Los años 40 fueron duros, mi padre era panadero, pero el ofrecimiento de una pequeña vivienda y el puesto de conserje en un colegio, le hicieron cambiar de profesión. El sueldo era muy pequeño y había que sacar la casa adelante, alguien le sugirió la idea del estraperlo de tabaco, probó, y dado lo céntrico del enclave, la cosa funcionaba, pero nunca exenta de los malos ratos que proporcionaban los registros. Uno de los clientes importantes era ‘Manolete’ fumador empedernido, el encargado de la compra era siempre Guillermo (su mozo de espadas) , el cual llegó a tener bastante confianza con mi padre. Asimismo D. Manuel Sánchez de Puerta, uno de los más íntimos del diestro de la Lagunilla, era un cliente asiduo. Rafaelito Lagartijo o el Dr. Salinas, sobrino y amigo del diestro, frecuentaban también nuestra casa en el Gran Capitán. Abreviando, que en mi casa se hablaba mucho de ‘Manolete’.

Después de la muerte y en la actualidad, en Córdoba se le rinden muchos homenajes, todo son alabanzas. ¿Pero en vida se le quería tanto? Pues no, Manolete nunca se encontró cómodo toreando en la ciudad que lo vio nacer. La envidia, los comentarios maliciosos, el elevado precio de las entradas en tiempos de tanta escasez, se convertían en improperios de mal gusto. El dejar de torear tres años seguidos en el Coso de los Tejares, era considerado motivo, por el que muchos aficionados, fueron a Linares con el insulto por bandera. ‘Manolete’ llegó cansado a esa trágica corrida, con la mente puesta en su próxima retirada, pero el destino quiso que la muerte lo convirtiese en un mito, sin ver cumplidos sus sueños.