Ahora mismo mientras estas palabras caminan tímidamente por el teclado de mi portátil y la ciudad se despereza, en una de las vías más insignes y populares de nuestra ciudad como es la avenida Ronda de los Tejares varias personas sin techo yacen envueltas en sus mantas en diversos escalones, soportales y recovecos de antiguas sucursales bancarias. En esos mismos mármoles antes pulidos donde otrora bullían los pasos prestos de clientes y empleados de banca, ahora se aferran personas a la vida. Curiosa paradoja. El frío e impertérrito mármol, digna puerta de entrada al descanso eterno, es indigno bajo unos huesos por los que aún la vida late con la fuerza del destino. Un destino, por cierto, también propio de nuestras sociedades modernas del primer mundo, donde los derechos humanos son condenados demasiado a la prisión permanente revisable del papel. Y digo revisable porque muchas de las almas que pasan cerca de estas otras que arrostran su vida en la indigencia más supina, examinan o analizan con atención y cuidado la inmoralidad social que supone una persona arrumbada en los extremos más infames de nuestra sociedad. Pero es obvio que con examinar y analizar no es bastante ni suficiente. Recientemente una marcha silenciosa ha recorrido Córdoba para defender el derecho a una vivienda digna para personas sin hogar. Esto nos recuerda que otros van más allá para rescatar a muchos sin techo de la indignidad. Por ejemplo, el Grupo iCOM, investigación social comprometida de la Universidad de Córdoba, con la reciente puesta en marcha de su página web cordobasinhogar.es. En su página de inicio se despliega esa panoplia de esperanza que son los espacios de atención. No obstante, se requiere el esfuerzo de toda la sociedad para despegar de ese indigno mármol a la vida.
*Mediador y coach
