La intimidad de la iglesia de la Compañía acogió anoche el Santo Entierro de Cristo. El golpe seco de la implacable matraca no anunció ayer por las calles de la ciudad la muerte de Jesús. La lluvia impidió que la cofradía mostrara esa casi perfecta estética que le caracteriza.

El agua impidió que en este año tan importante, en el que la iglesia celebra el año de la Fe, las calles contemplaran el dorado catafalco donde el Señor de la Compañía espera la resurrección. Calles que al igual que La Catedral no pudieron ver la sobria arquitectura de líneas rectas que ofrece el palio de la Virgen del Desconsuelo, acompañada de San Juan y la Magdalena, palio que iba exornado de cónicas piñas de clavel blanco sustituyendo a las clásicas jarras de azahar, flor que este año, por la climatología, le ha sido a la cofradía imposible encontrar.