Me vas a permitir desde tu gloria eterna que comunique algunas vivencias mutuamente compartidas en el mismo Ministerio Sacerdotal. Nacimos en la década de los años treinta, difícil y oscura, violenta y tensa. Entramos al Seminario de San Pelagio de Córdoba con muchas carencias de medios y pobreza real en las décadas de los años cuarenta y cincuenta. La misión sacerdotal se nos presentó con la luz potente y esperanzadora del Concilio Vaticano II en los años sesenta del siglo XX.

Me satisface describir estos peldaños existenciales por donde nuestras vidas trascurrieron siempre, con la esperanza latente de llegar a metas altruistas y evangelizadoras. La tuya, gracias a Dios ha sido elevada, densa, cargada de frutos intelectuales y pastorales. Has puesto un listón muy alto de sabiduría, investigación e innovación en tus escritos históricos y eclesiales. Me agrada decirte que has demostrado ser un currante excepcional. ¡Cómo voy a olvidar tus siestas de trabajo en San Pelagio rodeado de legajos antiguos, tesoros de tus investigaciones!  

Con seguridad que tu examen final de siervo fiel y laborioso tendrá la buena nota que, tú mismo has prodigado con frecuencia en tus docencias serias y profundas, generosas y sugerentes.

Por último les diré a tus muchos lectores y seguidores que registren el dato de una iniciativa tuya de 1980, sugiriéndole al Párroco de San Rafael que recuperaran en los talleres de Alfar Frapa, compuesto por doce jóvenes minusválidos, bajo la dirección de la japonesa Hissae Janase Sudho, la cerámica califal de Medina Azahara. Así lo hicimos siguiendo tu idea y con tu colaboración. Creo que ha sido uno de los más importantes proyectos culturales realizados as final del siglo XX en Córdoba.

Ante tu despedida definitiva de la tierra me corresponde como compañero dar fe de este acontecimiento, un tanto velado en tu curriculum de investigador, pero, sin duda uno de los más queridos en tu misión sacerdotal. La larga vida de 86 años vividos de D. Manuel y 72 años de entrega sacerdotal nos deja una herencia digna de ser aplaudida y reconocida. Ha querido a la Iglesia de Córdoba con la pasión de un intelectual que ama seriamente su vocación y misión. ¡Qué Dios te lo recompense en la vida de Gloria y eterna! 

(*) Párroco emérito de San Rafael