En Villarrubia, durante la tarde de reyes no solo había avanzado el tiempo, sino que se convivió. El vecindario disfrutó de la magia de un cortejo real hecho por todas esas fuerzas que hacen especial un barrio como este. La cola para recoger el roscón de reyes y el chocolate era más ancha que larga. Avanzaba como lo hacen los grandes logros, paso a paso, orgullosa de una tarde festiva donde los sinónimos de la palabra convivir habían alcanzado su máxima expresión. Porque no es casual que una de las plazas principales del barrio lleve por nombre La Unión. Precisamente, el lugar que marcó el tramó final de un recorrido marcado por el frío y la alegría. Podría pararme a nombrar nombres, asociaciones y personal político y administrativo que ha posibilitado una Navidad que hemos percibido como serena, agradable y especial. Claro que podría, pero, seguro, me dejaría a alguien atrás y la intención de esta carta es resaltar las bondades de este trocito de periferia, que no son pocas. Por eso, simplemente, quiero dar las gracias por los rostros de alegría, por el sentimiento de satisfacción que desbordaban los chalecos florecientes de los organizadores de la Cabalgata, por la energía que desprendía después de quince kilómetros andando y unas navidades repletas de paciencia, ilusión y trabajo. Gracias.