Trabajando de forma cercana en el ámbito de la asistencia sanitaria, observaba a diario cómo los distintos profesionales interactuaban con los pacientes y, viceversa. Había llegado a ver todo tipo de interacciones y, por supuesto, todo tipo de respuestas por parte de los pacientes. Teniendo en cuenta que el que ofrece los servicios también tiene psique, atender con humanidad se vuelve un reto. El paciente no entiende de medicina y/o cuidados, y espera la mejor interacción profesional y humana por parte del proveedor de cuidados. Pero, no siempre, el paciente recibe esa buena atención (por falta de tiempo y empatía, o mala praxis).

Sin embargo, también había visto lo contrario. Esos grandes profesionales que se dejan la piel por atender al paciente gracias a su inherente espíritu profesional y humano, su comportamiento y su profesionalidad. Extrapolando el tema a otros ámbitos, no hay que irse muy lejos para ver cómo distintos comportamientos humanos, en esta globalizada vida, están dominados por una irracional deshumanización. Hay seres humanos que pretenden ejercer su facultad de discurrir por encima del sentido común, o practicar su supuesta excelencia por encima del bien común. Por el contrario, los hay que, con humildad practican el bien, consiguiendo que los demás vivan con dignidad. Comprometidos, por supuesto, con ese derecho a existir en igualdad con el prójimo, en unas condiciones sumamente dignas, evitando, con ello, los conflictos no deseados. Sin duda, algo está fallando o ha fallado en la sociedad en la que actualmente vivimos.

Se debe fomentar, desde mi opinión, una educación en valores, éticos y morales y, no solo en competición académica. Una educación, donde los pilares principales no sean solo los padres, sino los mismos profesores, incluso los políticos, con su mismo ejemplo. Siendo el devenir de los años venideros, quizás otro; un devenir menos conflictivo y más estable para todos.