Opinión | Entre líneas

De puertas para afuera

Hay que emprender proyectos no solo basados en la propia identidad histórica y popular y en el turismo

De nuevo ha sido impagable ese artículo de Gabriel Pérez Alcalá, exrector de la Universidad Loyola y presidente del Consejo Social, que abría la edición de Diario CÓRDOBA del pasado día 28, con páginas especiales dedicadas al Día de Andalucía. En su texto, Perez Alcalá abogaba no solo por «una ciudad patrimonial, con historia, imprescindible para conocer la cultura occidental», una urbe en la que «nos vemos» y que «vendemos» como a la que hay que viajar. Sin embargo, «hemos de ir más allá», y« Córdoba debe trabajar por ser, además de una ciudad para visitar, una ciudad para vivir, para instalarse. Nos va en ello mucho a todos». Amén.

Curiosamente, al día siguiente, el 29 de febrero, se presentó en el Real Círculo de la Amistad el libro del ‘50 Aniversario de la Asociación de Amigos de los Patios’, también editado por Diario CÓRDOBA, un tributo no solo al colectivo que cumple medio siglo sino, además, a los cuidadores de todos los recintos tradicionales que abren sus puertas al mundo, a la historia de esta fiesta reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y, en último término, a la propia Córdoba. En este acto quedó evidente una de las razones por las que, entre otras, la Unesco otorgó el 6 de diciembre de 2012 el título a la Fiesta de los Patios: por su capacidad de vertebrar a la comunidad, crear identidad y ser motivo de autoestima y orgullo local. Una condición que es un pilar para que prospere cualquier grupo humano, en cualquier época de la Historia y en cualquier territorio y cultura.

Afortunadamente desde el PGOU de 1986 ya hay normas que obligan a mantener los patios en las estructuras de las edificaciones en el Casco Histórico, que se perfilaron en el PGOU de 2001 y en el Plan Especial de Protección del Casco Histórico. Otra cosa es defender el factor humano de la Fiesta de los Patios, sus cuidadores, y salvaguardar su voluntad de seguir abriendo sus casas. Aunque para ello las ayudas materiales han venido siendo muy cortas, ya se trabaja en documentos como el Plan de Gestión del Casco Histórico, en el que se ha advertido cómo la juventud no puede acceder al mercado inmobiliario en el Centro de la ciudad ni, por tanto, dar respuesta a ese relevo generacional que necesitan los Patios. En todo caso, confiemos en que, si no terminan en un par de décadas todos estos recintos tradicionales convertidos en establecimientos turísticos, los Patios aún nos sigan representando y siendo vertebradores de la comunidad. Seamos optimista.

Pero aun así (lamentablemente, todo lo que se explica antes de decir «pero» sirve para muy poquito) con solo orgullo y autoestima tampoco se va a ninguna parte. También hay que poner voluntad y emprender proyectos no solo basados en la propia identidad histórica y popular y, tangencialmente como en el caso de la Fiesta de los Patios, en el turismo. No sé si la fórmula será promovernos como eje logístico entre las áreas metropolitanas del Bajo Guadalquivir, la costa malagueña y el centro de la Península; como propugna entre otros Pérez Alcalá, o debe ser por el potencial del campo y la investigación agroganadera, por la minería especializada en metales raros, la producción de energías renovables, por la industria cultural... El caso es que el patio es también hoy un reflejo de esa encrucijada en la que está Córdoba, tan importante y vital para fortalecernos de puertas para adentro como inútil si nos quedamos solo ahí y no aspiramos a un futuro de puertas para afuera.

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