Opinión | Para ti, para mí

Mayo o la canción de las romerías

El santuario de la Virgen de Linares acoge hoy a los cordobeses

Córdoba entroniza el mes de mayo en el museo universal de las flores y en el paisaje multicolor las romerías marianas, a lo largo y a lo ancho de sus pueblos. Córdoba en mayo se convierte en capital de la primavera, que nuestro poeta Pablo García Baena, ensalzara con encanto en uno de sus más bellos poemas: «Ámame, primavera, en esta tarde / en que el sol es un pájaro cautivo / que revuela en la jaula azul del cielo…». Córdoba contempla primero las flores convertidas en cruces, en un brindis por la vida, para visitarlas después en sus patios, entre aromas de multitudes, en abrazos multicolores de mil anhelos. Junto a las cruces y los patios, las romerías a nuestros santuarios marianos. Hoy, Córdoba celebra la romería al santuario de Nuestra Señora de Linares, con dos pórticos esplendorosos y magníficos: el pregón pronunciado por el querido compañero y entrañable amigo, Jesús Sánchez Adalid, sacerdote y escritor, pronunciado en el Salón Liceo del Circulo de la Amistad en el que fue descubriendo, entre compases históricos, la llegada de Fernando III, con la imagen de la Virgen, a una Córdoba deshecha y destruida, para levantarla y restaurarla, desde la orilla de la fe cristiana, construyendo las llamadas «iglesias fernandinas» con sus barrios y viviendas. El pregonero quiso dejar también a la Hermandad de Linares, a modo de consejos, las tres hermosas actitudes de un creyente en esta hora: «Orad, confiad en Dios y pasad haciendo el bien». Sánchez Adalid presentó a María, como «la mujer humilde que escucha a Dios, con confianza y alegría», -la sencilla definición que nos dejara el Concilio Vaticano II-, María, como «la primera discípula», como «mujer evangelizadora», como «modelo de los creyentes», «como modelo de la Iglesia». El segundo pórtico de la romería se centra en el solemne triduo a Nuestra Señora de Linares, que comenzó el pasado domingo, y que finalizará el próximo domingo, con la ofrenda de flores y la procesión de la Virgen por lo alrededores de su santuario. Paul Claudel le dedicó a la Virgen un bellísimo poema, del que me quedo con estos versos: «Vengo solamente, oh María, / para contemplarte… / contemplar tu rostro, / dejar al corazón que cante / en tu propio lenguaje».

Las romerías a los santuarios marianos tienen también como protagonistas necesarios a las Hermandades. La Iglesia pide a las hermandades, como asociaciones de seglares, fidelidad al mensaje que Jesucristo ha puesto en sus manos: «Vivir como discípulos de Cristo, dar testimonio de fe con obras y palabras, anunciar el Evangelio y asumir como propio el fin apostólico de la Iglesia». Las cofradías no pueden reducirse, en forma alguna, a meros grupos humanos que funcionan con una dinámica idéntica a la de cualquier unidad sociológica. Es una comunidad de fe, orante, que escucha la Palabra de Dios y responde a ella con fidelidad. Así contemplaba a las cofradías el magisterio de Benedicto XVI, de santa memoria: «Con importancia e influencia en las comunidades cristianas. No son simples sociedades de vida mutua, sino un conjunto de hermanos que se proponen poner en práctica el mandamiento del amor». Sigue Mayo, radiante y festivo, en nuestra ciudad. Cruces, romerías, patios, la feria de Nuestra Señora de la Salud… Acaso, en esta hora turbulenta, fácil de interpretar e imposible de digerir, sería bueno recordar aquellas palabras de una mujer extraordinaria, Simone Weil: «El mayor peligro no está tanto en la tendencia de la masa a oprimir a la personas, cuanto en la tendencia de la persona a precipitarse ahogándose en la masa».

*Sacerdote y periodista

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