Opinión | HISTORIA EN EL TIEMPO

Putin y la historia de Rusia (y V)

Es en la historia donde se encuentra la clave última del lancinante enfrentamiento ruso-ucraniano

Espectadores anhelantes del curso preprimaveral del conflicto ucraniano en un estadio que a buen seguro se revelará trascendente en la recta final de su desarrollo, cabe por el momento despedirse de su apresurado comentario periodístico con la insistencia en una de sus premisas básicas. Por su historia y geografía la superpotencia rusa no pertenece al mundo occidental. Para los inflexibles sostenedores de que es en el plano de las ideas donde en último y decisivo extremo se ventilaron todas las contiendas -ejemplos ya desde luego abundantes y significativos a partir de las guerras médicas hasta las dos grandes conflagraciones de la centuria pasada-, la conclusión más firme extraída hasta ahora del lancinante enfrentamiento ruso-ucraniano radica en que es en la historia donde se encuentra su clave última. Los idearios en la actualidad sangrientamente opuestos responden hodierno a caracteres genuinos de su historia, en particular, en el bando alevosamente agresor. El pensamiento del antiguo miembro de la KGB es incuestionablemente el del comunismo más reciclado de la era postestalinista, poroso y pigmentado con muchos e importantes rasgos del capitalismo occidental, en sintonía con el sentir de capas cada vez más crecientes de la colectividad rusa, muy singularmente, de la juventud.

Pero, por encima de ello, Putin se presenta ante el tribunal de la historia como un nacionalista ‘enragé’, con pétreas convicciones acerca del papel mesiánico de la «Gran Patria Rusa» en el ayer más cercano de Europa. Para él es la defensa de dicha identidad la que nutre del lado de su amado país la guerra de Ucrania, porción a su vez insoslayable de aquel, al que prestara en siglos pretéritos elementos claves de su configuración, distinta desde entonces aunque no antagónica a la occidental. En vísperas de acontecimientos bélicos relevantes -la moneda está todavía en el aire, aunque ha de caer pronto al suelo-, la opinión pública occidental haría bien en profundizar en el estudio del ayer de la nación de los zares. Cuando en los inmediatos meses esta haya atravesado una dramática etapa de su muy singular recorrido por el tiempo, tal estudio constituirá la mejor vía para aprehender el significado íntimo de su mensaje, trasmitido a través de la victoria o derrota en el campo militar. En un mundo en que la globalización se ofrece como la alternativa más positiva cara a los nacionalismos de toda estirpe, la Rusia de Putin nos recuerda excruciantemente que el espíritu e incluso el «alma» de los pueblos no puede menospreciarse para alcanzar tan hermosa meta.

** Catedrático

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