Opinión | LA VIDA POR ESCRITO

Trampantojo obrero español

El PSOE debería aumentar el nivel de autocrítica y esas voces discordantes deberían plantarse

En un loable ejercicio de autocrítica, algo que no abunda en este PSOE presidencialista, el manchego Emiliano García Page ha sentenciado: «Si el PP hubiera perdido la mayoría en Galicia, el ganador sería Puigdemont».

En las elecciones gallegas, el PSOE fue a por todas, con la participación de Zapatero y el propio Sánchez, buscando el visto bueno a la amnistía y demás concesiones a los socios populistas e independentistas. Sus 9 diputados son el peor resultado en unas elecciones gallegas, y coincide con el mejor del BNG, la cuenta gallega de ese rosario de partidos independentistas a los que Pedro Sánchez necesita para gobernar.

A tenor de las sucesivas contiendas regionales, el PSOE de Pedro Sánchez lleva una carrera meteórica hacia la irrelevancia como partido de Estado. Su alejamiento del centro político, necesitado del apoyo del populismo de Podemos/Sumar, junto con su alejamiento del centro de gravedad del Estado, necesitado de los partidos independentistas, está convirtiendo al PSOE en una herramienta en manos de esas fuerzas centrífugas desintegradoras.

Este comportamiento evolutivo del PSOE de Pedro Sánchez no es nuevo en la izquierda española. Si hacemos un poco de historia, veremos que el Partido Comunista vivió el mismo proceso de centrifugación y asimilación con partidos de izquierda nacionalistas. De hecho, nunca hubo estrictamente hablando un Partido Comunista de España, porque el PSUC siempre estuvo ahí, en una relación quasi-confederal con un PCE que, incapaz de hacerse necesario para formar gobiernos con el PSOE, se fue diluyendo en Izquierda Unida y desangrándose hacia los partidos de izquierda nacionalistas. Y más recientemente le ha ocurrido lo mismo a Podemos y Sumar.

Ese abrazo del oso en las amistades peligrosas del PSOE de Sánchez, a las que él llama fuerzas progresistas, obviando en esto la contradicción de Junts y PNV, y la no menor contradicción entre el socialismo internacionalista y el nacionalismo excluyente de todos sus socios, no es bueno para el PSOE ni para nuestro país. En mi modesta opinión, el proyecto que el PSOE plantea para España, una España federal, respetuosa con las minorías, socialmente solidaria, y territorialmente integrada y equilibrada, no debe ejecutarse de espaldas a las mayorías, confrontando a las dos visiones mayoritarias de España. Es de locos dejar ese proyecto en manos de quienes han jurado la intención de utilizarlo en su único beneficio y hacerlo descarrilar para conseguir el fin último de la independencia. Sería más acertado buscar un mínimo consenso entre las mayorías y procurar integrar luego a las minorías. No al contrario. La actual situación de absoluta debilidad del Gobierno debería aprovecharse para realizar profundas reformas en nuestro sistema democrático, empezando por una ley electoral que garantice la formación de un gobierno estable y que limite el poder de las minorías nacionalistas en el proceso de toma de decisiones que afectan al conjunto del estado.

Este cambalache de la amnistía, traspasos de competencias del Estado y financiación a cambio de votos es una práctica vergonzosa e irresponsable que solo contribuye a aumentar el rencor entre comunidades y a la desintegración de nuestro país. Hay responsables de todo este proceso. El PSOE debería aumentar el nivel de autocrítica y esas voces discordantes deberían plantarse. Page habla tanto que ya no suena creíble; más bien parece como algo diseñado por el propio partido para aparentar un debate interno que no existe. En palabras del socialista Tomás Gómez: «Cuando en un partido democrático se cercenan los órganos de decisión y debate, sustituyéndolos por un presidencialismo absolutista en el que el líder no rinde cuentas, no solo se convierte en una forma de populismo, sino que sus decisiones pueden poner en peligro los cimientos del sistema».

El PSOE parece lo que no es, un trampantojo político-culinario que solo descubres cuando ya le has hincado el diente. Justo tras el atracón de unas elecciones.

* Profesor de la UCO

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