Todos hemos disfrutado de las películas donde un enorme meteorito amenaza nuestro planeta. Hemos ido con nuestros amigos a ver cómo alienígenas de diverso pelaje quieren conquistar nuestro planeta. Enormes huracanes, terremotos y volcanes nos han deleitado con impresionantes efectos especiales durante horas, en el cine o en nuestro salón. También hemos matado el tiempo con películas apocalípticas de virus mortales con muchas batas blancas, mascarillas, y un poco gore por los borbotones de sangre expulsada en pañuelos blancos. Pues llegó. En ninguna de las atractivas formas que visualmente tanto nos gustan.

¿Dónde está ese presidente de los Estados Unidos que dirige a la humanidad a un futuro menos incierto? ¿Dónde ese líder mundial que nos guía, nos tranquiliza y nos coordina? ¿Los sabios científicos de la vieja Europa?

La humanidad del siglo veintiuno de la pandemia ha estado sin liderazgo, sin coordinación, sin medios ante esta catástrofe. Países ricos, ciencia y recursos, nada sirvió. Ojos abiertos como platos viendo cómo los hechos se suceden y sin dar ninguna respuesta coordinada. Líderes, epidemiólogos, virólogos, médicos y un largo etcétera dando consejos individualmente sobre medidas a tomar, hábitos y predicciones.

¿En serio? Si esto hubiera sido una película, el guionista se merecería una jubilación anticipada, sería la más aburrida y absurda. Podríamos hacer mil series protagonizadas por los héroes que todos conocemos pero eso sería harina de otro costal.

Efectivamente, la ficción es ficción, ¡qué decepción! Y yo que pensé que la realidad la superaría. ¿Quién sabe, quizás la próxima vez? ¿Habrá próxima?