Diario Córdoba

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Manuel Balsera

TRIBUNA ABIERTA

Manuel Balsera

No normalicemos la barbarie

Las cartillas de racionamiento en la España franquista se establecieron en 1939 y se suprimieron en abril de 1952. Los españoles tuvieron que soportar 13 años de cartilla de racionamiento, por culpa del golpe de Estado --y posteriores años de guerra-- de aquellos que se levantaron contra la República, la democracia y la bandera republicana, ante la que juraron fidelidad.

La primera consecuencia fue la misma guerra, pero luego, ya en «la paz», esas otras realidades fueron la hambruna, la miseria y muchas muertes, con largas colas por conseguir alimentos de primera necesidad y desarrollar la imaginación en la cocina para aprovechar al máximos los escasos víveres con los que contaban. Además de soportar gran parte de la población una persecución política, pantomimas de juicios y posteriores fusilamientos, por el simple hecho de pensar distinto a los ganadores de esa cruel guerra civil... o simplemente por odios y rencillas personales.

El régimen franquista es, aún hoy, el segundo del mundo, tras Camboya, en tener más personas no identificadas y enterradas en cunetas y fosas comunes.

Aún así, hoy los franquistas de Vox (y parte del PP) se vanaglorian y hasta se enorgullecen de defender a ese régimen criminal. Cuando Abascal decía «este gobierno social-comunista es el peor en 80 años», estaba comparando este gobierno democrático con los años más negros de la dictadura y no salía perdiendo esta última precisamente.

Es hora ya de que la historia se escriba tal como fue y no como los ganadores de esa guerra la contaron. Las generaciones futuras nos agradecerán que se les cuente la verdad. Hoy los adversarios políticos de extrema derecha, se han convertido de nuevo en enemigos y...parece que les gusta serlo.

Cuando pasan estas cosas tan anormales y se les da cancha mediática y hasta apoyo, «blanqueándolos» hasta límites que da pena y hasta asco, la democracia se resiente. Los que aún siguen bajo una tierra inhóspita y a veces hasta desconocida, sin recibir digna sepultura, los que lucharon contra la dictadura para consolidar el régimen democrático, después de esos 40 años de oprobio, no se lo merecen y las generaciones futuras, tampoco.

Ojalá la nueva Ley de memoria democrática consiga normalizar la situación de las víctimas y los lejanos familiares que aún les quedan.

La otra, la de la «normalización» o no de la ideología excluyente y fascista, solo le corresponde al pueblo decidirlo. Pero los medios de comunicación y los periodistas serios también deben contribuir, como lo hicieron en su momento, sus coetáneos de los años sesenta y setenta...y en peores condiciones que ahora. 

*Diplomado en Ciencias del Trabajo

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