Diario Córdoba

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Joaquín Pérez Azaustre (Julio 2023)

La onda de la palabra

Lo bueno del paso del tiempo no es sólo el conocimiento, sino el reconocimiento

No siempre nos podemos enfrentar a lo que hemos dicho o hecho en el pasado y salir airosos. Cada vez me alejo más de ese viejo enfoque juvenil tan autosuficiente de no entender la vida como una asociación de errores, con aciertos; pero no de boquilla, sino poniendo el foco sobre ciertos momentos y actitudes, y también sobre algunas decisiones, para concluir: aquí me equivoqué. Con todas las letras. Y no me salvará ningún contexto. También es verdad que, como no debemos mirar ciertos hechos históricos aplicando la lupa de las conquistas de derechos de hoy --en ese caso, no podríamos admirar, ni tampoco entender, el imperio romano, el descubrimiento de América o la revolución francesa, ni prácticamente nada, hasta justo después de la Segunda Guerra Mundial--, es cierto que tampoco se trata de volvernos demasiado severos con nosotros mismos, porque hicimos lo que pudimos con lo que sabíamos entonces. Sin embargo, a veces, al mirar el pasado también te reconoces. Me ocurrió hace algo un año, cuando tuve que revisar algunas de mis declaraciones de hace más de veinte años, cuando gané el Premio Adonáis, por la preciosa reedición del libro ‘Una interpretación’, que debo a la excelente editorial Esdrújula. Había una idea recurrente que repetía en las entrevistas una y otra vez, allá por el 2000: que la poesía puede salvarnos. Seguramente entonces ni siquiera yo mismo sabía muy bien de qué, aunque ahora sí lo sé: de la propia inclemencia de la vida, de su aspereza súbita, del dolor que arrastramos, de nuestras caídas y derrumbes, del amor que nos daña después de habernos dado a bocanadas una luz sideral. Ahora, veinte años después --como en la continuación de ‘Los tres mosqueteros’--, he sufrido en mi carne mucho de aquello de lo que la poesía puede salvarnos. Parte de ese aprendizaje es entender que, una vez que comienza, la vida no para de golpearte, aunque de vez en cuando nos conceda una tregua. Pero me alucina, la verdad, aquella ingenua y fervorosa lucidez del joven poeta que fui.

Lo bueno del paso del tiempo no es solo el conocimiento, sino el reconocimiento. Porque todo cuanto acabo de escribir ha sido lo que he reconocido en el fantástico IX Encuentro de Poesía, Música y Plástica de Puente Genil ‘La onda de la palabra’. Además de las actividades previas con Juan Antonio Bernier, Alejandro Céspedes, Beatriz Russo o Juan de Dios García, entre otros, el do de pecho estaba en el gran homenaje al programa de radio de poesía, Premio Ondas, ‘La estación azul’, una creación de Ignacio Elguero y Javier Lostalé, hoy dirigida brillantemente por Carolina Alba. Cuánto nos ha llegado con esa onda de la palabra que ha sido la voz cadenciosa y profunda de Javier Lostalé recitando poemas, en los micrófonos de Radio Nacional, de todas las generaciones, con estéticas diversas y horizontalidades extendidas hacia la eternidad. Con qué generosidad se nos abrieron las puertas de la radio a quienes comenzamos a publicar, precisamente, cuando nació el programa. El acto estuvo conducido --con soltura de pistolero que hace girar el revolver en la punta del dedo-- por Guillermo Busutil, que participa de esta misma devoción por la cultura como espacio de comunicación. Así, nos ha dicho Guillermo Busutil, en el Teatro Circo de Puente Genil, que Antonio Roa nos ‘enrroa’ en la poesía y la vida, y es verdad. Porque el corazón de este gran encuentro literario, que tiene su vértice en el Premio Internacional de Poesía ‘Juan Rejano’, editado por Pre-Textos --estaba su editor, Manuel Borras-- es justamente Antonio Roa y su asociación. Ha sido apasionante comprobar, de nuevo, con Luis Alberto de Cuenca, Isabel Pérez Montalbán o Juana Castro, que la poesía nos salva. Y ante el homenaje a María Victoria Atencia, tan amiga a través del infinito de Pablo García Baena --y en tierras, además, de su compañero en la vida y a través de la muerte, el poeta pontanés Ricardo Molina--, supimos que la palabra, además de protegernos, de redimirnos de nuestras caídas, también nos salva en el tiempo.

Enhorabuena al alcalde Esteban Morales Sánchez y a la concejala Eva Torres Castillo por esta novena edición. Desde el concierto de María Rodés y su versión del poema ‘Amor’, de María Victoria Atencia, hasta la excelente exposición fotográfica de poetas andaluces de Monti Sánchez, todo esto ha sido una belleza y así quiero contarlo. Ante esas recesiones que nos tienen con la respiración en números rojos, nada más subversivo que pintar poesía, que cantar poesía, con la eterna emoción de Antonio Roa.

* Escritor

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