Opinión | ENTRE LÍNEAS

Lo que la publicidad nos augura del 2024

El altar de la publicidad directa y toda una radiografía social es la farola de una calle vecina

Hace mucho tiempo, hablo de los años 70, aquellos pequeñajos que tomábamos las uvas de Nochevieja frente a un receptor en blanco y negro con la única cadena de televisión (a Los Pedroches ni siquiera llegaba el UHF) aún recordarán cómo los mayores esperaban el primer anuncio de publicidad del año en ‘TVE’ casi con la misma expectación que las campanadas desde la Puerta del Sol. Por entonces todo el mundo sabía la millonada de antiguas pesetas que costaba ese primer reclamo comercial. Iberia solía ser la empresa que ganaba la puja. Supongo que una cuestión de prestigio de la empresa, porque por entonces no más de un uno de cada mil españoles se habrían subido a un avión y, de todos estos privilegiados, ninguno tenía muchas opciones para elegir vuelos entre la compañía de bandera española y Lufhansa, Airfrance, British Airways... Pero, después de días de anuncios navideños de juguetes, que a los niños nos entraban por los ojos y el alma, de muñecas de Famosa que se dirigen al portal y de turrones que volvían a casa por Navidad, en aquel monopolio político, social, económico y de pensamiento que era TVE ese primer anuncio del año de Iberia era toda una declaración de principios de su tiempo, muy en consonancia con el llamado ‘desarrollismo’ y el espíritu de los tecnócratas del final del franquismo.

Y es que el mundo de la publicidad no solo nos habla de cómo se ha vendido y se vende, sino que nos dice cómo somos y con qué debemos soñar.

Recordando aquel primer anuncio del año que era el rey la publicidad (entonces ni siquiera habían nacido los que luego usarían la palabra «márketing»), un servidor se propuso estar atento a los reclamos comerciales de este 2024 para ver por dónde van a ir los tiros.

Así, ‘flipé’ un año más cuando el día 5, al acabar el horario comercial, desaparecían por ensalmo todos los anuncios de perfumes que me habían martilleado sin piedad durante semanas. Nada más pasar la Cabalgata de Reyes me vi en TV huérfano de cuerpos juvenilmente perfectos y de que me hablasen a todas horas y en cualquier canal en un inglés pronunciado con la boca floja. De repente, esos ‘spots’, que antaño eran sustituidos automáticamente por los anuncios de rebajas, fueron cambiados por reclamos comerciales de bancos. Eso ya dice mucho de cómo irá este 2024.

Luego, me interesé por la primera publicidad que me encontraría en el buzón junto a mis cartas, y hallé un folleto de una céntrica tienda nueva especializada en cannabis «light» y productos derivados del cáñamo, desde comestibles y bebidas a aceites de CBD (?), cosméticos, líquidos para cigarrillos electrónicos, fármacos para mascotas, semillas ‘de colección’... Decía la hojita que me guardé por curiosidad, no porque prometiera un 10% de descuento al presentarla. «No parece que este año 2024 quiera mantenerme muy despejado», me dije al ver este primer mensaje comercial en papel.

Pero para mí, el gran espejo de los intereses actuales y reales, el altar de la publicidad directa y toda una radiografía social es la farola de una calle vecina. Está siempre cubierta de papeles de personas que se ofrecen para cuidar a mayores, estudiantes desesperados por dar clases, buscadores de compañeros de piso de extrangis... No hay mejor termómetro de las inquietudes sociales en Córdoba. Y sobre todos los mensajes estaba el siguiente anuncio: «No temas al 2024. Adivinación senegalesa. Dinero, amor y embarazos. Quito maldiciones». No me tranquilizó nada respecto al nuevo año. En absoluto.

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