Diario Córdoba

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María Olmo

LA RUEDA

María Olmo

Vida social

Comentamos en la Redacción el fenómeno de la gente joven acercándose a las cofradías y devolviéndoles una vitalidad que para muchos se antoja inesperada. ¿Qué significado tiene? ¿Un resurgir de la fe cristiana? ¿Una incorporación a las tradiciones familiares? ¿Una cuestión política o ideológica? ¿Un deseo de afianzamiento social, de pertenencia? ¿El anhelo de compartir proyectos y hacer amistades? Lo de las cofradías, en lo que no entraremos aquí por su complejidad, puede en alguna medida formar parte de las múltiples respuestas a ese desconcierto de los más jóvenes después del confinamiento, de los meses de restricciones y, en suma, de los dos años de mascarillas y toques de queda. Leo comentarios en las redes y la opinión de expertos, y percibo un poso de soledad y de inseguridad que se extiende como una manta sobre la gente.

Pasados estos dos años, y a pocos meses de que termine el tercero sin que aún se haya marchado el coronavirus (cada semana mueren al menos cinco personas en Córdoba. Ya no le prestamos atención, aunque el SAS prepara los dispositivos para posibles avalanchas de la mezcla gripe-covid) continúa el desconcierto. Me explica un profesional que muchas chicas y chicos han perdido sus referencias de amistad, las pandillas se han dispersado, las redes sociales han sido un lugar de encuentro que luego no se ha trasladado bien a la vida física, real, al contacto directo, a la mirada a los ojos. Muchos adolescentes, jóvenes y no tan jóvenes, se encuentran sin saber qué hacer, con quién estar. Deben reconstruir sus relaciones sociales pero, si ha pasado algún tiempo y los contactos del instituto, del trabajo o del barrio ya no son válidos, no tienen, sencillamente, con quién compartir sus planes.

Igual pasa con los adultos. A muchos les ha quedado, tras la pandemia, un regusto por el aislamiento, por los contactos limitados a los muy íntimos o a la familia nuclear, ni siquiera a la extensa. Esas dos últimas navidades en ‘petit comité’ han gustado a algunas personas más de lo que se atreverían a confesar.

¿Cómo rehacer el entramado social en un mundo que avisa ya de nuevas crisis, que tiende a encerrarse en lo seguro? ¿Cómo recuperar esas costumbres que requieren pequeños esfuerzos y concesiones, sacar tiempo de donde no lo hay (pero antes tampoco lo había y se sacaba), pensar nuevos planes... Necesitamos más grupos, sean de vecinos, de hortelanos urbanos, de senderistas, de catadores de jeringos, de amigos de los museos, de organizadores de excursiones, de bailes, de fiestas, de lectura... Y recuperar un gregarismo imprescindible, muy especialmente los jóvenes, para vivir una vida completa más allá de esas pantallas de amigos lejanos que no pueden abrazarnos ni caminar a nuestro lado.

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