Inmersos en la rutina diaria, el trabajo, los estudios, la casa, el cuidado de niños o familiares y un largo etcétera de cosas que no nos dejan parar y poder observar nuestro entorno, especialmente me gustaría empatizar con un colectivo de personas que sufren a diario las consecuencias de una falta de empatía, conciencia, conocimiento y probablemente de mala gestión por parte de las administraciones. Para las personas que no tenemos ningún tipo de impedimento a la hora de poder movernos y desarrollar nuestra actividad con total normalidad, creo que no tenemos la suficientemente empatía como para pararnos a pensar en estas cuestiones. Es decir, algo tan sencillo y esencial como ir a comprar al supermercado puede suponer una odisea. ¿Alguna vez nos hemos parado a pensar qué puede suponer ir a comprar teniendo una diversidad funcional? ¿O salir a la calle en silla de ruedas o con muletas y encontrarte diferentes obstáculos que sortear? ¿ O que en el bloque de pisos en el que vives no esté adaptado y que tengas que subir unas escaleras para poder acceder al ascensor? ¿ O que tengas que depender de alguien constantemente para poder desenvolverte con cierta normalidad? Si nos paramos a mirar nuestro entorno con otros ojos, desde la empatía, quizás podamos empezar a ver todas las dificultades a las que se enfrentan las personas que tienen diferentes capacidades; así mismo, como ciudadanos, tenemos el deber de crear conciencia y ayudar a que se generen cambios sociales que realmente ayuden a las personas que más lo sufren y lo necesitan.