Opinión | Tribuna abierta

Celebración en la Institución Teresiana

Este año se conmemora el centenario de su aprobación pontificia por el Papa Pío XI

Con una eucaristía celebrada el 25 de febrero de 2024 en la catedral, presidida por el sr. obispo, Demetrio Fernández, la Institución Teresiana conmemoraba los 100 años de su aprobación pontificia, que tuvo lugar el 11 de enero de 1924 por el Papa Pío XI, mediante el Breve Interfrugíferas.

Esta aprobación pontificia hizo posible la expansión internacional de la Institución, que hoy extiende sus raíces a más de 30 países de los cuatro continentes.

Como recordaba la directora del Sector de la Institución Teresiana en España, dª María del Carmen Aragonés, ese acontecimiento de 1924 , vivido en aquel entonces con un gran gozo y agradecimiento, venía a reconocer tanto la bondad y eclesialidad de la «idea» y «obra» de Poveda como la «labor» ya realizada por la Institución desde sus inicios en 1911. Y proseguía:

La Institución Teresiana, como «obra de Dios» que es, nació de la inspiración del Espíritu y de la docilidad de un grupo de personas a esta inspiración. San Pedro Poveda reconocía en 1920:

«El espíritu nos reunió, el espíritu nos une, el espíritu nos impulsa, el espíritu nos conforta y alienta (...) Quitamos de nuestra Obra el espíritu y ¿qué queda? Si algo somos, al espíritu lo debemos.»

Con esta certeza, San Pedro Poveda, fiado únicamente de la Providencia, puso en marcha esta «Obra de la Iglesia» que él llamaba «Obra providencial», pensada para tiempos en los que el laicado, y especialmente el laicado asociado --porque eso es la Institución Teresiana--, asumía su lugar en la misión evangelizadora de la Iglesia.

Josefa Segovia, Victoria Díez y el grupo de mujeres intrépidas que se atrevieron a seguir la llamada de Dios y a acoger una vocación nueva y desconocida en la iglesia y en la sociedad, teniendo como medios la educación y la cultura, lo hicieron guiadas exclusivamente por la fuerza del Espíritu encendida en sus corazones. Esta fuerza las impulsaba a la radicalidad en su compromiso de fe para ser cada día más seguidoras y más fieles discípulas de Jesús desde el carisma de la Institución Teresiana.

Con la conciencia profunda de que la historia de la Institución, desde el ayer, ha sido guiada por Dios, y lo seguirá siendo en el presente y en el futuro, María del Carmen Aragonés, expresaba: «Con memoria agradecida miramos el ayer de la Institución: personas, espacios, lugares, proyectos que han hecho suyos el ideal de Poveda. En especial damos gracias por toda la gente que, en estos cien años, se ha unido de maneras distintas a esta pequeña y gran familia teresiana que Dios nos inspiró.

Agradecemos el legado recibido de una obra nacida para participar en la misión evangelizadora de la Iglesia, humanizando y transformando personas y estructuras a través de la educación y la cultura. Nos comprometemos a vivirlo así en el hoy de un mundo herido y amado por Dios, en el que Él nos llama a ser «instrumentos» --palabra muy querida por Poveda--, instrumentos de su reino para que la buena nueva llegue a toda la sociedad y, en especial, a las personas excluidas».

María del Carmen Aragonés reconocía que «este Centenario nos impulsa a mirar al futuro con esperanza, con renovado entusiasmo, ilusión y compromiso, a vivir, como don y tarea, la responsabilidad de continuar la Obra de Poveda».

Acogemos la invitación de nuestra directora general, Gregoria Ruiz:

«Compartir el carisma implica abrir nuestras comunidades y grupos a otros buscadores de sentido, de experiencia, de compañerismo y fraternidad, de una plataforma que pueda contribuir al bien de la sociedad. Compartir el carisma también implica invitar a nuestra familia, amigos, colegas a unir sus manos con nosotros en nuestros esfuerzos por contribuir a la construcción de un mundo más justo, inclusivo y humano.

El testimonio que podemos dar al mundo de hoy, especialmente a los jóvenes, es una vida vivida con un propósito que nos trasciende a nosotros mismos. Un propósito que brota de un discipulado comprometido con Jesús y su misión de instaurar el reino de Dios : un discipulado del que extraemos el sentido y el objetivo de nuestras vidas; que también da dirección, genera energía y sostiene nuestra esperanza, resistencia y fortaleza».

Nos hacemos eco del Magnificat de María por todas las cosas grandes que el Señor ha hecho por y con nosotros.

*Institución Teresiana de Córdoba

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