LA PASIÓN EN CÓRDOBA

El obispo Trevilla y los conflictos en la Semana Santa

En las primeras décadas del siglo XIX, durante el mandato del obispo Pedro Antonio de Trevilla, se acordaron aplicar medidas en contra de determinadas manifestaciones de religiosidad popular de corte barroca, muy arraigadas en la provincia, por considerarlas contrarias al fervor auténtico

SANTO SEPULCRO. LAS DISPOSICIONES DEL OBISPO TREVILLA REDUJERON LAS PROCESIONES, PERMITIÉNDOSE LA DEL SANTO ENTIERRO.

SANTO SEPULCRO. LAS DISPOSICIONES DEL OBISPO TREVILLA REDUJERON LAS PROCESIONES, PERMITIÉNDOSE LA DEL SANTO ENTIERRO. / Óscar Barrionuevo

La crítica y rechazo a determinadas manifestaciones de religiosidad popular de corte barroco cobran una especial relevancia en la diócesis cordobesa en el siglo XVIII. Los titulares de la silla episcopal, especialmente el obispo Miguel Vicente Cebrián, promulgan una serie de decretos y edictos que pretenden suprimir tradiciones consideradas irreverentes y contrarias a un fervor auténtico en las celebraciones de Semana Santa.

El fenómeno desencadena graves conflictos y tensiones en las primeras décadas del siglo XIX, durante la dilatada etapa de gobierno del obispo Pedro Antonio de Trevilla (1805-1832), nacido en la localidad vizcaína de Ranera de Carranza. El detonante va a ser el intento de aplicar de manera rigurosa las medidas de sus predecesores, en materia de procesiones de Semana Santa.

La actuación del prelado se centra en las localidades de las comarcas de la Campiña y Subbética, donde todavía se hallan muy arraigadas las escenificaciones de la Pasión en los sermones del Paso y del Descendimiento, las figuras bíblicas en los cortejos, los cubrerrostros de los penitentes y los horarios nocturnos de las procesiones.

En sus numerosas visitas pastorales presta bastante atención al modo de celebrar los actos conmemorativos de la Pasión. El contacto que mantiene en 1807 con localidades del obispado -entre ellas Montoro, Baena y Lucena- no le causa una grata impresión, a juzgar por las quejas que traslada a la Real Chancillería de Granada.

El 16 de febrero Pedro Antonio de Trevilla se desplaza a Montoro y ordena la supresión de las representaciones del sermón del Paso en la mañana del Viernes Santo por la cofradía de Jesús Nazareno. La medida provoca una fuerte oposición en el vecindario, como afirma el vicario, quien señala que «se desterraron, aunque con mucho alboroto de esta ciudad, las representaciones que se hacían por hombres, niños y niñas». La resistencia a cumplir el mandato es la causa por la que el prelado solicita el apoyo de la chancillería de Granada. El fiscal decide actuar y propone al organismo judicial que disuelva las hermandades penitenciales, en el supuesto de desobediencia a la resolución episcopal.

Asimismo, en la primavera de 1807 el titular de la diócesis realiza una visita pastoral a Baena, con la intención de eliminar las tradiciones barrocas de las celebraciones pasionistas. La noticia de la llegada motiva una respetuosa y atenta carta de los miembros del Ayuntamiento, en la que expresan su consentimiento y apoyo a los mandatos episcopales. También el guardián de la comunidad franciscana se apresura a ofrecer las dependencias del convento como residencia del ilustre visitante durante su estancia en la villa.

PEDRO ANTONIO DE TREVILLA. EL OBISPO, DURANTE SU DILATADA ETAPA EN CÓRDOBA, EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XIX, ADOPTÓ DECISIONES CONTROVERTIDAS SOBRE LA SEMANA SANTA

PEDRO ANTONIO DE TREVILLA. EL OBISPO, DURANTE SU DILATADA ETAPA EN CÓRDOBA, EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XIX, ADOPTÓ DECISIONES CONTROVERTIDAS SOBRE LA SEMANA SANTA

Visita del obispo a Lucena

Con esta invitación, el superior de San Francisco pretende estar cerca del prelado e influir en la medida de sus posibilidades para mantener las procesiones de Semana Santa sin novedades, ya que repercutirían de forma negativa en las dos cofradías penitenciales establecidas en el templo de la orden seráfica. Sin embargo, las pretensiones del obispo eran claras y, tras la visita, promulga un decreto por el que prohíbe las escenificaciones, figuras bíblicas, evangelistas, apóstoles y turbas de judíos. Con ocasión de la presencia del obispo en Lucena en septiembre de 1807, suprime el tradicional sermón del Paso y prohíbe sacar las imágenes con correones en las procesiones de Semana Santa, unas medidas que causan un fuerte malestar en la población. En los años siguientes Pedro Antonio de Trevilla se persona con frecuencia en los pueblos de su jurisdicción con el propósito de cortar de raíz unas tradiciones, consideradas poco acordes a un verdadero espíritu cristiano. Así, en 1808 se traslada a la zona de la Campiña y visita, entre otros núcleos de población, Aguilar de la Frontera, Fernán Núñez y Castro del Río.

Las medidas tomadas en Aguilar de la Frontera agudizan todavía más la crisis de las hermandades y de la Semana Santa. Prohíbe las representaciones de los sermones del Paso y del Descendimiento en la mañana y tarde del Viernes Santo, respectivamente. Los penitentes se ven obligados a ir con los rostros descubiertos y los horarios de las procesiones sufren modificaciones. En su estancia en Fernán Núñez suprime también el sermón del Paso y el acto del Descendimiento, que venía realizando la cofradía de Jesús Nazareno.

El obispo Trevilla visita Castro del Río en el otoño de 1808 y prohíbe el sermón de Pasión, que congrega a numerosos fieles en el Llano de Jesús antes de la salida de la procesión del Nazareno. La supresión obedece únicamente a que la plática se desarrolla en la madrugada del Viernes Santo.

PASO DEL EVANGELISTA EN BAENA LAS DISPOSICIONES DL OBISPO TREVILLA PERSIGUIERON LAS REPRESENTACIONES DE LA SEMANA SANTA

PASO DEL EVANGELISTA EN BAENA. LAS DISPOSICIONES DL OBISPO TREVILLA PERSIGUIERON LAS REPRESENTACIONES DE LA SEMANA SANTA

En 1809 el prelado elimina en su visita pastoral a Palma del Río el sermón del Paso, que tiene por escenario el Llano de San Francisco en la mañana del Viernes Santo, y el sermón del Descendimiento, que se celebra por la tarde en la iglesia conventual de los franciscanos. Idéntica decisión adopta en 1810 en Posadas con respecto al sermón del Viernes Santo.

El sometimiento de Andalucía por las tropas napoleónicas en 1810 paraliza temporalmente la acción del titular de la mitra cordobesa contra las tradiciones de la Semana Santa, especialmente extendidas en las localidades situadas al sur de la línea fluvial del Guadalquivir.

La invasión francesa tiene consecuencias muy negativas para las hermandades penitenciales, debido a la exclaustración de los religiosos. El régimen bonapartista origina un grave trastorno en la vida de estas corporaciones y, al mismo tiempo, la supresión de las procesiones de Semana Santa. La destrucción llevada a cabo en la capital cordobesa incide en las capillas de algunas cofradías y la ocupación de conventos obliga a trasladar las imágenes.

VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS LA MAGNÍFICA OBRA DE JUAN DE MESA HACE SU ESTACIÓN DE PENITENCIA EN LA TARDE-NOCHE DEL JUEVES SANTO EN CÓRDOBA.

VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS. LA MAGNÍFICA OBRA DE JUAN DE MESA HACE SU ESTACIÓN DE PENITENCIA EN LA TARDE-NOCHE DEL JUEVES SANTO EN CÓRDOBA. / FRANCISCO GONZÁLEZ

El rector de la parroquia de los Santos Nicolás y Eulogio de la Ajerquía señala que la cofradía de la Vera Cruz, «con motivo de la destrucción de esta capilla por los franceses, está en suma decadencia, ya por los gastos hechos para su reedificación, cuanto por los pocos hermanos que le han quedado».

El allanamiento del convento de San Agustín por el ejército invasor provoca la expulsión de las cofradías establecidas en el templo. La de las Angustias se ve obligada a trasladar la imagen titular a la parroquia de San Nicolás de la Villa. También los franceses ocasionan daños materiales en los enseres de la hermandad del Cristo de la Expiración. El regreso de los miembros del clero regular a sus claustros, a partir de 1813, significa teóricamente la normalización de la vida de las hermandades penitenciales, pero se encuentran en un grave estado de postración. Un panorama similar encontramos en el conjunto de la diócesis, que se ve agudizado por la actuación del obispo vasco.

«En 1809 el prelado elimina en su visita pastoral a Palma del Río el sermón del Paso, que tiene como escenario el Llano de San Francisco el Viernes Santo»

Tras el paréntesis de la etapa bonapartista, se recuperan las procesiones de Semana Santa y, de nuevo, el prelado de la diócesis Pedro Antonio de Trevilla, en sus visitas pastorales, insiste en las prohibiciones decretadas en los dos primeros lustros de la centuria decimonónica. En marzo de 1816 remite un memorial al Consejo de Castilla, en el que informa de las medidas llevadas a cabo. También en este año pide a la chancillería de Granada que intervenga y obligue a los responsables de los ayuntamientos y a la justicia local a hacer cumplir sus mandatos.

Fruto de esa gestión son las órdenes cursadas por el presidente de la Audiencia granadina en 1817 a los alcaldes mayores de Montoro, Bujalance, Baena, Cabra, Montemayor, Aguilar de la Frontera, IznájarRute y Puente de Don Gonzalo, para que respalden los edictos episcopales.

A pesar de la enérgica decisión, los problemas no van a quedar solucionados. Existe una actitud reacia del vecindario a cumplir los preceptos del obispo, originando en ocasiones un fuerte malestar. En Montoro, el auto del alcalde mayor, comunicando las prohibiciones de la autoridad eclesiástica, «lo destrozaron en la misma noche, apareciendo picada, como a golpe de puñal, la pared donde se colocó».

Los mandatos de Pedro Antonio de Trevilla en Lucena van a ser recusados por el hermano mayor de la cofradía nazarena Vicente Cerrato y Tafur, quien envía un escrito al alto tribunal de justicia con el propósito de que «se le conceda permiso de sacar en la procesión del Viernes Santo un paso que representa la despedida de Nuestro Señor de su Santísima Madre y también el de hacer el pregón de Pilatos y sacar en correones dicha imagen».

Figuras bíblicas en Puente Genil FIGURAS BIBLICAS EN PUENTE GENIL. ES UNA TRADICIÓN MUY ARRAIGADA EN ESTA LOCALIDAD DEL SUR DE LA PROVINCIA, POR LO QUE HUBO UN ABIERTO RECHAZO A LOS MANDATOS DEL OBISPO TREVILLA

FIGURAS BIBLICAS EN PUENTE GENIL. ES UNA TRADICIÓN MUY ARRAIGADA EN ESTA LOCALIDAD DEL SUR DE LA PROVINCIA, POR LO QUE HUBO UN ABIERTO RECHAZO A LOS MANDATOS DEL OBISPO TREVILLA / GRUPO COMUNICA

Con el propósito de tener un conocimiento de la realidad, la Audiencia granadina había pedido un informe sobre las procesiones de Semana Santa al alcalde mayor de Puente de Don Gonzalo en 1816. En el escrito de respuesta, reconoce explícitamente que la intervención de la autoridad diocesana en la celebración pasionista de la localidad obedece a la presencia de figuras bíblicas, cuya eliminación provoca un rechazo frontal de la sociedad pontana.

La estación de penitencia de la cofradía del Señor de la Humildad y Paciencia abre los desfiles el Miércoles Santo. Forman parte del cortejo las figuras de Adán y Eva saliendo del paraíso terrenal y una turba de profetas, con sus rostrillos y vestuario característico. El informante deja constancia del arraigo que tienen estas representaciones y, a pesar de su crítica, señala que la supresión provocaría un conflicto grave.

La denominada procesión de Jesús Preso sale de la ermita de la Vera Cruz el Jueves Santo por la tarde y en su cortejo participan numerosas figuras bíblicas, descritas en el informe del alcalde mayor. También se alude a la escenificación del Prendimiento.

En la mañana del Viernes Santo realiza la cofradía de Jesús Nazareno su estación de penitencia. La turba de judíos de azote y sayones, los apóstoles y las figuras del Cirineo y los dos ladrones dan colorido con sus ropajes al cortejo que se detiene al llegar a la plaza Nueva, que sirve de escenario al sermón del Paso.

CRISTO DE LA REDENCIÓN.

CRISTO DE LA REDENCIÓN. ElL OBISPO TREVILLA ADOPTÓ UNA SERIE DE RESTRICCIONES A LAS SALIDAS PROCESIONALES, QUE TENDRÍAN DIFÍCIL ENCAJE ENTRE LAS COFRADÍAS ACTUALES / CHENCHO MARTÍNEZ

En la tarde del Viernes Santo tiene lugar en la plaza de la ermita del Dulce Nombre de Jesús el sermón del Descendimiento, en el que unos sacerdotes llevan a cabo el desenclavamiento del cuerpo de un Cristo articulado, que se deposita en brazos de la imagen de la Soledad. Tras la concurrida ceremonia, se inicia la procesión del Santo Entierro, en el que van acompañando los judíos y sayones. Detrás del paso del Sepulcro aparecen las figuras del Diablo y la Muerte, con sus rostrillos y arrastrando una gruesa cadena de hierro.

Figuras bíblicas

El alcalde mayor termina el pormenorizado informe manifestando que el arraigo popular de las representaciones y figuras bíblicas explica y justifica el abierto rechazo a los mandatos episcopales. Al mismo tiempo, el informante reconoce de antemano su fracaso a la hora de prohibir los hechos denunciados por el obispo Pedro Antonio de Trevilla ante la chancillería de Granada.

Los graves sucesos acaecidos en Baena en la Semana Santa de 1819 constituyen una prueba elocuente del rechazo a las prohibiciones del obispo. En ese año el vicario Diego Henares y Tienda realiza un gran esfuerzo, por imperativo de la autoridad diocesana, para lograr el cumplimiento del mandato episcopal. Esta postura resulta contraproducente, puesto que el responsable del clero local se convierte en blanco de las iras populares. Al mismo tiempo, las órdenes del prelado van a ser contestadas por las cofradías con una actitud provocativa, que origina la consiguiente alarma en el alcalde mayor, ante el temor de que se produjera un conflicto de orden público.

DESCENDIMIENTO DE CÓRDOBA REPRESENTACIONES COMO LA DEL DESCENDIMIENTO SE ELIMINARON TRAS LAS DISPOSICIONES DEL OBISPO TREVILLA.

DESCENDIMIENTO DE CÓRDOBA REPRESENTACIONES COMO LA DEL DESCENDIMIENTO SE ELIMINARON TRAS LAS DISPOSICIONES DEL OBISPO TREVILLA. / El paso del Cristo del Descendimiento por el Puente Romano con la torre de la Calahorra de fondo.

Los autos y diligencias que se llevan a cabo por iniciativa del vicario ofrecen una cumplida información sobre el desarrollo de los acontecimientos y corroboran, de manera fehaciente, el profundo malestar del vecindario y su decidida voluntad de mantener a toda costa las tradiciones seculares.

Tanto el hermano mayor como el mayordomo de la cofradía de San Diego de Alcalá son apercibidos de que la procesión del Miércoles Santo debe someterse a la orden dictada por el titular de la diócesis en su visita pastoral de 1807. La salida y la entrada en la iglesia se hacen de acuerdo con el horario establecido por el edicto episcopal y la estación de penitencia se desarrolla con absoluta normalidad.

La tranquilidad vivida el Miércoles Santo contrasta con la exaltación de los ánimos en la mañana del Jueves Santo. Algunos judíos cubiertos con los peculiares rostrillos pasean por las calles desafiando las prohibiciones. El incidente es un anticipo de los sucesos ocurridos por la tarde en la procesión. Numerosos judíos, reunidos en el patio del palacio del conde de Altamira, se incorporan al cortejo, haciendo caso omiso a las órdenes del vicario que, de inmediato, comunica el incidente a los responsables de la cofradía de la Vera Cruz.

La ausencia del alcalde mayor y de los representantes de la justicia resulta bastante sospechosa y, sin duda, constituye una prueba de que no estaban dispuestos a secundar los mandatos del vicario por temor a un tumulto popular.

La difícil situación creada, lejos de atajarse, se manifiesta en la mañana del Viernes Santo en la procesión de Jesús Nazareno. A lo largo del recorrido se van uniendo las figuras bíblicas de Abraham, Isaac y un buen número de los llamados Discípulos de Jesús.

«La lucha del obispo Trevilla contra las formas tradicionales de celebrar la Pasión motiva una pugna que se encona cada vez más, con culmen en 1820»

La mayor tensión se vive en la tarde del Viernes Santo cuando el presbítero Francisco Obeso, hermano mayor de la cofradía del Dulce Nombre de Jesús, toma la decisión de suspender la procesión del Santo Entierro por causa de la lluvia. Al difundirse esta noticia en la población, numerosas personas acuden al Llano de Guadalupe con el propósito de sacarla y, ante ello, el alcalde mayor ordena que vayan los clérigos para llevar el paso del Santo Sepulcro. Temiendo las iras de los concentrados, el vicario decide retirarse a su casa en la calle Mesones. Al pasar la procesión por su domicilio se oyen fuertes gritos contra él.

El alcalde mayor Manuel de Valdés intenta por todos los medios evitar un conflicto de orden público y, con el fin de calmar los ánimos exaltados, autoriza la salida de la procesión del Santo Entierro. Por el contrario, la figura del vicario va a ser vituperada por su empeño en el cumplimiento de los mandatos episcopales.

La lucha del titular de la silla de Osio contra unas formas tradicionales de celebrar la Pasión motiva una pugna que se encona cada vez más. El punto culminante de este enfrentamiento se produce en 1820, como consecuencia de la publicación de un reglamento sobre procesiones de Semana Santa, elaborado el año anterior y aprobado por el Consejo de Castilla. El 26 de marzo de 1819 el Consejo de Castilla dicta una resolución, por la que insta al obispo de Córdoba a elaborar un proyecto de reforma de las procesiones de Semana Santa, siguiendo las directrices del de la Villa y Corte. En los meses siguientes se lleva a cabo el cumplimiento de la orden y, con este fin, los vicarios remiten minuciosos informes acerca de la celebración pasionista en las distintas localidades de la geografía diocesana. Este material se utiliza como base a la hora de confeccionar el reglamento.

EL HUERTO LOS ELEMENTOS BARROCOS, PRESENTES EN LA MAYORÍA DE PASOS, FUERON CUESTIONADOS HACE DOS SIGLOS.

EL HUERTO LOS ELEMENTOS BARROCOS, PRESENTES EN LA MAYORÍA DE PASOS, FUERON CUESTIONADOS HACE DOS SIGLOS. / Chencho Martínez

Pedro Antonio de Trevilla envía el reglamento desde Pozoblanco, donde se encuentra de visita pastoral, el 28 de octubre de 1819 al Consejo de Castilla, siendo finalmente aprobado el 18 de febrero del año siguiente.

El reglamento se publica en la diócesis en marzo de 1820 y consta de veinte artículos, en los que se regulan las procesiones de manera estricta. La normativa contiene prohibiciones que atentan todavía más a las manifestaciones de religiosidad popular.

Los desfiles procesionales en la demarcación territorial del obispado de Córdoba quedan reducidos únicamente al que saldrá en la tarde del Viernes Santo. El articulado fija el recorrido del que se celebra en la capital, mientras que en las localidades de la diócesis queda a criterio de los respectivos vicarios:

«En la ciudad de Córdoba saldrá esta procesión de la Iglesia parroquial del Salvador y Santo Domingo de Silos reunidas, a la que asistirá su párroco y clero, y llevará la carrera siguiente: calle de Letrados, Arco Real, Zapatería, Casas Capitulares, Librería, calle de la Feria a la Cruz del Rastro, Potro, Triunfo, Patio de Naranjos, entrada en la Santa Iglesia Catedral y salida por las puertas acostumbradas, calle del Baño, Pedregosa, Santa Ana y Santa Victoria al Salvador».

El itinerario establecido en la primera coincide exactamente con el del recorrido que desde el siglo XVI vienen haciendo las procesiones del Corpus Christi y de Semana Santa. Todavía en los albores de la centuria decimonónica forma parte del centro urbano el eje viario que desde la Cruz del Rastro desemboca, a través de la calle de la Feria, en la plaza del Salvador, donde se localizan las casas consistoriales y el aristocrático convento de San Pablo el Real. Al mismo tiempo, el templo parroquial designado reúne las condiciones de ser céntrico y disponer de un amplio espacio en la plaza de la Compañía.

JUDÍOS COLIBLANCOS. EN 1820 LOS MIEMBROS DEL AYUNTAMIENTO DE BAENA SE MANIFIESTAN, DE FORMA INEQUÍVOCA, A FAVOR DE LAS PROCESIONES DE SEMANA SANTA

JUDÍOS COLIBLANCOS. EN 1820 LOS MIEMBROS DEL AYUNTAMIENTO DE BAENA SE MANIFIESTAN, DE FORMA INEQUÍVOCA, A FAVOR DE LAS PROCESIONES DE SEMANA SANTA / ARIZA

También las imágenes que salen en el desfile oficial del Viernes Santo quedan limitadas a una serie de advocaciones concretas que representan distintas secuencias de la Pasión:

«Artículo 4º. Se sacarán en ella los pasos de la Oración del Huerto, el de Jesús atado a la Columna, Jesús Nazareno, Jesús Crucificado, el Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad».

El orden de las imágenes en la procesión será el establecido en la normativa e irán acompañadas de sus respectivas cofradías. Aquellas efigies que reciban culto en las ermitas de la localidad deben trasladarse en la mañana del Viernes Santo al templo parroquial.

El reglamento prohíbe el uso de túnicas a los cofrades que participan en la procesión del Santo Entierro. El paso del Sepulcro lo llevarán eclesiásticos en aquellas poblaciones donde hubiere número suficiente. Los fieles que no pertenezcan a las hermandades tienen asignado su lugar en el cortejo procesional y deben ir alumbrando con traje de calle delante del primer paso.

La normativa de 1820 establece la asistencia obligatoria del clero, presidido por el vicario, y suprime elementos barrocos del cortejo procesional, como los palios o los ropajes inadecuados y alhajas que llevan las imágenes. Sin embargo, permite música apropiada de capilla con la presencia de cantores e instrumentos bajos que entonan el miserere.

BORRIQUITA EN CABRA

BORRIQUITA EN CABRA. / JOSE MORENO

Otro de los artículos prohíbe cualquier representación y todo tipo de figuras del Antiguo y Nuevo Testamento que habían logrado un fuerte arraigo en la etapa barroca:

«Quedan suprimidos los pasos del Descendimiento, el de los Apóstoles, Discípulos, Ángeles, Sibilas, Virtudes y todos aquellos que sean distintos de los expresados en el artículo 4º». Finalmente el articulado hace especial hincapié en que a partir de ahora «no se permitirán túnicas, caperuzas, morriones, soldadesca ni distinción alguna que pueda llamar la atención». También contempla la asistencia de la justicia para dar solemnidad al desfile del Santo Entierro y garantizar el debido orden. Las severas medidas adoptadas provocan una furibunda reacción en contra y en algunas localidades, como Montemayor, Cabra, Baena y Castro del Río, se está al borde de alteraciones graves de orden público. La masa popular asocia y relaciona las prohibiciones de Semana Santa con el advenimiento del régimen liberal y la entrada en vigor de la constitución de 1812.

Tal vinculación no corresponde a la realidad, ya que la elaboración de la polémica normativa se había realizado antes de la abolición del absolutismo. Esta circunstancia explica y justifica el interés de las autoridades municipales en aclarar la cuestión y hacer ver a los vecinos que no se oponen a la religión. El escrito de la junta superior constitucional de la provincia al obispo el 21 de marzo de 1820 constituye un ejemplo significativo: «La Junta Superior de esta ciudad y su provincia, en vista de la representación que han hecho los comisionados del Ayuntamiento de Fernán Núñez, ha acordado se le incluya a V. S. I., como lo ejecuta, manifestando al propio tiempo lo grato que le sería el que condescendiese con los deseos de este pueblo, en consideración a las circunstancias presentes, para quitar a los mal intencionados la ocasión de atribuir al nuevo régimen disposiciones que le son indiferentes, pero que en el momento podrían dar paso a las malignas especies que se hacen circular de que aquel no es favorable a la piedad y religión».

Montemayor

Los habitantes de la villa de Montemayor hacen caso omiso del reglamento publicado y celebran la Pasión de manera tradicional. La presión popular llega a tal extremo que el obispo Pedro Antonio de Trevilla se ve obligado a conceder la correspondiente autorización. El testimonio del vicario resulta muy ilustrativo de la tensión vivida:

«Las medidas adoptadas en la polémica normativa de Pedro Antonio de Trevilla se acatan en Córdoba capital por imposición de la autoridad eclesiástica»

«Los motivos que hubo para haberse hecho el sermón y paso de la calle de la Amargura en la Plaza la mañana del Viernes Santo y el Descendimiento del Señor en la Cruz en la tarde del mismo día, que V. I. tenía prohibidos en sus mandatos sobre este particular, fueron la convicción y exaltación de los ánimos de estos vecinos, acalorados por almas inquietas y amigas de revolución que en todas partes se hallan; desde la víspera de la publicación de la constitución, ya los muchachos de la escuela pública publicaban por las calles las procesiones y al día de su publicación se arrojaron a las casas del Ayuntamiento hombres y mujeres pidiéndolas a voces y se aquietaron por habérselas prometido, se suplicaría a V. I. las permitiese, según costumbre antigua, como en efecto tuvo a bien permitirlas por este año: el pueblo estaba resuelto a que se hiciese el paso de la Plaza y el Descendimiento, a pesar de todo y próximo un alboroto que traería un público escándalo y consecuencias muy perniciosas».

El gobierno municipal de Cabra se ve impotente para serenar los ánimos encrespados de la población y opta por autorizar la salida de las procesiones. De inmediato comunica al vicario la decisión y las razones que le han movido a ello:

«[...] tampoco puede reponer lo que decretó en el cabildo que celebró en el día de ayer, disponiendo la salida de todas ellas en el modo y forma que anteriormente, respecto de que a medida que se van acercando los días de citadas procesiones, se va aumentando la efervescencia popular por no haberse aún publicado esta determinación: así pues confía en la prudencia de V., que no formará oposición alguna en atención a que de lo contrario compromete su persona, como lo ha estado en los años pasados con la de otros eclesiásticos y aun a la misma Iglesia, exponiéndola a insultos que todos debemos evitar».

También los miembros del Ayuntamiento de Baena se manifiestan, de forma inequívoca, a favor de las procesiones de Semana Santa. El 23 de marzo de 1820 toman un acuerdo en este sentido, con el propósito de hacerlo llegar al vicario, prior de los dominicos y guardián de los franciscanos, cofrades y vecinos en general. La iniciativa parte del alcalde de la corporación municipal, que muestra su preocupación por la tensa situación que se respira en el ambiente:

«[...] el señor alcalde presidente dijo: que, mediante la proximidad de la Semana Santa, que había rumores en el pueblo sobre si saldrían las procesiones o darían motivo a que se sacasen con escándalo, que es público y notorio lo que ocurrió el año anterior sobre este particular; que no hay motivo para privar a este vecindario y por cuyo medio pueden excusarse disgustos de alguna consecuencia, que si parecía a el Ayuntamiento se podría tratar de este punto y dar alguna determinación».

Asimismo en la villa de Castro del Río aflora un clamor general contra las medidas restrictivas impuestas a las celebraciones de Semana Santa por el reglamento del obispo Trevilla. El alcalde primero Benito Polo Moreno convoca urgentemente a los ediles a un cabildo que se celebra en las casas consistoriales el 30 de marzo de 1820.

ALTAR DE CULTOS EN LA TRINIDAD LAS PROCESIONES DESAPARECIERON EN CÓRDOBA HASTA MEDIADOS DE LA CENTURIA DECIMONÓNICA, CAUSANDO UNA RUPTURA CON LA TRADICIÓN.

ALTAR DE CULTOS EN LA TRINIDAD LAS PROCESIONES DESAPARECIERON EN CÓRDOBA HASTA MEDIADOS DE LA CENTURIA DECIMONÓNICA, CAUSANDO UNA RUPTURA CON LA TRADICIÓN. / FRANCISCO GONZALEZ

A la reunión asisten Francisco Fausto Medina, activo hermano de la cofradía de la Soledad y Entierro de Cristo, y Benito Márquez Márquez, quienes informan sobre el fuerte malestar y descontento por la normativa episcopal y la firme decisión de un numeroso grupo de vecinos a sacar las procesiones a la calle. Al mismo tiempo, sugieren que el municipio intervenga con el fin de mantener y garantizar el orden: «[...] habían entendido ser voluntad popular la saca de procesiones, opinión que despreciaron, persuadidos a que quedaría sólo en pensar, pero en la mañana de este día visitando los Sagrarios, grupos de hombres los han detenido pidiendo hagan salir las procesiones y que si no ellos lo ejecutarán, que tratando de persuadirlos a la obediencia de la autoridad que ha mandado la suspensión, en voces desentonadas cuasi frenéticas y sin poder distinguir quién hablaba, decían las procesiones han de salir; sabemos las hay en los pueblos inmediatos, aquí se quitan porque los Sres. Ayuntamiento y Eclesiástico quieren y no ha de ser».

El testimonio documental constituye un fiel exponente de la crispación de ánimos, provocada por una situación que achacan los vecinos a las autoridades locales.

Los capitulares son conscientes de la gravedad de las tensiones y deciden entrar en contacto con el clero parroquial para solucionar el problema.

El clero desatiende la petición del Ayuntamiento y pretende inhibirse del espinoso asunto, temiendo las recriminaciones de la autoridad diocesana por colaborar al incumplimiento de los mandatos episcopales. Resulta muy sintomático que el vicario y dos sacerdotes de la parroquia aleguen enfermedad para no acudir a las casas consistoriales.

Únicamente se persona el teniente de vicario Nicolás Rodríguez Carretero, quien ratifica los planteamientos de los ediles de sacar las tres procesiones que ha sido costumbre, pero se «excusen los pasos y sermones que se han solido hacer y decir fuera de las iglesias y que no se permita persona alguna con cara tapada». Las medidas adoptadas en la polémica normativa de Pedro Antonio de Trevilla se acatan en la capital cordobesa por imposición de la autoridad eclesiástica. Sin embargo, no entran en vigor por la desaparición de las procesiones de Semana Santa hasta mediados de la centuria decimonónica, provocando una traumática ruptura con la tradición.

La desaparición de las procesiones a lo largo de casi tres décadas agrava la delicada situación por la que atraviesan las cofradías penitenciales que, salvo casos excepcionales, quedan prácticamente disueltas. Los actos religiosos en honor de las imágenes titulares de las hermandades se limitan a los cultos que tienen por escenario los respectivos templos.

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