Opinión | Elecciones 23J

Pedro Sánchez, la resistencia del corredor de fondo

El líder socialista desafía a las encuestas e impide la mayoría del bloque de derechas. El ‘levántate y anda’ de Sánchez lleva camino de ser un caso único en la democracia española

El presidente del Gobierno y candidato a la reelección por el PSOE, Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña del PSOE.

El presidente del Gobierno y candidato a la reelección por el PSOE, Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña del PSOE. / Europa Press

Cuando las encuestas decían que los candidatos socialistas desde Felipe González perderían de largo las elecciones y serían incapaces de formar un gobierno estable, es que de verdad perdían las elecciones sin tan siquiera amagar con un vuelco en los sondeos y dejando el campo abierto a los gobiernos del PP. Pero Pedro Sánchez va camino de convertirse en un caso único en la democracia española. Tocado de los preceptos de su Manual de resistencia’ (2019) en que detallaba la caída y ascensión a los altares del socialismo, ha vuelto a hacerlo convertido en el Lázaro de la política nacional: levántate y anda. Sube en diputados, disputa al PP el porcentaje de votos, impide la mayoría de derechas y podría intentar sumar con el llamado bloque de investidura. Difícilmente se le discutirá el liderazgo en el partido.

Tampoco abundan muchos líderes europeos que puedan describir lo que significa levantarse, caerse, volverse a levantar, entrar en parada cardiorrespiratoria y mantenerse de nuevo en pie. Las urnas del 23J le auguran un muro de contención sobre el PP y Vox y la posibilidad de intentar concurrir a la investidura si acumula apoyos suficientes de Sumar, ERC, PNV, Bildu, BNG e incluso Junts. O eso, o el bloqueo y nuevas elecciones antes de final de año.

Lo primero que aprendió al llegar a La Moncloa fue que "dos que duermen en el mismo colchón acaban siendo de la misma opinión". Parte de la desmotivada sociedad española de izquierdas ha resuelto acostarse con el presidente. O toma nota del mensaje o morirá de éxito [al cierre de este artículo, el PSOE estaba a 300.000 votos del PP].

Ni el Falcon ni Txapote ni la debacle de la porfía con Feijóo —¿Cómo puede un candidato ganar un debate un jueves y perderlo a la semana siguiente? El mismo debate— ni la demonización del ‘sanchismo’ han bastado para enterrarle. Al contrario. El sanchismo del último día de campaña no era un final de ciclo, solo el último capítulo de una temporada donde debió escribirse ‘continuará’ como antesala de un giro de guion.

Hay una frase de ‘El guardián entre el centeno’, de J.D. Salinger, que se acopla a la tradición del PSOE: "La vida es una partida y hay que vivirla de acuerdo con las reglas del juego". Y las reglas del juego del socialismo pasan por que la partida la gana quien menos se espera. Las elecciones generales de este cuarto de siglo que está a punto de cumplirse constituyen un lance donde el rival prueba suerte con varios jugadores (Rajoy, Casado, Feijóo) e inesperadamente nunca pierde Pedro Sánchez. O gana perdiendo.

Los politólogos determinarán la causa por la que un partido y un presidente que estaban en la lona el 28 de mayo, arañando apoyo electoral en municipales y autonómicas, pero dejando en el camino poder territorial a paladas, y que semanas después aún sufría de síndrome postraumático, ha sido capaz de sobreponerse a los malos presagios, con una primera semana de campaña a la baja y un tramo final de remontada con graves errores de su adversario, al que cazaron con ‘inexactitudes’, lapsus difícilmente perdonables y una endiablada maraña de explicaciones sobre su relación de amistad con un narcotraficante, del que primero no sabía nada, luego admitió que era contrabandista, para al final quedarse a un mitin de llamarlo emprendedor.

He citado ‘El guardián entre el centeno’ por tratarse de una obra enmarcada en el ‘coming-of-age’, un género que pone el foco en el crecimiento psicológico y moral del protagonista. A ese género pertenece también un drama de 1962, ‘La soledad del corredor de fondo’, donde el personaje principal, internado en un reformatorio, obtiene privilegios como corredor de larga distancia. Durante esas carreras solitarias reevalúa su vida mientras la película nos muestra la Gran Bretaña de los 50 como un escenario desolador para las clases medias y trabajadoras, a las que él representa. En la carrera final contra una escuela de alcurnia, a pocos metros de la línea de meta, deja de correr a pesar de las llamadas y gritos de ánimo de la multitud. Así quiere evidenciar las injusticias permitidas por quienes dirigen el reformatorio y le presentan como la gran esperanza frente al oponente de clase alta, que acaba ganando. Pero Sánchez no se ha detenido antes de llegar a la meta. Una multitud que temía la victoria del oponente ha decidido apoyarle y sacar de casa a quienes desconfiaban de él. Lo contrario a lo que han hecho Feijóo y Abascal: detenerse en el esprint pensándose ganadores. El corredor de fondo ha vuelto a sorprenderles de nuevo.