La Semana Santa es fe, historia, tradición, arte y sentimiento, valores que se agolpan año tras año. La Semana Santa es una relación que se establece entre la ciudad y sus cofradías, entre sus barrios alejados y el centro urbano, en definitiva entre la historia pasada y sus protagonistas actuales. Unos protagonistas que cada año se reencuentran con aquellos enclaves por los que quizás no pasen durante todo el año, pero saben que, en Semana Santa, volverán a estar en ese mismo lugar, porque allí vieron a esta u otra cofradía con sus abuelos, sus padres, sus hermanos o sus amigos, un enclave al que le viene a la memoria aquellos que ya no están y que todos los años forman parte de su Semana Santa.

Viernes de Dolores

Unos de estos enclaves, que cada año se alza como la mejor antesala de los días grandes, es la plaza de Capuchinos, la misma que cada año es un hervidero de fieles que llegan a postrarse a las plantas de la Virgen de los Dolores, la Señora de Córdoba. Con este sentir mariano, cada Viernes de Dolores las colas se bifurcan buscando la nacarada dulzura de la Virgen de la Paz, expuesta en besamanos en Capuchinos, la delicada dolorosa de Martínez Cerrillo que espera su coronación canónica. El ambiente del Viernes de Dolores es ya casi de Semana Santa: el sol, las tertulias en las calles, el olor a azahar, el degustar una buena torrija... ¡Qué alegría de sol!, dice algún cofrade en la puerta de San Agustín mientras espera que abran las puertas del templo para contemplar al Cristo de las Angustias, expuesto durante la jornada a la veneración de los fieles.

El crepúsculo violeta de la tarde pondrá tintes morados a la plaza de Capuchinos por donde pasa Jesús de la Sangre en vía crucis. En San Lorenzo, espesas nubes de incienso anuncian al imponente Cristo de Ánimas, que, con su característico sello, llena de autenticidad penitencial las calles de San Lorenzo en su tradicional vía crucis con el que sus hermanos lo colocan en el paso. Un incienso que también se elevará al aire en Trinitarios para Jesús Rescatado, que emerge entre una marea humana que lo acompaña en su vía crucis por el Alpargate. Una cadena de rezos que no se interrumpe en toda la tarde noche. Así, en la cuesta de San Cayetano los hermanos de Jesús Caído acompañan al Señor de los toreros, mientras bien entrada la noche cruza por San Agustín la secular imagen de Jesús Nazareno y así va declinando un Viernes de Dolores que nos llevará a los días grandes, donde la ciudad se transforma para acoger a sus cofradías que llegan hasta la Catedral desde todos los puntos de la ciudad.

La fiesta de los sentidos

La Semana Santa de Córdoba se conforma de 38 cofradías penitenciales que aglutinan a miles de cofrades de distintos estratos sociales, pero con un mismo sentir, la devoción a sus titulares. Estas cofradías radican en distintos templos de la ciudad, tanto situados en el casco histórico, como en zonas periféricas, las llamadas cofradías de barrio con su particular sello. Todas ellas confluyen en un recorrido común, la carrera oficial que desde 2017 transita por el entono de la Mezquita-Catedral, con todo lo que este conlleva. Por un lado, se le dio sentido a las estaciones de penitencia al hacer su estación ante el Santísimo en la Santa Iglesia Catedral y, por otro, el indiscutible contenido estético. En este sentido, es algo sobrecogedor el ver cruzar las cofradías entre los arcos califales de la antigua mezquita cordobesa. Un traslado que, sin duda, ha revalorizado el conjunto de la Semana Santa cordobesa.

Domingo de Ramos

Con la llegada de la primavera la ciudad comienza a desperezarse por rejas y balcones en un estallido de luz y color, de aromas, de sensaciones; sin duda, el escenario perfecto para que discurra la gran celebración de los sentidos que es la Semana Santa. Así que, abrid los ojos, los oídos y los corazones que ya es Domingo de Ramos y en Córdoba todo está preparado en la parroquia de San Lorenzo para que Jesús en la Entrada Triunfal en Jerusalén cruce el atrio del templo. Ya no hay marcha atrás, las calles se llenan de júbilo y alegría. Sin duda, ya es Semana Santa. El Señor en su borriquita renueva cada año la ilusión, no solo de los cofrades, sino del público que sabe que un año más es Semana Santa.

La tarde del Domingo de Ramos en Córdoba une los barrios periféricos, como el Sector Sur, con los del centro de la ciudad en un binomio perfecto de devoción y tradición. Así, desde el otro lado del río llegará una cofradía de barrio, una cofradía perfectamente injertada en un barrio humilde que se identifica con sus titulares: Jesús en el Desprecio del Pueblo, el Cristo del Amor y la guapa Virgen de la Encarnación mecida por la primera cuadrilla de costaleras de Andalucía.

Mientras la cruz de guía de la hermandad del Amor hace su entrada en la ciudad vieja, los barrios castizos se preparan para arropar a sus cofradías de siempre. El barrio de Santiago verá discurrir a la hermandad de las Penas, el Crucificado más antiguo de los que procesionan en la Semana Santa de Córdoba, y tras él la Virgen de la Concepción. A pocos metros, los titulares de la hermandad del Huerto harán su salida de la parroquia de San Francisco, donde el azahar del compás será el mejor perfume para presenciar la Oración de Jesús en el Huerto.

Un perfume que también dejarán los cientos de pétalos que caerán por los balcones para agasajar en su llanto a la guapa Virgen de la Esperanza, que entre alegres marchas camina tras el Señor de las Penas, en cuyo dorado paso se refleja el último sol de la tarde. Y desde el viejo Alpargate, la inconfundible silueta del Nazareno de las Promesas, Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado, que se echará a la calle entre un mar de gente que lo espera a la salida y al regreso de la iglesia de los Trinitarios; tras él, la Virgen de la Amargura que camina casi entrada la madrugada del Lunes Santo.

Lunes Santo

El Lunes Santo cordobés es el día de los contrastes. A primera hora de la tarde todo será luminosidad desprendida por las hermandades de los barrios, como la Merced. Blancos nazarenos que inundan las calles del barrio de Edisol para, por la antigua Puerta de Plasencia, hacer su entrada en el casco histórico. La cofradía se dirigirá hacia la Catedral por Puerta Nueva para buscar el antiguo barrio de San Pedro. Entre las vetustas piedras del templo fernandino pasará el Señor coronado de Espinas y la guapa Virgen de la Merced.

También de barrio, en esta ocasión de la Huerta de la Reina, llega la hermandad de la Estrella, o del otro lado del río la hermandad de la Vera Cruz. Mientras, en el centro, Cristo volverá a escuchar su Sentencia de muerte en San Nicolás, clasicismo hecho cofradía. Todo este color y luminosidad se tornará elegía funeraria al caer la noche, cuando enlutados nazarenos nos muestren crucificado al que el Domingo de Ramos entraba triunfante en Jerusalén. El Cristo del Remedio de Ánimas conmueve en la tarde del Lunes Santo, las campanas de San Lorenzo tañen a difuntos y los nazarenos entonan el miserere. Es digno de ver la vuelta de esta hermandad ya entrada la noche y la recogida en su templo. En este Lunes Santo tan característico destaca también la hermandad del Vía Crucis, sobre todo su paso por las calles de la Judería, donde la saeta sirve de rezo fúnebre al Cristo de la Salud. Una hermandad que en los últimos años ha recuperado al paso de su cortejo los altares callejeros.

Bulla y calor popular en la salida de Jesús de Las Penas. CHENCHO MARTÍNEZ

Martes Santo

El Martes Santo está marcado por la juventud, cofradías jóvenes pero ya imprescindibles en la Semana Santa cordobesa. A primeras horas de la tarde, el barrio del Naranjo se echa a la calle para acompañar al Señor de la Agonía, que sale desde la Catedral y, desde hace pocos años, a la Virgen de la Salud. Poco tiempo después la joven cofradía de la Santa Faz sembrará de devoción trinitaria las calles de Córdoba, y por la plaza de Capuchinos la cofradía de la Sangre volverá a oír los frustrados lamentos de Claudia Prócula para salvar al Maestro. Y ya, bien entrada la noche, Cristo se encontrará con su Madre, el Buen Suceso que desde San Andrés recorre calles como Fernando Colón o compás de San Francisco hasta llegar a la Catedral cordobesa. Poco antes, la hermandad Universitaria, con su peculiar cortejo, habrá transitado las calles de la ciudad acompañando al Cristo Universitario, aquel cuyo modelo antropomórfico está sacado del hombre de la Sábana Santa. Y de nuevo el barrio, San Lorenzo, barrio cofrade por excelencia, que se echará a la calle para arropar al Divino Salvador en su Prendimiento, todo un clamor popular al paso de los titulares de esta hermandad.

Miércoles Santo

El Miércoles Santo marca el ecuador de la Semana Santa, el cofrade sabe que ya queda poco para que todo termine. Es por eso que bien temprano se apresura a ir a la Judería para, un año más, entre la estrechez de sus calles, escuchar el cruel chasquido de la bofetá a Jesús del Perdón. Muy cerca, los tambores anuncian a Jesús de la Pasión, que camina lentamente hacia la Catedral. Casi a la misma hora la plaza de Capuchinos se torna más blanca si cabe al quedar inundada de la luminosidad que emana el blanco palio de la Virgen de la Paz y Esperanza. La hermandad, en un derroche de popularidad, atravesará los jardines de la Merced entre una muchedumbre que aclama a esta cofradía. Y un año más se obrará el milagro de ver salir entre la estrechez de la ojiva de la puerta de la parroquia de San Lorenzo a Jesús camino del Calvario, tras el Señor de San Lorenzo, como una rosa marchita, la Virgen del Mayor Dolor, selectas marchas y un delicado caminar hace que cueste mucho trabajo abandonar este palio en la ya casi madrugada del Jueves Santo. Un nostálgico Miércoles Santo que se cerrará con la Misericordia de Cristo en la puerta de la fernandina basílica de San Pedro, dosel de piedra para enmarcar los titulares de esta señera hermandad.

Jueves Santo

Córdoba se reencuentra con los días grandes. El Jueves Santo es el día clásico de la Semana Santa cordobesa, con cofradías de siempre marcadas por un gran clasicismo como el Caído, que desde San Cayetano cruzará el barrio de los toreros, Santa Marina, pasando por enclaves tan característicos como la plaza del Conde de Priego, donde está el monumento a Manolete, que fue hermano mayor de esta cofradía.

No menos interesante es el paso por las calles de la hermandad del Cristo de Gracia, el de los Esparragueros, devoción de barrio que se mantiene intacta. La hermandad del Cristo de Gracia, con su imagen titular traída de América en el siglo XVII, conserva ese sabor a cofradía de siempre en una tarde de Jueves Santo donde la saeta se hará la mejor aliada de esta imagen, una saeta que se elevará al aire en numerosas ocasiones en honor al crucificado de Trinitarios.

Saeta en el Alpargate y saeta en el compás de San Francisco al Cristo de la Caridad, una hermandad hermanada con el Tercio Gran Capitán 1º de la Legión, cuya banda acompaña a esta imagen en su procesión por las calles de Córdoba. Son miles las personas que se congregan en la popular calle de la Feria para contemplar la imagen de este imponente crucificado del siglo XVI caminar a los inconfundibles sones de la Legión.

Pero para imponente el grupo escultórico de la Virgen de las Angustias, obra cumbre del insigne imaginero cordobés Juan de Mesa y Velasco. El conjunto volvió hace unos años al lugar donde se fundó la cofradía, el antiguo convento de San Agustín. Desde allí procesiona en una tarde de Jueves Santo donde el barrio se vuelca para acoger a esta bella imagen que recorre lugares tan emblemáticos como la plaza de San Agustín, las Rejas de Don Gome o el entorno de San Andrés para buscar la Catedral.

Y en medio de todo este clasicismo irrumpe la hermandad de la Sagrada Cena, que desde el barrio de Poniente llega a la Catedral. La joven hermandad de la Cena espera desde hace varios años estrenar el paso de palio de su titular mariana, María Santísima de la Esperanza del Valle.

Sin solución de continuidad se suceden las jornadas del Jueves Santo y la Madrugada. Casi simultáneamente se van cerrando las puertas de San Agustín y se van abriendo las de la Catedral para acoger a la hermandad de la Buena Muerte, la única cofradía de la madrugada cordobesa, una corporación que presenta dos pasos: el Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora Reina de los Mártires. Ambos caminan en la silente madrugada de Córdoba, donde hace unas décadas, además de la Buena Muerte, hubo dos cofradías más: la Merced y el Nazareno. Hoy tan solo la Buena Muerte realiza su estación de penitencia en la madrugada cordobesa bajo la inmensa luna de Nisán. Todo un gusto para los sentidos ver pasar a la Reina de los Mártires en el silencio de la noche con la sola música de los flecos de su bambalina golpeando el varal.

Viernes Santo

Una madrugada que da paso al Viernes Santo, una jornada donde seis cofradías de distinta procedencia y de distinto estilo irán poniendo fin a la Semana Santa cordobesa. Un Viernes Santo donde las cofradías llegan tanto de barrios alejados, como del centro. Así, la hermandad de la Conversión, que espera estrenar carrera oficial, llegará desde la lejanía del barrio de las Electromecánicas. La joven hermandad muestra al público el misterio de la Conversión del Buen Ladrón con un grupo escultórico de gran belleza plástica.

También, desde otro barrio alejado, en este caso Levante, espera salir por primera vez la Virgen de la Soledad tras su histórico traslado desde la parroquia de Santiago a la parroquia de Santa María de Guadalupe (Franciscanos). Esta cofradía dará vida cofrade a unas calles de un barrio que hasta ahora han estado huérfanos de cofradías.

De otro barrio, en este caso del castizo Campo de la Verdad, llega la hermandad del Descendimiento, el Cristo que recibe el cariño de su barrio cada Viernes Santo, y tras él la Virgen del Buen Fin. Una buena ocasión para emocionarse cuando la cofradía llega a las inmediaciones de su templo, donde se sucederán las saetas desde el conocido bar Los Romerillos.

Pero mucho antes de esto el severo paso del Cristo de la Expiración habrá vuelto a recordar que es tarde de Viernes Santo. La música de capilla se elevará en las bóvedas de San Pablo y abrirá el camino a la belleza de la Virgen del Rosario, que en palio de cajón seguirá el caminar del Crucificado de San Pablo.

Una tarde de Viernes Santo en la que todavía habrá tiempo de reencontrarse con la Virgen de los Dolores. La emblemática plaza de Capuchinos se abarrota en esta ocasión para ver a la Señora de Córdoba, que cruza como siempre y como nunca la sempiterna plaza en ese otro viernes donde Córdoba se da cita para ver de cerca el nacarado rostro de la Virgen de los Dolores.

Cuando la dolorosa servita regresa a su templo ya está casi todo consumado. El sonido de la matraca que abre el cortejo de la hermandad del Santo Sepulcro anuncia que Cristo yace ya en la urna funeraria. Aquel que dio de comer a los hambrientos, resucitó a los muertos y entró triunfal en Jerusalén yace frío y yerto en el rígido catafalco. Y tras él la Virgen del Desconsuelo en su Soledad, bajo palio de luto, cerrando la tarde de un Viernes Santo que lentamente se apaga.

Domingo de Resurrección

En Córdoba el Sábado Santo es para descansar y esperar el momento de la resurrección. Una resurrección que cada año buscamos en el barrio de Santa Marina, el barrio torero donde Manolete, desde su monumento, es ilustre testigo de la resurrección del Señor. Poco a poco, se abren la puertas de la parroquia de Santa Marina, la ojiva del templo parece que se ensancha para dejar pasar el dorado paso de Jesús Resucitado. Ya sí. La banda toca Resucitó y las amarillas piedras del templo fernandino sirven de dosel para enmarcar la resurrección de Cristo.

La cofradía de Santa Marina recorrerá las calles para llegar a la Catedral y ya pasadas las tres de la tarde el palio de la Virgen de la Alegría pondrá el broche de oro a la Semana Santa cordobesa. Suena la Marcha Real, la sonrisa de la Virgen se va adentrando en el templo y el cofrade sabe que este momento no es el fin, sino el inicio de la próxima Semana Santa.