacer esa separación. La vivo con mucho deseo porque es la celebración anual de los misterios de la fe cristiana y se celebran con más solemnidad y dedicación. Tengo ganas de que llegue y de entrar en el misterio del que siempre salgo reforzado.

-En esa dicotomía, dicen sus más estrechos colaboradores que su personaje público no permite apreciarle en su verdadera dimensión humana, ¿en qué difiere Demetrio Fernández del obispo?

-¿Diferencias? Pues, claro, porque normalmente al obispo se le ve de manera oficial, con cierto empaque y eso aleja mucho. Pero el obispo tiene corazón y sentimientos. Soy profundamente creyente y, a nivel Demetrio Fernández, estos son días muy jugosos, llenos de contenido en esa relación personal con Jesucristo, que se desborda en amor e inspiración. Vivo estos días personalmente de forma intensa y gozosa.

-¿El obispo le pide a Dios que llueva en Semana Santa porque hace falta o que no llueva para que puedan salir las hermandades?

-He pedido a Dios que llueva todos los días del año, y ha llovido un poco, creo que tenemos que pedirle con más fe; pero estos días le digo al Señor: haz un paréntesis.

-Los cristianos celebran hoy la llegada triunfal de Jesús a Jerusalén. Hoy esa entrada sería muy complicada tras cinco meses de asedio Israelí en la Franja de Gaza.

-Es tremendo, sí. La ciudad santa de Jerusalén, una de las más simbólicas de toda la humanidad, allí han entrado generales, caballos, ejércitos, y la entrada de Jesús con una borriquita es todo un testimonio de humildad. Él ha venido a ser rey, pero no por la violencia, el dominio o la fuerza, sino por el camino del amor. Luego, estas circunstancias que vivimos son especialmente dolorosas. Aquella tierra está siempre en tensión, en un equilibrio inestable, que ha reventado estos días por la parte más débil, como suele ser. Es muy doloroso ver que hay que machacar al enemigo como sea, me parece poco humano y poco consonante con lo que celebramos estos días los cristianos.

-¿En qué medida le duelen las cosas de este mundo?

-Me duelen y mucho, empezando por las grandes, como la guerra de Ucrania, porque son personas las que hay allí, como un sacerdote de Córdoba que está en Kiev y que hablando con él se te pone la carne de gallina porque te hace ver que el sufrimiento es algo real. No tengo vida privada, porque la mía está entregada a los demás y al culto a Dios, y todas estas cosas retumban mucho cada día en mi corazón.

El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, en su despacho en el Palacio Episcopal.

El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, en su despacho en el Palacio Episcopal. / Pablo Cabrera

-Luego hay debates nacionales, como la amnistía, que no sé si le interesan o le preocupan.

-Me parece que hemos entrado en una situación muy complicada. No sé cómo vamos a salir y eso es lo que me asusta. En el respeto a los catalanes y a lo que han sido en la historia de España, pero en sus exigencias un poco salidas de órbita y en la debilidad del Gobierno central, no lo sé. Solo le pido a Dios que resulte bien, pero los síntomas no pintan bien. La fórmula concreta no la sé. La amnistía me serviría si llegamos a buen puerto en la igualdad de todos. La unidad de España no es solo un mapa o una idea, es una economía y un reparto. Sí, me preocupa.

-Volviendo a los temas de Iglesia. ¿Sigue teniendo vigencia el mensaje de un hombre que vivió en Nazaret hace 2.000 años?

-Mucha vigencia, para todos los cristianos y para mí porque es el centro de mi vida, no es una idea. No soy discípulo de un muerto, soy discípulo de un vivo que me da marcha cada día y al que he entregado la vida que ya estoy concluyendo. Si de nuevo naciera volvería a entregársela entera. Jesucristo ha venido a hacernos libres y su mensaje sigue teniendo actualidad y mucha.

-Ahora que habla de libertad, ¿qué hace libre al hombre de hoy?

-Lo tiene mucho más difícil que el hombre del siglo XIX, pero quizá por eso la conquista de la libertad sea más meritoria y merezca más la pena luchar por ella. Hoy nos hemos convertido en consumistas, y ahí está el ídolo de la vida placentera y el bienestar, pero cuando miras a Jesucristo en la cruz te mira y te dice: «Oye, ¿cómo estás viviendo?». O al ver las injusticias en nuestra misma ciudad, personas que no tienen ni las necesidades elementales satisfechas me conmueve. Estos días he leído que están haciendo unos planes para el barrio de Las Palmeras. Me ha dado una alegría enorme, pienso decírselo al alcalde, porque llevo pensando 15 años a ver si se hace algo más. También hay un asentamiento de 500 personas sin casa, debajo del puente, a las que he ido a ver hace poco porque me preocupan enormemente. Que eso suceda en una ciudad como la nuestra, puntera en muchas cosas, me preocupa mucho.

-Durante estos años habrá tenido, digo yo, algún punto de flaqueza en su fe, ¿no?

-Pues no, estoy muy contento viviendo este desposorio con Cristo; él nunca me falla y hace mi vida fecundísima. Cuando me canso, descanso y sigo. Las coordenadas para un obispo son: vivir para él y vivir para los demás, y eso nunca se agota. Con Dios no hay paro ni infidelidades, él siempre es fiel. Lo único que me queda es verle y abrazarle en el cielo, para lo que cada vez queda menos.

-¿Si hubiese sido otra cosa que hubiese querido ser?

-Soy maestro, carrera que estudié por libre durante los veranos. El primer examen que hice fue de 60 asignaturas, aprobé 45 y me quedaron las más gordas. Un año, estando de pastoral en mi pueblo [El Puente del Arzobispo, Toledo], se murió uno de los tres maestros que había y lo tuve que sustituir durante todo un curso. Me gustó mucho; la tarea de obispo es parecida a la de maestro. Era con niños como de 2º de la ESO. Te puedes imaginar...

-Uf, hay que torear mucho para eso.

-Sí, esos niños ya son abuelos, era el año 69. Supongo que si hubiera estudiado otra cosa, me hubiera inclinado por el mundo del Derecho. A toro pasado es un mundo que me gusta, pero siempre pensé ser cura. He pasado mis dificultades, porque con 19 o 20 años, antes de la ordenación, se te presentaban otras posibilidades en la vida muy atractivas, pero aquí estoy y no me arrepiento.

-En su episcopado ha ordenado a ¿cuántos? ¿40 curas?, y han salido de aquí cuatro obispos. Esto es un pedazo de cantera, ¿no?

-40 no, casi 70. Sí, ahí no influyo yo nada, eso es fruto de la tierra. Córdoba es una diócesis muy bonita para la tarea del obispo, porque hay muchísimos laicos que colaboran en las parroquias, acción católica... Además, tienes el seminario, que está entre los primeros de España. Este año, que son mis bodas de oro, el señor me ha hecho un guiño y voy a ordenar a ocho curitas. Es una cosa excepcional. Los curas en Córdoba tienen una media de 54 años, mientras que en San Sebastián están en 76.

-¿Cómo es su diócesis?

-Aquí hay mucha cohesión, no hay grupos, ni divisiones, ni enfrentamientos. Estoy feliz en Córdoba. Me dijo un obispo, cardenal después, ya jubilado: «Te vas a la mejor diócesis de Andalucía y una de las mejores de España». Ahora puedo decir que es verdad.

«La fórmula de la amnistía me serviría si llegamos a buen puerto en la igualdad todos»

Ha dicho el papa Francisco que hay que avanzar en el papel de la mujer en la Iglesia, ¿cuál cree que debe ser ese papel?

-Se están consiguiendo cotas y espero que se consigan cada vez más. Hay puntos que ya están decididos por Jesucristo que la Iglesia no los va a cambiar, pero hay otros que nos lo manda también Jesús y la Iglesia no los ha cumplido.

-¿A cuáles se refiere?

-Jesucristo ha constituido su iglesia sobre los apóstoles, y cuando piden que se ordenen curas a las mujeres, no puede ser porque Jesucristo no lo hizo. Pero no quiere decir que no estén en puestos de responsabilidad. Hay que dar cancha a las mujeres porque Dios os ha hecho muy bien hechas. Sois una pieza fundamental en la sociedad y en la Iglesia.

-¿Qué le parece que el Papa se haya abierto a bendecir matrimonios homosexuales?

-Es un tema delicado. Creo que él lo hace por alargar el corazón y abrirlo a todo el mundo. En ese sentido, lo aplaudo. Luego dónde, cuándo, cómo se podrá concretar, me parece más complejo porque depende de lugares, costumbres, culturas... Se irá haciendo donde se pueda, como se pueda y cuando se pueda, ya está.

-Volviendo a la Semana Santa de Córdoba, ¿corren las cofradías peligro de morir de éxito?

-Bueno, ellas se tendrán que enfrentar cada día a su propia realidad. Una cofradía en una parroquia es un factor aglutinante precioso. En parroquias nuevas han empezado a hacer este camino y eso es un bien para la parroquia que tiene otras realidades como la catequesis, las cáritas y mil cosas. Yo he alentado a crear cofradías a muchos curas. La parroquia de la Electromecánica o la de Cañero han sabido dar en el punto de fundar una y luego ver cómo crece y arraiga. Una cofradía es un bien para el barrio, para la ciudad y para el mundo cofrade.

-Pero luego, como son tantas, tienen problemas con su incorporación a la carrera oficial y esas cosas...

-Eso ya son problemas de gallinero, de la convivencia familiar.

-Desde fuera, hay gente que no entiende, por ejemplo, que no esté la Quinta Angustia en la Agrupación de Cofradías.

-Entiendo, sí. Esta semana vino a la Catedral. No la han dejado venir con todos y vinieron solos llenando todo lo habido y por haber. Creo que todo tiene después su arreglo y se arreglará porque eso es irreversible. Una vez que la cofradía ha hecho ya su itinerario tiene que entrar con las demás. Todos dicen en Córdoba: para eso tenemos la madrugada del viernes, que se llene y ya está. Aquí todavía tenemos muchas horas que están libres.

-La Semana Santa de Córdoba es de Interés Turístico Nacional, ¿cree que el turismo ‘entiende’ la Semana Santa o la banaliza?

-Supongo que habrá mucha gente que se acerque como algo puramente exterior. El objetivo de la Semana Santa para los cristianos es vivirla a tope, y hay muchos cofrades que así lo viven; el segundo es decirle al mundo somos creyentes y queremos manifestarlo; y luego están los que vienen por turismo, el doble que cualquier día, así que nada, que vengan, que vengan, esperamos que algo se les quede.

-Otro debate que tenemos abierto es el de la tasa turística. Como responsables del primer monumento de la ciudad, la Mezquita, ¿qué opinión tiene, habría que cobrarla?

-En Roma pago 3 euros cada día que estoy. Cuando me enteré pensé: qué listos son estos, aunque el bache por el que paso sigue igual hace 40 años. A mí me parece bien, pero es un asunto técnico que no sé cómo se concretará. Las ciudades patrimonio tienen que afrontar una serie de servicios que tienen unos costes. Si pueden poner una tasa y dar un mejor servicio, estupendo. Por cierto, la Mezquita es el monumento de España que más espacio gratuito tiene: todos los días una hora.

-Durante su episcopado se cambió la carrera oficial y se abrió la Mezquita-Catedral al paso de las cofradías.

-En Las Tendillas tenía todo su esplendor, pero nada comparable con entrar en la Catedral, donde hay un recogimiento especial. El Cabildo está muy disponible, dicen que no siempre ha sido así, pero yo el tiempo que llevo lo he conocido así, y me alegra mucho. La carrera oficial les supone un esfuerzo, pero lo hacen con mucho gusto. Me parece uno de los logros más importantes de la Semana Santa cordobesa.

-¿En qué quedó lo de la segunda puerta?

-Pues ahí está. Por ella entran y salen por la otra. No estoy al corriente.

-Éste es, quizá, su último año al frente de la Diócesis de Córdoba, ¿qué balance hace de este tiempo?

-No, por edad y años, me dijeron que estaría dos años más. Lo que sí es cierto es que he pedido un ayudante o coadjutor que no sé si vendrá antes de verano o después, pero vendrá en 2024. Pero eso no adelanta mi jubilación, es solo una ayuda para un obispo ya mayor.

-¿Cómo quiere que le recuerden los cordobeses?

-Diré lo que dijo el papa Benedicto: como un humilde trabajador en la viña del Señor. Yo no he inventado la diócesis, cuando llegué ya estaba puesta y llevaba siglos funcionando, y después de mí seguirá. Que me recuerden como alguien que sirvió a la diócesis.

-A la diócesis también le dio qué pensar. Desde sus primeras cartas pastorales fue muy combativo, ¿alguna le ha dado dolores de cabeza o es usted de los que disfruta si se suscita debate y polémica?

-Ni una cosa ni otra. Mi tarea es recordar el Evangelio, y lo podré hacer con más o menos acierto, pero de lo que he comunicado no me arrepiento porque es el Evangelio. Cuando se ha suscitado polémica es porque entramos en el mundo de los medios de comunicación, que es muy especial. Aquí ya saben cómo es el obispo y que en temas fundamentales como la vida se sabe lo que va a decir, para eso es el obispo.

-Han sido varios los debates importantes que se han vivido en Córdoba estos años. El de la titularidad de la Mezquita, al que usted se dedicó a fondo, con enfrentamientos incluidos con las autoridades civiles, quizá ha sido el primero de ellos. Pasado el tiempo, ¿a qué conclusiones ha llegado a este respecto?

-En parte fue un debate muy artificial, muy alimentado desde ciertas instancias, porque desde el principio pregunté y me enseñaron los documentos, donde vi que era clara la titularidad por parte de la Iglesia. Venía como la ola, que se alimentaba en los medios. Yo he ido a la ONU, la Unesco, Bruselas y Washington con este motivo y en todas partes ese batiburrillo que teníamos armado no correspondía a la realidad, porque todos eran conscientes de los documentos y la propiedad legítima que tiene la Iglesia respecto a la Mezquita-Catedral.

-¿Habla de debate artificial porque no cree que haya un sustrato social o legal que lo sustente?

-El Gobierno pidió las inmatriculaciones y la Iglesia le ofreció todas, incluida ésta, y el Parlamento ha admitido que lo que está inscrito, inscrito está legítimamente. Nunca tuve duda porque me asesoré, supe que estaba claro y no había nada que discutir desde el principio.

-¿Qué queda en el hombre de hoy de aquel monaguillo de 7 años que tuvo don Pablo, el cura de su pueblo?

-Añoro aquellos años en que tenía a mis padres, mis abuelos y mis hermanos. Ya se han ido todos con el Señor; solo me queda un hermano. La muerte de mi hermana la he sentido mucho, más que la de mis padres porque aquella parecía que tocaba, pero mi hermana, cuando se ha muerto me ha dejado colgado y la echo mucho de menos, A veces pienso: voy a llamarla... De aquel niño recuerdo vivir una infancia feliz y que me hayan ayudado muchos sacerdotes buenos. Eso es lo que queda. Creo que soy optimista por naturaleza y por la infancia que he vivido.

-¿Ha cambiado mucho la Iglesia desde entonces? ¿A mejor o a peor?

-Mucho. A mejor, en cuanto a estructura, pero también constato que mucha gente se va de la Iglesia y eso es doloroso.

-¿Qué responsabilidad tiene la Iglesia de que esa gente se aleje de ella?

-Es una pregunta que me hago continuamente.

-Ha conocido a seis papas, ¿tiene sus preferidos o eso no lo dicen los obispos?

-Bueno, no sé, el Papa Francisco y yo somos amiguísimos, en cuanto me ve me pregunta: «¿Cómo están mis monjas de Lucena?». Él hace bromas continuamente y en español; con Benedicto pocas bromas, porque era serio y hablaba en alemán.

-¿Qué se le ha pegado de Córdoba?

-Sesear no seseo, pero digo pego y la vaaaeela (dice convirtiendo en a la e mientras se ríe).

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