Diario Córdoba

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Araceli R. Robustillo

TRIBUNA ABIERTA

Aracely R. Robustillo

Historia vs ‘Elige tu propia aventura’

Las nuevas generaciones tienen derecho a saber lo que sucedió con la objetividad debida

Cuando yo era pequeña, eran muy populares unos libros de la editorial Barco de Vapor que llevaban por lema ‘Elige tu propia aventura’. Básicamente a lo largo de la trama, el lector elegía opciones y en función de ellas, la historia iba cambiando y terminaba de una forma diferente. He de confesar que yo siempre hacía trampas, y cuando no me gustaba el final que me había tocado, volvía a desandar el camino y probaba otras ‘rutas’.

Era un ejercicio maravilloso de individualidad e interacción en la lectura que, sin embargo, no es viable en todos los libros. Los de Historia, con mayúsculas, por ejemplo, son o deberían ser, harina de otro costal. Ahí no caben elecciones que valgan. Aunque al parecer, las nuevas generaciones de este país están haciendo lo propio con un apartado muy específico de nuestro pasado, no ya tan reciente, el Franquismo.

Este jueves, el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez, presentará en el Ateneo de Madrid un informe sobre ‘las barreras entre los jóvenes para acceder al conocimiento de la memoria democrática’. Un estudio cualitativo que señala las tremendas lagunas que existen entre un grupo significativo de españoles de 16 a 30 años de Madrid, Sevilla y Valencia sobre la II República, la Guerra Civil y la posguerra en nuestro país.

Recoge afirmaciones tan peregrinas como que el conflicto se inició «porque el pueblo se rebeló contra la dictadura de Franco», que sucedió «entre los años cincuenta y sesenta»; o que los exiliados fueron «los seguidores de Franco a los que tuvieron que echar del país»; y pone en la palestra carencias en los conocimientos más básicos sobre lo que en realidad sucedió y diferencias irreconciliables entre comunidades autónomas.

La Real Academia Española dice que la Historia es «la disciplina que estudia y narra cronológicamente los acontecimientos pasados». Los hechos, son los hechos, otra cosa son las versiones individuales o colectivas o las consecuencias de los mismos.

Las nuevas generaciones tienen derecho a saber lo que sucedió con la objetividad ‘quirúrgica’ de los historiadores exhaustivos. Luego, es natural que cada uno ‘adultere’ esos datos con lo que escucha en casa. Que es un poco lo que pasaba con la gente de mi generación. Todos teníamos a alguien que nos contaba cómo se vivieron aquellos tiempos en nuestra propia familia. Pequeños capítulos, insignificantes dentro de la gran trama de aquel conflicto fratricida, y que, sin embargo, era determinante en nuestras vidas para entender quiénes eran nuestros padres y nuestros abuelos.

Tal vez sea eso lo que está cambiando. Los jóvenes de ahora cada vez tienen menos acceso o relación con los ‘testigos directos’. La cadena narrativa se ha roto en muchos casos, y ya no en todos los hogares se habla de aquello. Por lo que el ‘triunfo’ o el ‘dolor infinito’, que antes se heredaban entre generaciones, como los apellidos, han desaparecido para algunos, dejando el colegio como único reducto en el que escuchar y aprender qué pasó durante aquellos años convulsos.

Y ahí quizás está otra de las claves de la confusión, porque lo que se puede aprender en los centros educativos sobre el tema ha ido mutando con los años en los libros de texto, igual que han ido cambiando las leyes de Educación, dependiendo del partido que gobernara en cada momento. Ahí no ha habido ni altura de miras ni consenso que valgan, ya se sabe. Y ya hace años que los profesores denuncian la ‘manipulación’ de los contenidos de los libros de Historia con respecto al Franquismo.

Habrá quien diga que esta puede ser una oportunidad para los españoles del futuro de vivir libres de ese ‘bagaje’, que desde hace años marca muchos aspectos de la vida de nuestro país. Personalmente, creo firmemente en eso de que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

Siempre habrá quien, como yo, haga trampas para cambiar un final que no le gusta, pero como sociedad tenemos la obligación de que lo que esté en los libros (negro sobre blanco) sean los hechos veraces de lo que en realidad sucedió cuando España se partió en dos.

Para poder avanzar hay que aceptar los errores y los aciertos de todas las partes, sin maquillajes ni medias verdades, por respeto a los que ya no están aquí para contarlo. Este país no será mejor en manos de una generación de ignorantes. «La verdad nos hará libres», no para elegir bandos, sino posturas en la vida.

*Periodista 

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