Opinión | EDITORIAL

PISA: la constatación de un fracaso

El suspenso educativo empuja a dedicar más recursos a los centros, pero también a reflexionar sobre el modelo a seguir

Los resultados del informe PISA son tan contundentes que obligan a una reflexión.

Los resultados del informe PISA son tan contundentes que obligan a una reflexión. / L. Rico

Cuando se publicó el informe PISA 2018, se advirtió que el empeoramiento general no debía tomarse como un fracaso irremediable pero sí como un serio aviso, en especial por lo que hacía referencia a la evolución futura de las pruebas. Cuatro años después, una vez hecho público el informe correspondiente a 2022 (retardado un año a causa de la pandemia del covid-19), los datos que facilita la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) a partir de las pruebas efectuadas en jóvenes de entre 15 y 16 años (4º de ESO), son más que preocupantes, son, a estas alturas, más que un «serio aviso». Además, son la constatación, ahora sí, de un fracaso escolar sin precedentes. Porque la lectura del informe PISA, más allá de la fotografía del momento, que certifica un descenso notable a nivel global, debe interpretarse en función de la evolución de los últimos años. 

Podríamos estar de acuerdo en que determinadas circunstancias puntuales inciden en el resultado final, pero lo que es constatable (y no admite excusas) es que la trayectoria de los últimos 10 años es notablemente descendente. Los estudiantes andaluces se mantienen entre los que presentan mayores carencias en este informe de evaluación de conocimientos del alumnado. Así, aparecen por debajo de la media española y de la de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en rendimiento medio en matemáticas, comprensión lectora y ciencias, empeorando sus resultados en dos de las tres áreas. La mayor caída se registra en matemáticas, área en la que pierde diez puntos en los últimos cuatro años. En lectura, los andaluces obtienen 5 puntos menos que en el año 2018. La comunidad autónoma solo mejora nota en ciencias (+2). 

Los resultados son tan contundentes que obligan a una reflexión que no solo ha de tener en cuenta unas desigualdades que se amplían con el tiempo, referidas asimismo a la comparación entre centros públicos y privados, sino también el modelo de aprendizaje que se ha estado implantando en el entorno educativo a partir del enfoque competencial y de innovaciones pedagógicas que priman las competencias sobre los contenidos. Para revertir la situación convienen no solo inversiones en proyectos y planes de mejora, que ya se llevan a cabo, medidas para tratar la complejidad de los centros y evitar la segregación o un seguimiento efectivo de la responsabilidad de los docentes (con medidas que no solo aseguren la estabilización sino también una mayor dotación de recursos y un descenso de la ratio por aula), sino profundas reformas estructurales, que han de incluir un replanteamiento del sistema educativo, sin intromisiones partidistas, con el objetivo capital de que el fracaso ahora constatado sea en el futuro remediable. 

La situación viene de lejos, no hay un único responsable al que atribuir los malos resultados de PISA. Convendrá, eso sí, que la reversión en positivo sea fruto de un diálogo entre todos, fuerzas políticas y comunidad educativa. 

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