«En el principio creó Dios los cielos, la tierra y el patio», si se permite el atrevimiento de parafrasear el primer versículo del Génesis para hablar de este bien patrimonio de la humanidad, el Patio cordobés. Algo que puede disculparse por lo mucho que de devoción espiritual, casi religiosa, tiene el patio para sus cuidadores y el resto de la ciudad. Un patio que es un ser tan vivo como las plantas que prosperan en el recinto, como la propia Fiesta que en mayo abre estos recintos al mundo, igual que la más significativa de sus manifestaciones: el concurso municipal, del que se cumple este año un siglo de su primera edición.

Como seres vivos, tanto los patios como el concurso tienen sus ancestros, con una historia que, como dice Miguel Ángel Orti Belmonte, enlaza con el patio hispano-romano con orígenes aún más remotos en la cultura babilónica y egipcia. Incluso, y ya en un ámbito autóctono, se investigan orígenes tartésicos en complejos como el de Casas del Turuñuelo (Badajoz), en un patio sacrifical.

Encarnación 11, en los años 80. FOTO: JCF

Y como todo héroe de procedencia mítica, los patios tienen sus juglares, poetas (comenzando por el propio Premio Príncipe de Asturias Pablo García Baena, criado en Parras 6), historiadores, pregoneros, periodistas y hasta profetas. Al respecto, hay que citar aquí obligadamente al periodista Francisco Solano Márquez, y particularmente a su libro Córdoba es Patio, de ediciones Buendía.

No se lo pierdan: es la referencia de todo aquel que quiera conocer con amenidad y rigor la Historia (con mayúscula) de esta Fiesta en todas sus facetas: el Concurso Municipal, el Festival de Patios, la tradición ancestral, sus cantores, su relación con el mayo festivo, cómo se ha reflejado en la prensa… Más aún, nada mejor que basarse en la estructura de Córdoba es Patio para ofrecer al menos unas pinceladas del devenir de la fiesta y, especialmente, del concurso del que se cumple un siglo.

Doña Josefita, en San Juan de Palomares 11, el patio más premiado en los dos últimos tercios del siglo del concurso. FOTO: Leonardo Rodríguez.

1921, EL ORIGEN

Para ello hay que viajar en el tiempo a aquella edición de 1921 que buscaba premiar una costumbre ya arraigada, la de abrir los patios al visitante, y en el que se inscribieron solo tres patios que se repartieron los premios: el de la calle Empedrada 8 (Santa Marina), con 100 pesetas; el de Buen Pastor 7 (actual 17), que ganó 75 pesetas, y el de Almanzor 11 (en la Judería, como el anterior), gratificado con 50 pesetas.

Por entonces, era alcalde Francisco Fernández de Mesa y el certamen se denominó Concurso de Patios, Balcones y Escaparates, y estaba enmarcado en el programa de la Feria de la Virgen de la Salud. Quedaba mucho para que el concurso y la Fiesta de los Patios en sí misma se independizase de otros eventos del mayo festivo y se institucionalizasen sus propios valores. De hecho, en 1925 volvieron a competir los patios en un certamen municipal, tras el éxito que obtuvo el Real Centro Filarmónico con la cruz que montó en su interior en 1924. Así, el alcalde, José Cruz Conde, crea un concurso de cruces en los patios, que entre 1925 y 1929 tuvieron entre 20 y 40 participantes, según la edición.

Carmen Montilla, una institución de los Patios, desde su recinto de Trueque 4. FOTO: CÓRDOBA.

Fue en 1933, quizá con un trasfondo de desacralizar y separar los Patios de las Cruces, cuando Francisco de la Cruz Ceballos, como regidor, convoca un segundo concurso, también ligado a la Feria, y en el que en esta época se inscribían entre 13 y 20 patios.

Tras el parón de dos años por la Guerra Civil, en 1939 vuelve el certamen competitivo con una edición que quería recalcar la vuelta a la normalidad tras el conflicto armado. Pero no estaban los ánimos ni los recursos para festejos, así que el certamen competitivo no volvería hasta 1944, bajo la alcaldía de Antonio Luna Fernández, seguido por las de Rafael Salinas Anchelerga y Alfonso Cruz Conde, que institucionalizaron un equipo de jurados con criterios de valoración (estética, arquitectura, tipismo, etcétera) más objetivos, señala Francisco Solano Márquez.

HISTÓRICO BADANAS 15

Comenzaba el reinado del patio de Badanas 15, triunfador indiscutible de unas ediciones en las que se presentaban entre 7 y 26 patios, quedando siempre el primero en 7 de 9 ediciones, y eso pese a las restricciones que se tomaron para que un ganador no repitiera premio.

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Las fotografías más antiguas del Concurso de Patios Córdoba, en la década de 1930 Santos

Durante el mandato de Antonio Cruz Conde, y a pesar de que el concurso desapareció en dos ediciones (1953-54, sustituido otra vez por un certamen de Cruces en los Patios con un formato similar al del periodo 1925-29) se toma conciencia del atractivo que aportan estos recintos potenciando la Fiesta entre 1955 y 1962, aumentando la participación, institucionalizando una ayuda a todo patio participante y hasta duplicando premios más allá de lo que fijaban las bases del concurso.

PRIMERAS SEÑALES DE ALARMA

Otra época clave sería la del mandato del alcalde Antonio Guzmán Reina (1963-70), en la que la participación aumentó a entre 21 y 30 competidores, subiendo también la cuantía de los premios, con un Premio de Honor que impedía repetir el primer galardón durante 5 años, distinción que nada tiene que ver con la actual Mención de Honor ni con los premios singulares que otorga el actual Concurso. En todo caso, tras Guzmán Reina llegaría una etapa con Antonio Alarcón de alcalde de declive del certamen, coincidiendo con las primeras señales de alarma en la prensa sobre, más allá de la fiesta, los patios en sí. La presión urbanística que ya había dejado a Sevilla sin corralas o al resto de capitales sin hitos populares, la falta de un relevo generacional, el alto coste de mantener estos recintos (en muchas ocasiones infraviviendas readaptada de casas de vecinos y sin servicios modernos), la permisividad de barras en los recintos, cierta tibieza de los cordobeses ante la pérdida del patrimonio antropológico…

Preparando el patio de Marroquíes 6 a finales de los años 80, en una de sus primeras participaciones. FOTO: A.J. González.

1974: LA SOCIEDAD CIVIL ACTÚA

Ante todo ello, saltó a la palestra la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses, fundada en abril de 1974, que de entrada salvó de la piqueta dos emblemáticos recintos en una iniciativa que hoy sería económicamente inviable por un simple colectivo particular (San Basilio 50 y Siete Revueltas 1) y, sobre todo, sirvió durante décadas como el principal referente en la conciencia de la ciudad para salvar esta Fiesta y su legado.

La Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses recibiría muchos años después críticas más o menos veladas, por ejemplo por su validez como interlocutora de los cuidadores de los patios ante el Ayuntamiento. Ahora bien, nadie puede negarle que la Fiesta de los Patios muy probablemente habría desaparecido sin su trabajo directo o a través de la divulgación y concienciación que realizaron en el último cuarto del pasado siglo XX. Llegados los ayuntamientos democráticos, la Alcaldía de Julio Anguita mantuvo una apuesta por los Patios que se prolongaría durante el mandato de Herminio Trigo, con hitos como el del jurado de 1985, que redacta una declaración felicitando a los participantes por su esfuerzo pero defendiendo criterios de autenticidad, algo que hace suyo el Ayuntamiento. Así, en 1988, por fin las bases precisan aspectos concretos que deben valorar los jurados: variedad floral, cuidado de las plantas, eliminación de elementos artificiosos…

Preparando el patio de Martín de Roa 7 para una edición de los años 80. FOTO: Francisco González.

NORMAS ‘MODERNAS’

Fueron años de perfilar mucho las normas, que según variaban ayudaban a configurar un concurso muy diferente al que entonces se disfrutaba. Afortunadamente, en el año 1979 se obligó a que la flora de los patios estuviera compuesta exclusivamente con flores del tiempo. En 1981 se prohibieron los recintos con barra de bar para evitar una deriva de la Fiesta de la que hoy muchos se quejan en el caso de las Cruces de Mayo. Y se acordó una norma de no puntuar las actuaciones flamencas en los patios en concurso, en 1985.

Más trascendencia tuvo la reforma de las bases de 1994, un año después de que el Centro Histórico fuera nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que circunscribió la Fiesta de los Patios a los barrios antiguos de la ciudad. Se cerró así una etapa del concurso que permitió que 27 patios de zonas de expansión de la ciudad (como Levante, e incluidos varios de la periferia como Encinarejo) estén entre los 300 patios que han participado en el concurso durante este siglo, un honor que ya no está abierto a nuevos miembros fuera del Casco Histórico.

El patio de Ana de Austria, en San Basilio 22,, en la década de los 80, antes de una reforma. FOTO: A.J. González.

PATIO ‘ANTIGUO’ Y ‘MODERNO’

Pero fue durante la Alcaldía de Rafael Merino (PP), de 1996 a 1999, cuando se recogió una demanda de los cuidadores, que en 1995, en la anterior Corporación, planteó el concejal Francisco Paños: crear dos modalidades de participación, según se tratase de Arquitectura Moderna o Antigua. Se trataba de diferenciar dos tipos de recintos muy diferentes, con el lógico y desigual tipismo, esfuerzo de los cuidadores, condiciones de mantenimiento… todo ello abriéndose al futuro para que recintos actuales puedan mantener el espíritu de los patios en próximas generaciones sin la abrumadora presencia de patios antiguos que los eclipsan pese a su imparable desaparición. Eso sí, se mantenían desde 1997 los premios por temas en ambas categorías. Es decir: conservación arquitectónica, esfuerzo vecinal, uso artístico del agua, iluminación natural, aprovechamiento de elementos y decoración natural. No fue hasta el año 2000 cuando se eliminaron estos galardones por temática, en ocasiones muy difíciles de valorar y obligando al jurado a contraponer una multitud de criterios, por una simple lista de carácter general: primero, segundo, tercero…

Patio de Montero 27, en una de sus participaciones en los años 80 del pasado siglo. FOTO: Juan Carlos de la Fuente.

CLAVELES Y GITANILLAS

En esta época de finales del siglo XX, después de surgir un concurso paralelo de Patios impulsado por Carbonell, se apostó por un modelo de patrocinio de empresas para el concurso, que llegó a superar la decena de firmas y que permitió elevar la cuantía y cantidad de premios, aunque en años posteriores se retiraran los mecenazgos poco a poco. Paralelamente, aumentaba en líneas muy generales el número de participantes, sobre todo en la modalidad de arquitectura moderna, hasta llegar a los 70 en total. Claro que algunos eran establecimientos de hostelería que abrían parte de sus instalaciones preparadas para el concurso, algo que se prohibió con el tiempo. Surgía por entonces, en noviembre de 1996, la asociación de cuidadores Claveles y Gitanillas. Desde su nacimiento fue un colectivo crítico y reivindicativo que rápidamente se hizo un hueco como interlocutor ante el Ayuntamiento. Más tarde aparecerían otras dos asociaciones de cuidadores en el barrio del Alcázar Viejo o la asociación Patios Culturales, en Santa Marina.

2012, UNESCO Y NUEVAS NORMAS

Tras dos intentos frustrados de que la Unesco declarase la Fiesta de los Patios Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, el 6 de diciembre del 2012, recién comenzada la Alcaldía de José Antonio Nieto, fijaría un antes y un después con la declaración universal de esta organización de la ONU en París. Fue una inyección de autoestima para la ciudad después de aquel varapalo que supuso no lograr la designación de Córdoba como Capital Cultural Europea tras una movilización ciudadana e institucional de años, y ya con los Patios como referente del acervo cordobés y, también, un comienzo de masificación turística. Precisamente, aquel 2012 se cambiaron las normas del certamen para preservar el espíritu de la Fiesta: solo podrían concursar los patios de casas habitadas durante todo el año y cuidadas por sus residentes. La norma eliminaba así los patios de asociaciones y negocios que preparaban el recinto exprofeso. Sin embargo, no todo estaba en la práctica tan claro. ¿Y si hay un residente formalmente censado en la casa aunque sea una asociación la que lleve el grueso del mantenimiento? ¿Cuándo se considera que en una vivienda con inquilinos es un establecimiento de habitaciones de temporada y turístico? El asunto llegó a los tribunales.

San Basilio 50, recuperado por la Asociación de Amigos de los Patios, en los 80. FOTO: A.J. González.

MASIFICACIÓN, VIRUS Y DRONES

Por otro lado, la crisis del 2008 atrapó a la empresa municipal Vimcorsa, que había iniciado un proceso de compra, recuperación y realquiler a sus inquilinos originales para reconvertir infraviviendas de antiguos patios de vecinos en casas habitadas o centros institucionales. Sin ello, a estas alturas se habría perdido San Juan de Palomares 11, Trueque 4, Martín de Roa 7 y 9... Mientras, en el 2013, se llegó a una solución salomónica para que los patios hicieran frente a los altos costes de mantenimiento dando un accésit a todo participante admitido en el Concurso, a la vez que se mantuvo unos premios que incentivan el espíritu de competición y esfuerzo.

El caso es que en el 2013, con el reclamo de los Patios ya convertidos en Patrimonio de la Humanidad, la masificación llegó a crear auténticos problemas, especialmente en el Alcázar Viejo, para lo que se buscaron fórmulas imaginativas como una plataforma de reservas a través de la web, muy enfocada al turismo. Sin embargo, el sistema desalentaba las visitas de los propios cordobeses, según las quejas de la asociación Claveles y Gitanillas, algo que también venía a poner en peligro el espíritu de la Fiesta. La plataforma de reserva se eliminó en el 2015 buscándose otras medidas para evitar la masificación hasta desembocar en la edición especial de otoño un 2020 en el que se celebró una edición especial de otoño convocada tanto para paliar las pérdidas turísticas del año covid como para inyectar recursos a familias para las que el concurso es vital en sus modestas economías. Una edición la del 2020 que, además, sirvió de prólogo y experiencia para garantizar la seguridad sanitaria en esta convocatoria del centenario, también condicionada por la pandemia. De hecho, en 2021 se utilizarán medidores de temperatura corporal, drones para vigilar aglomeraciones, una fuerte presencia policial, más controladores en las puertas...

Una edición especial del centenario a la que solo le queda ya una cosa: vivirla tan intensamente como se pueda pero con todo el sentido común posible y con las medidas sanitarias.