Opinión | CALIGRAFÍA

Porcionismo

Todo el mundo cree que com mucho hasta que se le sienta al lado alguien que come de verdad y tiene que seguirle el ritmo. La gente no come. Me refiero a que le ponen delante una pizza mediana y se dejan dos trozos. Esa gente que se pide un pescado blanco «pero si alguien me ayuda». ¿Ayudar a qué, a pescarlo? Como la gente dice que come pero no come, hay un profundo enjuiciamiento de la gente que sí que lo hace, una especie de censura atávica de las hambrunas paleolíticas en las que a la persona con apetito, que mermaba las reservas, se la miraba mal. «¿Tantos platos vamos a pedir?» «Qué bruto eres comprando». «¿Vas a poder con todo?». «Hay hambre, ¿eh?». «Yo creo que con esto ya está bien». Y la peor, la mayor traición: «Luego si hace falta pedimos más». Nunca en mi vida me han dicho que luego si hacía falta se pedía más y se ha pedido más. Enormes mentiras.

Hay sitios y personas que practican porcionismo (el control de lo que se come uno, la cantidad de comida) despectivamente, no porque les parezca mucho sino porque crean que no puedes terminártelo. «La pizza familiar es para cuatro personas». Ya, caballero, para cuatro personas que no coman, si ya lo sé. En ese momento hay que esbozar media sonrisa, no más, ni hablar, cabecear suavemente tan sólo en señal de comprensión, y pedir además de la pizza un entrante. Hay que reconocer que en estos casos luego vienen a reconocer que estaban equivocados, con más terror que respeto. Si yo pido un kilo y medio de buey sé perfectamente lo que estoy pidiendo. ¿Usted cree que yo me he puesto en esta liga de peso, superpesado olímpico con más de doscientas libras castellanas de esforzada carne, mantenidas firmes a base de pensamiento y voluntad, sin saber lo que es un kilo de buey? ¿Por qué esa censura? ¿Por qué esa desconfianza? ¿No se da usted cuenta que sé que puedo comerme un kilo de buey porque después de comer un kilo de buey podría comerme un kilo de buey?

Por eso me enorgullece la gente que confía en mí para que no falte proteína en las cosas, sobre todo cuando son jugadores de nivel que también sufren porcionismo. Un querido amigo, antes de atender las invitaciones a cenar fuera de casa, se ve obligado a comerse un buen bocadillo, para evitar hambres y censuras. No queda más remedio. Y me gustan los sitios que no se escandalizan lo más mínimo, como la gente de Casa Matías, que comprende perfectamente que te pidas los callos de primero y el medio pollo al ajillo de segundo, y asiente como si hubieras dicho bien el santo y seña, y cuando usa la palabra ración lo hace con conocimiento y generosidad y altura de miras, pensando en que ración es la razón de las cosas y tamaños, lo que debe comerse de algo para que cumpla su función concreta de satisfacción y su cumbre de utilidad marginal, que ya el siguiente bocado reste más que sume. Eso, y no raciones de hambre o de vista, no de racionamiento. No al porcionismo. Si una señora pide pan, se le pasa el pan.

Dejemos que cada uno sea el amo de su hambre.

 ** Abogado

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