A una fiesta que consiste en tener la puerta de la casa abierta a todo visitante no le puede sentar mejor que, en la práctica, hayan terminado las restricciones para pasear, relacionarnos, conocernos… que es justamente el espíritu de los Patios de Córdoba y lo que la pandemia nos ha quitado durante dos años. Más aún, esta primera edición de la Fiesta de los Patios postcovid 19 (si se permite creer que la epidemia ya es parte del pasado) es también la primera tras la celebración del Centenario del Concurso, cuya conmemoración marcó el año pasado.

Está claro que se abre una nueva etapa del certamen que, incluso, tiene su reflejo en unas bases del concurso que siempre han estado sujetas a cambios, a modificaciones tan radicales como las que se acordaron en el pasado, por ejemplo, incluyeron el Concurso de Patios dentro del programa de la Feria de Mayo o haciéndolo coincidir con la Fiesta de las Cruces para que  solo los recintos con una de estas instalaciones pudieran competir.

El patio de Juana Romero (Zarco 15), con su peculiar arco haciendo esquina y con chaflán y espectaculares ejemplares de plantas ‘de verde’

Hubo cambios normativos sonados y polémicos, como aquel que separó el Concurso de Patios de cualquier otro programa, el que circunscribió la competición a los patios del Casco Histórico, el que prohibió las barras que amenazaban con desvirtuar la fiesta, el que casi duplicó la cuantía de los premios instituyendo la subvención al patio solo por ser admitido al certamen, el que impidió la entrada a competición de establecimientos hosteleros y hoteleros (algo que, por cierto, aún trae cola para ser reglado por ejemplo, por lo difícil que puede ser  diferenciar un inquilino de un huésped de paso), la norma obligaba a que el edificio del patio esté habitado…

Una modificación esencial, y la que durante más tiempo se ha mantenido en vigor, justo las dos últimas décadas, fue la eliminación de los premios por temas (iluminación natural, uso del Agua, colaboración vecinal, etcétera) por premios ordinales y el establecimiento de dos categorías: arquitectura antigua y arquitectura moderna.

Ello ponía un orden más ajustado según estas dos modalidades y con diversas categorías por superficie del recinto a esa realidad compleja que es un patio, cada uno distinto de otro y todos con personalidad y características únicas.

2022: los patios de colectivos

Pues bien, en ese intento de racionalizar el certamen y hacer más justos los premios, a la vez que los premiso sirvan para impulsar la conservación de los patios y atraer a una nueva generación de cuidadores, en esta nueva etapa marcada por el 2022, como se iba diciendo, se ha instituido la categoría de ‘Patio Singular’, para «aquellos que, pertenecientes a entidades, asociaciones o congregaciones religiosas, aportan señas de identidad de la arquitectura oficial o religiosa de su época, son extraordinarios por su monumentalidad, por su forma o por su uso, o aportan una propuesta en el marco de la Fiesta de los Patios, que se valora interesante para el citado programa », una categoría que abre la mano a recintos donde no viven  habitualmente personas y que están cuidados por un colectivo de residentes de fuera, a la vez que permitirá conocer tipos de patios que no tenían cabida en el certamen, como los conventuales.

Tinte, 9.

Sin embargo, la nueva norma, y algo que ya es una constante en el siglo de este Concurso, no ha sido acogida de manera unánime y mucho menos con igual satisfacción.

Un caso particular de rechazo frontal a la nueva norma es el que ha manifestado Miguel Ángel Roldán, presidente de la Asociación de Amigos de los Patios, porque se haya obligado a los dos patios de este colectivo a participar como Patio Singular, donde la distribución de premios es  menor (uno de ellos, Siete Revueltas 1, que está habitado y entraría en otra categoría y, el  segundo, San Basilio 44, abierto durante todo el año y el más visitado y conocido de Córdoba, incluso por autoridades foráneas).

El malestar es tan profundo que la asociación se ha planteado salir del concurso e incluso ha estudiado medidas legales contra el cambio normativo de este año.

Otra polémica con ‘estudios’

Otra cuestión distinta es una nueva e inesperada amenaza al futuro de la Fiesta, que se suma a otras antiguas como la desaparición de inmuebles de arquitectura popular en el Casco Histórico, la falta de relevo generacional, la masificación de la fiesta o el riesgo de una comercialización que la desvirtúe.

Se trata de ese incomprensible problema burocrático por el cual, si alguien obtiene una premio por parte de una administración, aunque sea tan diferente como el Ayuntamiento de Córdoba y por un motivo tan puntual como participar en el concurso de Patios, el Ministerio de  Educación automáticamente procede a retirarle la beca a los estudiantes de la familia que la disfrutan, todo un trastorno insalvable para algunas economías familiares con uno o dos hijos becados y que, ante esta situación, también estudian muy seriamente abandonar el Concurso Municipal. Ciertamente, se está buscando una solución a este sinsentido burocrático, que pasaría, por ejemplo, por renombrar el accésit por participación que se entrega a cada patio,  que oficialmente se considera un ‘premio’ y que es el origen del conflicto.

La naturaleza y sus otras normas

Capítulo aparte, el concurso de este 2022, igual que en el pasado hubo otros que se recuerdan porque el calor, el frío, la lluvia o el granizo adelantaron o retrasaron la floración y  perjudicaron o beneficiaron a unos patios u otros, esta edición pasara a la pequeña-gran historia de los cuidadores de los recintos populares por las dos oleadas de calima,  acompañadas por chubascos de barro, que en marzo mancharon las hojas de las plantas, a veces tapando completamente los estomas de algunas especies con una finísima arcilla imposible de quitar, tan persistente como el barro que manchó también las paredes de patios, muchos ya pintados para el concurso.

Patio de Mariano Amaya 4, uno de los de sabor más popular, cuidado por Celeste Almenara y Marina Muñoz

Ciertamente, el patio nos vuelve a dar otra lección: que la naturaleza no sabe de plazos de concurso, normas polémicas ni cuitas burocráticas, y, sin consultarnos, a veces tiene a bien mandarnos frescos chubascos en abril como los que pusieron la floración ‘en su punto’ tras unos sequísimos y calurosos meses de enero y febrero, como a la vez nos impone un virus dos años o una lluvia de barro por sorpresa. Y que pese a todo ello… la vida florece.